¿Dios o Satán?

El caso es que, en palabras de mi siempre poco admirada para lo que se merece, Rebeca Argudo, esto se ha llenado de «expertísimos en geopolítica internacional pantuflera» que, habiéndose hecho en su vida a lo mucho algún Erasmus, y a lo mejor haber sido capaz de ver una serie de plataforma sin colapsar por verla con subtítulos, resulta que saben de geoestrategia
The post ¿Dios o Satán? first appeared on Hércules.  Creerán que me he puesto teológico, que ando con dudas de fe. O que soy de Carabanchel. Pero no. Lo que estoy es alucinado con lo que está pasando, especialmente en España estos días con el tema de Ucrania. En donde ya hay que tomar partido hasta para escribir Kiev o Kyiv (que, por cierto, es pelín impronunciable). Y la gente lo tiene todo tan clarinete, que me fascina que haya tanta peña que hable idiomas para estar tan absolutamente megainformados. Incluidos el ruso y el mandarín, por supuesto. El número de suscriptores españoles de Le Monde Diplomatique ha de ser espectacular, y en los quioscos fijo que se agota cada mes el Política Exterior. ¡Cómo ha cambiado todo! Cuando me egresé de politólogo hace eones, la gente me preguntaba si es que me iba a dedicar a ser político, y yo tenía que explicar que lo mío no significaba que hablara muchos idiomas o que tuviera que ver algo con los pies. Me dio luego por hacer un diploma internacional (cosa a la que llevó una serie de avatares vitales que prefiero obviarles para no aburrir), especializándome en Geopolítica en la horrible Lovaina la nueva. Y éramos dos y el de la guitarra los que hablaban del tema. Luego llegó un coronel a dar un pelotazo con un libro en principio de escaso público, pero ya se sabe que todo lo que toca Iker Jiménez y la tele es mano de santo para alcanzar cotas de visibilidad y fama, que da igual que fuese un invitado de Balbín o de Dragó, a uno de Belén Esteban o cualquier puticlista que se haya trasegado media liga de fútbol profesional. La tele es así.

El caso es que, en palabras de mi siempre poco admirada para lo que se merece, Rebeca Argudo, esto se ha llenado de «expertísimos en geopolítica internacional pantuflera» que, habiéndose hecho en su vida a lo mucho algún Erasmus, y a lo mejor haber sido capaz de ver una serie de plataforma sin colapsar por verla con subtítulos, resulta que saben de geoestrategia y de lo que se ponga por delante, con sólo estar en casita delante de la Corrala 2.0 de turno, y jaleando lo que digan los líderes de sus respectivos partidos políticos, de los que parece que se amamantan como becerretes incapaces de nutrirse por sí mismos. Hooligans de equipos de fútbol, pero dedicados a la política, y de los que serán por siempre jamás hagan sus estrellas lo que hagan. Incluso una entrada con los tacos a la altura de la cara del contrario. Da igual. Les faltan hacer cromos de Panini en las sedes de cada formación. ¡Mejor no demos ideas!

Tener que explicar a estas alturas lo que es la falacia de falso dilema, o que cuando uno no está de acuerdo con algo o alguien no necesariamente lleva implícito el que estés con la postura o persona radicalmente opuesta, parece tan de Barrio Sésamo, que da vergüenza. Pero no queda otra. Y ya sé que hay veces que lo bueno y lo malo se muestra tan aparentemente diáfano, que no queda más que posicionarse. Aunque no posicionarse también sería otra forma pasiva de hacerlo, y de que te pongan a parir desde las partes con las que no te sale de la chorra, o de lo que corresponda, ponerte de su lado. Si no ves nazis en Ucrania, es que entonces eres un nazi. Si no ves a Trump o a Zelenski como un […………………………] (rellene la línea de puntos con su adjetivación negativa o insulto preferido), es que estás a sueldo del otro. ¡Y bien pagado! Que aquí los servicios secretos están repartiendo como si no hubiera un mañana. Y no hay discusión ni debate posible. ¡Esto es una partida de Blood Bowl sin prisioneros! Qué maravilla tener las cosas tan claras. Yo cada año que paso tengo menos claro nada de nada. Eso sí, no pienso que me obliguen a elegir entre Dios o Satán. Que hasta para saber la historia de Lucifer hay que tener claro cómo fue. Y viendo la obra de Dios (i.e., el hombre) a veces es como para decirle un par de cosas sobre lo del libre albedrío y tal. Ustedes verán. Pero lo único que tengo claro en mi oscuridad es que no soy nada optimista con lo que se viene. ¡A ver si los pantufleros de turno son tan amables de arreglarlo! Se lo agradeceré en mi infinita y bendita ignorancia.

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