No sé si entonces ya lo éramos, pero me temo que ahora, sin duda alguna, que somos un país… ¡de traca!
The post Un país de traca first appeared on Hércules. Y no me digan que no. Ni osen replicarme. Lo somos. ¡Y así nos va! Para nada fuimos siempre así. O quiero creerlo. Aunque el día en que me faltan torreznos y estoy bajo de ánimo por no haberme podido tomar un rioja alavesa a su temperatura, llego a pensar que somos así desde que en Tartessos se entronizó Argantonio, y luego se lo hemos ido pegando a los romanos, los godos, los árabes, y así hasta llegar al colipoterro desastre en que hemos devenido milenios más tarde. Que me dirán que exagero. Pero, a ver. Explíquenme en qué país serio los sindicatos se ponen en marcha para hacer manifestaciones… contra la oposición. No contra el que gobierna. ¡La oposición! Y tiene como mayor valedor de estos, al que le tenían que tener más controlado que árbitro con el VAR al Madrid, que es el ministro del Trabajo. Que en este caso es ministra y Vicepresidenta del Gobierno nada menos. De traca.
Aquí nos queremos cargar a los políticos de turno, no por lo que hacen, sino por lo que hacen sus parejas. Que tiene su gracia. Que vale eso de la mujer del César y tal, pero que lo mismo centrarnos más en lo que hace el César sería lo prioritario. Aunque lo triste es que haya material para que se le pueda achacar a tantas parejas cesareas, su falta de honradez (presunta, va de suyo, a ver si al final le va a caer una querella a este humilde plumilla por pensar en alto sobre al menos cuatro césares y césaras). Todo esto mediante las armas del Estado, mezclando de manera indecente lo que son los intereses personales, con los del partido de turno, y las instituciones, las cuáles cada vez hieden más. Porque hieden. Y ante este espurio uso y abuso de las mismas no – pa – sa – na – da. ¡Qué va pasar! ¿Una manifestación? De traca.
Pues de traca han sido las manifestaciones realizadas contra el Gobierno por cosas muy serias donde el Estado de Derecho estaba en entredicho; donde la unidad de la nación se veía en serio peligro; donde era lamentable permitir que ciertas minorías acaben poniendo contra las cuerdas a la mayoría de un pueblo sorprendido. Y ante todas esas aparentes tropelías, la oposición se lanza a la calle, por supuesto que dividida, en un ambiente festivo donde no podían faltar los DJ’s, música bullanguera, selfis divinos de la muette para subir a las Corralas 2.0, y terminar la lucha callejera contra los traidores a la nación con un vermú y unas bravas, que ya que estamos no nos vamos a quedar con la ganas. Como ganas se tiene la oposición entre sí, aunque no sé si tantas como las de los partidos de izquierda revolucionarios y antifas entre ellos mismos. Porque aquí nos gusta el cainismo pero deconstruido, de tal forma que acabemos todos contra todos, haciendo un homenaje, ahora que estamos con los 50 años de la Transición, a aquella frase de un político de la época, Pío Cabanillas: «¡Al suelo, que vienen los nuestros!». De traca.
Somos un país feminista en el que nadie vería normal que un tipo se sacara la chorra en público, orgulloso de ello, al grito de «¿por qué os dan miedo nuestras mingas»?, y donde se ha impedido la objetivación, cosificación y sexualización de la mujer, pero donde pagamos impuestos para que una televisión nacional pague morteradas a presentadores estrellas y periodistas afines, para acabar con una deuda millonaria y una sujeta se lance a mostrarnos sus pechos de manera reivindicativa dando, más que miedo, pena. Porque aunque ya dijera aquel abate que «la teta buena, la mano llena», uno es más felliniano y le gustan los pechos a la italiana, como aquella Sabrina que no nos venía a revindicar nada y nos pareció de perlas su descuido pectoral. No sé si entonces ya lo éramos, pero me temo que ahora, sin duda alguna, que somos un país… ¡de traca!
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