2025: el año de la tecnocracia

Las democracias, en la práctica oligarquías apenas encubiertas, tendrían su papel en la Historia, ya finalizado
The post 2025: el año de la tecnocracia first appeared on Hércules.  A cualquier interesado en la leyenda de Lemuria, los relatos populares relativos a la existencia de una Tierra Hueca o los fenómenos ovnis le resultará familiar la figura de James Forrestal. Si por suerte para usted, no es uno de esos tipos raros a los que me refiero, entonces déjenme que le ponga en situación: se trata de la primera víctima “oficial” del modelo tecnocrático que hoy padecemos y que está a punto de intensificarse hasta extremos inimaginables, justo ante nuestros ojos, en el transcurso de los siguientes meses. Y no, no estamos hablando de mera ciencia-ficción.

¿Cómo dice? ¿Qué no sabe qué es la tecnocracia? Quizás ha pasado los últimos años preocupándose de una sopa de pangolín que jamás existió. O, probablemente, ha dedicado todo ese tiempo que ya no volverá a combatir una dictadura “políticamente correcta” que ahora, por fin, considera derrotada. Déjeme, una vez más, que le aclare algo: lo WOKE ha sido una gran distracción. Igual que todo lo demás: ese entramado de dicotomías políticas y escándalos públicos no han sido otra cosa que una gigantesca distracción. Una farsa. Porque, en realidad, nada ha cambiado, y mientras usted perdía el tiempo combatiendo contra molinos de viento, ellos han construido una prisión a su alrededor. ¿Y quiénes son “ellos”, me dirá? Muy sencillo: los tecnócratas.

Volvamos al señor Forrestal. Fue un destacado militar, además del último secretario de la Marina de los Estados Unidos (1944-1947), el primer secretario de Defensa (1947-1949) y es considerado uno de los primeros soldados abducidos de la historia norteamericana. ¿Un mito? Puede que sí. Lo cierto es que el 31 de marzo de 1949, el presidente Harry S. Truman tuvo que destituirlo de urgencia como máximo responsable del departamento de Defensa. ¿Las razones? Que Forrestal, un colaborador estrecho del Partido Demócrata, pretendía llevar la cuestión alienígena al Congreso.

A partir de aquí, todo se acelera: según la versión oficial, Forrestal sufre un colapso nervioso repentino, un desequilibrio mental súbito, y se viene abajo. Entonces es ingresado a la fuerza, contra toda legalidad vigente, en la sección psiquiátrica del Hospital Naval de Bethesda. Se le negó todo contacto con el exterior, incluida cualquier visita de familiares o amigos y, como ocurría en esos mismos años en la Unión Soviética, se le acusó de loco para desacreditar todo lo que pudiera decir. El 21 de mayo de 1949 su hermano notificó la intención de retirar a James del Hospital; algunas horas después, dos agentes de la CIA se presentaron de improviso en el cuarto del señor Forrestal, en plena madrugada, y le ataron una sábana blanca alrededor del cuello, para después correr a arrojar su cuerpo por la ventana, provocando su muerte.

El caso se cerró con el veredicto esperable: suicidio por ahorcamiento. Los papeles de Forrestal fueron requisados y retirados durante años; y cuando por fin se publicaron, habían sido depurados a conciencia. De lo que allí se pudiera indicar realmente, nos da una pista Milton William Cooper: «La información del verdadero diario fue suministrada posteriormente en forma de libro por un agente encubierto de la CIA que publicó el material como ficción. El agente activo de la CIA se llama Whitley Strieber y el libro en cuestión recibió el título de Majestic (1989). Es la verdadera historia del accidente de Roswell sacada de los diarios confiscados de James Forrestall. En el libro de Strieber, se han cambiado los nombres de las personas y los nombres de los proyectos y las operaciones, pero aparte de eso la información y la documentación es cierta James Forrestal se convirtió en una de las primeras víctimas del encubrimiento». Otra importante víctima de la tecnocracia sería el célebre piloto Richard Evelyn Byrd, un hombre valiente que sabía demasiado sobre lo que no debía y no estaba dispuesto a guardar silencio.

En su libro Entre dos edades: La Era Tecnotrónica (1970), Zbigniew Brzezinski, el hombre designado por los Rockefeller para dirigir la Comisión Trilateral además de consejero de Seguridad Nacional durante el mandato del recientemente fallecido Presidente Jimmy Carter, escribió: «La era tecnetrónica implica la aparición gradual de una sociedad más controlada. Una sociedad así estaría dominada por una élite, libre de restricciones por los valores tradicionales». En otras palabras, se determinó el fin de los gobiernos locales y democráticos, para correr a proclamar el establecimiento de un Gobierno Mundial comandado por la «tecnotetrónica». Gracias al mundo de la cibernética, sería posible una nueva forma de totalitarismo capaz de ejercer una vigilancia continua sobre cada individuo, con una actualización constante de los datos completos y la información personal del ciudadano. Y gracias a Elon Musk, estamos a puto de inaugurar esa nueva época de la Historia.

El Mercado Común en Europa y Tratado de Libre Comercio de América del Norte son prefiguraciones del citado modelo tecnocrático, donde la política no puede referir en las decisiones tomadas por los tecnócratas y motivadas por factores económicos. Así lo vio también Henry Kissinger, otro hombre fuerte de los Rockefeller y de la política internacional norteamericana en el siglo XX: un futuro gobernado por instituciones locales supeditadas al dominio de la élite por medio de la regulación constante de organismos globales. El mundo que, en la práctica, ya funciona en la Unión Europea o los Estados Unidos de América. Y que en 2025 no hará sino recrudecerse.

En realidad, la tecnocracia no es otra cosa que un Despotismo Ilustrado llevado al límite: el cumplimiento del sueño iluminista de la Ilustración, ahora posible gracias a las máquinas, a la celebrada IA que ya comienza a gobernar. El «Big Reset» es en realidad la coagulación de la tecnocracia en la práctica: a diferencia de otros shocks anteriores, en este caso la rescisión generalizada de libertades ha venido para quedarse. La Nueva Normalidad es el Reich que ya está aquí. Con sus recientes declaraciones sobre expandir el territorio norteamericano, Donald Trump ha revivido un viejo fantasma de la política trazando el mapa del «movimiento Tecnato», al amenazar con la anexión de Groenlandia, México y Canadá. Y me temo que es sólo el inicio. 

2025 está a medio camino entre el Año del Coronavirus y la fecha marcada por las élites para el «Gran Reinicio»: el año 2030. Por lo tanto, se presta como un momento adecuado para pasar de la dictadura blanda de lo WOKE a una dictadura totalitaria comandada por tecnócratas como la que Joshua Haldeman, el abuelo de Elon Musk, soñó hace un siglo. Todo ello coincidiendo con la desaparición de millones de puestos de empleo en todo el mundo gracias al desarrollo de la IA, la aparición de nuevas pandemias y desastres naturales a consecuencia del así llamado “cambio climático”, y la necesaria obsolescencia del dinero físico (véase: Peter Thiel y PAYPAL) en favor del crédito social en una sociedad eminentemente virtual en todas sus manifestaciones, también en las transacciones y en la próxima identificación ciudadana.

Las democracias, en la práctica oligarquías apenas encubiertas, tendrían su papel en la Historia, ya finalizado. Forman parte de un viejo procedimiento artificial que genera procesos dialécticos para regular la sucesión saturniana de etapas históricas, y que G.W.H Hegel sintetizó en su célebre proceso de: tesis, antítesis y síntesis. El capitalismo sería la tesis, el comunismo la antítesis y el modelo tecnocrático vendría a ser la síntesis de ambos, aunque históricamente sea contemporáneo del auge del comunismo y el fascismo. El movimiento tecnócrata tiene su origen hace cien años exactos, en los años 30 del siglo XX, cuando la democracia todavía podía plantear una cierta batalla, un conflicto entre los políticos y la técnica.

Este triunfo histórico de la tecnocracia concuerda con lo revelado en una entrevista por el influyente líder masón Giuliano di Bernardo: «La sociedad global no se puede gobernar con democracia ya que el recurso a la democracia por sí sola, en un mundo globalizado, crearía muchos de esos conflictos que, al final, resultarían en el estado de guerra de todos contra todos. Creo que el futuro de la humanidad, que ve la realización de la sociedad global debe ser gobernado por una comunidad de sabios que expresen al Uno, el tirano ilustrado. Un pensamiento probablemente no muy lejos del de los propios arquitectos de la globalización». Pues bien, ya hemos llegado.

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