Nos quedan al menos tres años de pagos y privilegios para los enemigos de la nación
The post La antiespaña ya no llora, la antiespaña factura first appeared on Hércules. Una de las frases más tramposas de Pedro Sánchez tiene solamente dos palabras: «Somos más». La presunta mayoría de progreso no es un bloque político, sino un adolescente con la tarjeta de crédito de su padre –incluyendo clave de acceso– y un montón de compañeros de curso que serán sus amigos mientras dure el saldo. La expresión «somos» denota cierta condición de grupo homogéneo, aquí solo se cumple si pensamos que les une ser cómplices de un saqueo implacable y sistemático. Da pena abrir el periódico cada mañana y confirmar lo eficaz y depurada de su técnica. El padre, por supuesto, es España.
Hace dos martes nos levantamos con la noticia de que el gobierno ha regalado al Partido Nacionalista Vasco un palacete en el centro de París por valor de 15 millones de euros. Antes pertenecía al Instituto Cervantes y ahora pasará a manos del partido separatista, aunque Bildu les reclama que la titularidad sea del gobierno vasco.
Poco a poco, nos vamos enterando de detalles como que el Gobierno pagará un millón de euros al año al PNV –hasta 2030– por seguir utilizándolo. ¿Conseguirán los separatistas algún día la independencia sin referéndum, simplemente porque el PSOE les haya regalado todas las competencias, prebendas fiscales y edificios públicos disponibles? A este ritmo, no podemos descartarlo.
La lealtad del los partidos nacionalistas la comprobamos cada día, desde la decisión de que Otegui vuelva a encabezar la dirección de Bildu hasta los esfuerzos para conseguir que la selección de Euskadi se pueda enfrentar a España en competiciones oficiales de pelota. Es como pasarte el día regalando recursos, legitimidad y privilegios a alguien centrado en darte una puñalada trapera a la primera oportunidad. Desde la llegada de Sánchez, siempre a la chita callando, el País Vasco acumula el sesenta por ciento de todas las trasferencias de competencias: puertos, aeropuertos, cercanías, Ingreso Mínimo Vital, cinematografía…En este 2025 toca la Seguridad Social.
Ahora también es el turno de Carles Puigdemont, un prófugo político con capacidad para tumbar los presupuestos nacionales. ¿Conseguirá una cumbre en Suiza con escenografía de encuentro bilateral entre países soberanos? ¿Obtendrá el control completo de la gestión migratoria? ¿Y que se condone de manera íntegra la deuda de Cataluña? ¿Logrará la gestión del cien por cien de los impuestos? ¿Y también dos huevos duros, como en la famosa escena de los hermanos Marx? Lo más triste de la situación, que viene desde la implantación del bipartidismo, es que nuestro sistema legal —también la Constitución— permite esta larga sangría del país a manos de sus enemigos declarados.
¿Qué hace la izquierda del PSOE mientras tanto? Mejor no ponerse a averiguarlo. La semana pasada se me ocurrió meterme en la cuenta de Twitter de Enrique Santiago, exsecretario de Estado para la Agenda 2030, que estaba en China elogiando las políticas de la dictadura comunista y su capacidad para “sacar de la miseria en tiempo récord a ochocientos millones de personas». Entiendo que se destaquen este tipo de avances, pero habría que aplicar el mismo rasero a la dictadura franquista a la hora de valorarla. La única diferencia es que nunca les va a causar alegría ningún logro de nuestro país que no puedan atribuir a su bando. Justo eso es lo que les convierte en la antiespaña, la que nunca llora sino que factura.
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