Lo mismo se podría decir de la subida del salario mínimo, solo que sus negativos efectos son todavía más directos y contundentes, ya que genera una barrera de entrada al mercado de trabajo que, por desgracia, resulta infranqueable para los trabajadores menos cualificados
The post La reducción de jornada perjudica a los trabajadores first appeared on Hércules. Una cosa es lo que cuentan los gobernantes y otra muy diferente las consecuencias reales de las políticas que defienden y aplican. Así, al igual que las restricciones aprobadas en materia de vivienda han disparado el precio de los alquileres o que la puesta en marcha del llamado “escudo social” ha dado como resultado un fuerte aumento de la pobreza, tanto la subida del salario mínimo interprofesional como la reducción de la jornada laboral terminarán perjudicando al conjunto de los trabajadores y, muy especialmente, a los más débiles y vulnerables.
El Consejo de Ministros aprobó el pasado martes bajar las horas de trabajo de 40 a un máximo de 37,5 a la semana, sin que ello suponga recorte de sueldo, con el pretexto de incrementar el tiempo libre y, de este modo, mejorar la calidad de vida de los empleados. De hecho, la ministra del ramo, Yolanda Díaz, ni corta ni perezosa, avanzó que esta medida contribuirá incluso a elevar la productividad y los salarios. Asimismo, la líder de Sumar anunció que el Gobierno endurecerá el registro horario para supervisar en tiempo real las horas que se trabajan, bajo amenaza de sanción.
Seguramente son muchos los que se alegrarán ante semejante anuncio, pero lo cierto es que, a la larga, resultará contraproducente por varios motivos. En primer lugar, porque elevará el coste laboral de la empresa. Y, a mayor coste, menos beneficio y, por tanto, menos capacidad para contratar y crear más empleo o invertir y aumentar la productividad, que, en última instancia, es lo único que permite subir sueldos y mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.
La experiencia demuestra que, en muchos casos, la productividad incluso disminuye, de modo que, a medio plazo, la reducción de jornada se acaba traduciendo en estancamiento salarial y una menor flexibilidad a la hora de escoger horarios, debido precisamente a las dificultades económicas que ocasiona a la empresa. Y, como es lógico, las más damnificadas son las pymes y los negocios que se mantienen a duras penas.
En el peor de los casos, habrá empresas que se verán obligadas a partir la jornada o despedir personal para asumir el mayor coste derivado de la reducción de horarios. Y aquí, una vez más, los trabajadores menos cualificados son los más perjudicados. Además, en el caso de grandes compañías con cierto dominio de mercado, muchas optarán por trasladar ese coste al consumidor final en el precio de sus productos y servicios, lastrando aún más el bolsillo de las familias, sobre todo las más humildes.
No hay que irse muy lejos para observar cuál será el resultado. La vecina Francia implementó la jornada de 35 horas semanales a principios del presente siglo y, más allá de dañar a las pymes y lastrar la competitividad de la economía gala, los trabajadores no sólo perdieron poder adquisitivo, sino que, al tener que producir lo mismo en menos tiempo, no fueron pocos los que vieron empeoradas sus condiciones laborales. El desastre fue de tal calibre que pocos años después el Gobierno francés tuvo que dar marcha atrás.
Algo similar sucederá en España, si bien cabe recordar que no todas las empresas ni sectores se verán afectados. No en vano, la jornada laboral media fue de 36,4 horas en 2023, ligeramente por encima de la media comunitaria, con 36,1 horas, según Eurostat. Tampoco es casualidad que los países más ricos de Europa disfruten de jornadas más cortas, empezando por Holanda, Austria y Alemania, oscilando entre las 32 y las 34 horas semanales, mientras que en las economías más pobres se suelen trabajar más horas, con Grecia y Rumanía a la cabeza, rozando las 40 horas de media. A mayor productividad, más sueldo y menos necesidad de trabajar tantas horas, ya que se produce más con menos.
Lo mismo se podría decir de la subida del salario mínimo, solo que sus negativos efectos son todavía más directos y contundentes, ya que genera una barrera de entrada al mercado de trabajo que, por desgracia, resulta infranqueable para los trabajadores menos cualificados y productivos, condenándolos así al paro o al mercado negro. Así pues, ni la subida del salario mínimo ni la reducción de jornada favorecen en nada a los trabajadores, sino todo lo contrario… Les perjudica.
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