La evolución de la Moncloa: de los tapices de Ana Botella al colchón de Sánchez

La evolución de la Moncloa: de los tapices de Ana Botella al colchón de Sánchez

Las diferentes administraciones políticas suelen realizar cambios en la residencia oficial utilizando fondos públicos asignados al presupuesto de Presidencia
The post La evolución de la Moncloa: de los tapices de Ana Botella al colchón de Sánchez first appeared on Hércules.  

Imagen: Pedro Sánchez junto a periodistas en el palacio de la Moncloa I Moncloa

Desde su origen como finca histórica hasta su transformación en la residencia oficial del presidente del Gobierno, el Palacio de la Moncloa ha experimentado significativas reformas a lo largo de los años. Cada mandatario ha dejado su impronta en la decoración y funcionalidad del complejo, adaptándolo a su estilo y necesidades.

Adolfo Suárez y el salón de las columnas

Imagen: Adolfo Suárez en el palacio de la Moncloa

Con la llegada de la democracia, el Palacio de la Moncloa dejó de ser un espacio reservado para visitas de Estado y se convirtió en el centro neurálgico del poder ejecutivo en España. Adolfo Suárez, primer presidente del Gobierno tras la dictadura, y su esposa, Amparo Illana, fueron los primeros en habitarlo como residencia oficial. Bajo su mandato, el complejo experimentó importantes modificaciones para adaptarse a sus nuevas funciones.

Uno de los cambios más significativos se llevó a cabo en la estructura del palacio: el patio interior fue techado hasta la altura de una planta para crear un gran salón de reuniones. Este nuevo espacio, concebido para albergar encuentros oficiales y ruedas de prensa, se convirtió en un punto clave de la sede presidencial a partir de 1977, cuando la Moncloa pasó a ser la sede permanente de la Presidencia del Gobierno.

Además, Suárez impulsó la modernización de la residencia con la instalación de teléfonos en prácticamente todas las estancias, una decisión que respondía a la necesidad de mejorar la comunicación en una etapa de profundas transformaciones políticas.

Más allá de los espacios destinados al trabajo institucional, Suárez también promovió la mejora de las áreas de recreo dentro del recinto. Ordenó la construcción de una pista de tenis en los jardines y acondicionó la piscina, dotando al complejo de instalaciones para el esparcimiento. Estas reformas reflejaban no solo su afición por el deporte, sino también la voluntad de convertir la residencia en un espacio más habitable para su familia.

Con estos cambios, el Palacio de la Moncloa pasó de ser un recinto simbólico a una auténtica sede gubernamental, con la infraestructura necesaria para el ejercicio del poder y la vida cotidiana de sus inquilinos.

Leopoldo Calvo Sotelo y su afición por la música

Imagen: Leopoldo Calvo Sotelo en un despacho I AFP

Durante su breve estancia en la Moncloa (1981-1982), Leopoldo Calvo Sotelo priorizó la ampliación de la vivienda presidencial. Reformó la tercera planta para añadir nuevas habitaciones y trasladó allí la residencia del presidente.

A diferencia de su predecesor, no mostró gran interés por el deporte, pero sí por la música. Como pianista aficionado, rescató una antigua sala y la convirtió en una saleta de música donde instaló un piano.

Felipe González: modernización y funcionalidad

Imagen: Felipe González reunido con un presidente autonómico

Felipe González y su esposa, Carmen Romero, residieron en el Palacio de la Moncloa durante 14 años, el período más largo de cualquier presidente hasta la fecha. Durante su mandato, el complejo experimentó una transformación profunda, consolidándose como un espacio plenamente operativo para la gestión gubernamental, con mejoras en su estructura, funcionalidad y seguridad.

Desde su llegada en 1982, González impulsó la ampliación y reorganización del recinto para adecuarlo a las necesidades del Gobierno. Uno de sus mayores proyectos fue la construcción de un pabellón funcional destinado a las reuniones del Consejo de Ministros, que hasta entonces se celebraban en espacios originalmente concebidos para otros usos. Este nuevo edificio permitió descentralizar la actividad gubernamental y aliviar la saturación de la Residencia Oficial. En sus salas se instalaron despachos para el presidente y su equipo, además de áreas diseñadas para encuentros internacionales y cumbres políticas.

En paralelo,  promovió la restauración de varias estancias históricas. El antiguo salón del Consejo de Ministros recuperó su función como comedor principal, mientras que otras salas de la planta baja, como el Salón de Columnas, fueron rehabilitadas, devolviendo al complejo su carácter palaciego.

El intento de golpe de Estado del 23-F dejó patente la necesidad de mejorar la seguridad del recinto. En respuesta, González ordenó la construcción de un búnker subterráneo con capacidad para 200 personas, dotado de estudio de televisión, hospital, sala de cine y hasta un cementerio. Esta infraestructura, conectada con los diferentes edificios del complejo, aseguraba la operatividad del Gobierno en caso de crisis.

A pesar de las exigencias de la gestión política, el presidente socialista encontró en la jardinería su vía de desconexión. Dedicó parte de su tiempo libre al cuidado de bonsáis y piedras talladas de Extremadura, además de mantener un pequeño huerto en los jardines de la Moncloa. Entre sus peculiaridades, González recibió como obsequio de Bolivia un grupo de llamas, que convivieron temporalmente en la residencia antes de ser trasladadas al zoológico de Madrid.

Aunque, si algo definió la estancia de Felipe González en la Moncloa fue la creación de La Bodeguilla, un espacio que recreaba el ambiente de una taberna sevillana. Allí, cada viernes, Carmen Romero organizaba cenas informales con intelectuales, escritores y artistas, en su mayoría vinculados al ámbito progresista. El lugar, habilitado sobre las antiguas cocinas descubiertas por el hijo de Adolfo Suárez, se convirtió en un símbolo de la vida social y cultural del Gobierno de González.

Con su combinación de modernización institucional, seguridad reforzada y un marcado toque personal, la Moncloa de Felipe González pasó a ser mucho más que la sede del Ejecutivo: se transformó en un centro neurálgico de poder y cultura.

Aznar y el regreso al Clasicismo

Imagen: Aznar y la alcaldesa de Cádiz

Bajo la dirección de Ana Botella, los interiores del Palacio de la Moncloa se enriquecieron con tapices de la Real Fábrica, sedas adamascadas y muebles de inspiración barroca, elementos que aportaron una sensación de mayor calidez y sofisticación a los espacios principales. Para reforzar la imagen de distinción, se incorporaron cuadros seleccionados de los depósitos del Museo del Prado, sustituyendo algunas obras de Pablo Picasso instaladas durante el mandato de Felipe González en el edificio del Consejo de Ministros. La apuesta por un estilo más tradicional reflejaba el deseo de dotar a la residencia oficial de un carácter solemne y elegante.

Fiel a un estricto sentido del protocolo, Botella introdujo cambios en la disposición de los espacios y en los pequeños detalles de la vida cotidiana. Entre las anécdotas más recordadas está la elección de manteles según la ubicación: en los salones interiores predominaban los de color granate, mientras que en los jardines se utilizaban en tonos azules, marcando una diferenciación entre ambos entornos.

Más allá de la decoración, la residencia presidencial experimentó mejoras funcionales. La segunda planta fue modernizada para adaptar la zona residencial a las necesidades de la familia, y en los jardines, donde Adolfo Suárez había instalado una pista de tenis, Aznar optó por colocar una cancha de pádel desmontable, un regalo del tenor Plácido Domingo. También se habilitó una sala de juegos para sus hijos, asegurando un espacio dedicado al ocio familiar.

Uno de los cambios más significativos fue la transformación de La Bodeguilla, el icónico rincón sevillano creado por Felipe González, en una cava para almacenar vinos, eliminando el aire distendido y bohemio que había caracterizado ese espacio.

Por otro lado, el presidente se mostró especialmente interesado en la fauna del complejo, convirtiéndose en protector del gato Manolo, el felino más célebre de la Moncloa. Su presencia se hizo tan popular que, tras la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Gobierno, algunos periodistas se preguntaban qué suerte habría corrido el animal.

Pese a todas las reformas, Ana Botella nunca terminó de sentirse cómoda en la Moncloa, llegando a describirla como «inhabitable para una familia normal». Su estilo de vida y su visión de la elegancia contrastaban con la funcionalidad que debía primar en una residencia gubernamental. Su legado en la Moncloa dejó una impronta de distinción y clasicismo, reflejo de su preferencia por un ambiente más aristocrático que institucional.

Zapatero y la ‘desbarroquización’ del palacio

Imagen: Zapatero en la entrada del palacio de la Moncloa I RTVE

Durante el mandato de Zapatero (2004-2011), la Moncloa abandonó las tapicerías pesadas, los muebles de inspiración barroca y las alfombras ornamentadas que habían predominado en la etapa de José María Aznar y Ana Botella. En su lugar, se optó por una paleta cromática más neutra, con predominio de tonos grises y blancos, buscando una estética más moderna y luminosa.

La renovación también incluyó el arte que decoraba el palacio. Varias obras de Pablo Picasso, retiradas en la legislatura anterior, fueron sustituidas por piezas de Joan Miró, Salvador Dalí y Luis Gordillo, cedidas por Patrimonio Nacional, que aportaban una visión más vanguardista y actual a los salones oficiales. Esta reconfiguración marcó un giro en la imagen de la residencia presidencial, que pasó de evocar un ambiente aristocrático a representar una estética más acorde con el siglo XXI.

Los exteriores del complejo también fueron objeto de modificaciones. La pista de tenis que Adolfo Suárez había instalado en los jardines y que José María Aznar transformó en una cancha de pádel desmontable fue nuevamente adaptada, esta vez como una cancha de baloncesto. Este cambio reflejaba la preferencia de Zapatero y su familia por este deporte, alineándose con un estilo de vida más dinámico y relajado.

Otro de los espacios que sufrió una transformación fue La Bodeguilla, el emblemático rincón de reuniones informales que Felipe González había convertido en punto de encuentro para intelectuales y artistas. Bajo el mandato de Zapatero, este espacio perdió su protagonismo y terminó relegado a un simple almacén, quedando en desuso la tradición de los encuentros políticos y culturales que habían marcado épocas anteriores.

El nuevo estilo impuesto en la Moncloa durante la etapa de Zapatero reflejaba una visión más austera y funcional del ejercicio del poder. Sin grandes ostentaciones ni lujos innecesarios, la residencia se adaptó a un modelo más práctico, donde la decoración y la disposición de los espacios respondían a criterios de modernidad y eficiencia.

El cambio de estética, junto con la reconfiguración de algunos de sus espacios más emblemáticos, evidenciaba una ruptura con la etapa anterior y proyectaba una imagen más contemporánea de la sede de la Presidencia del Gobierno.

Rajoy y un estilo austero

Imagen: Mariano Rajoy y Obama en el palacio de la Moncloa I Moncloa

La etapa de Mariano Rajoy al frente del Gobierno (2011-2018) supuso un periodo de discreción y pragmatismo en la gestión de la residencia oficial. A diferencia de algunos de sus predecesores, el líder del Partido Popular no llevó a cabo grandes transformaciones en el Palacio de la Moncloa, limitándose a ajustes menores en la disposición de los espacios y el mobiliario. La sala de reuniones del Consejo de Ministros fue simplificada, buscando una mayor funcionalidad sin alterar su esencia histórica.

Elvira Fernández, esposa de Rajoy, mantuvo un enfoque reservado en su estancia en la Moncloa, evitando convertir la residencia presidencial en objeto de interés mediático. A diferencia de otras primeras damas que dejaron su impronta en la decoración del complejo, Fernández optó por la sobriedad y la reutilización, sin realizar cambios significativos en la distribución ni en el estilo de los espacios.

Entre las pocas modificaciones impulsadas, destacan la elección de un tono blanco roto para las paredes, en sustitución del tradicional beige, y la renovación de una mampara en uno de los baños. También se reemplazaron los colchones, pero sin recurrir a modelos de lujo ni gastos innecesarios.

En línea con la política de austeridad que marcó el mandato de Rajoy, la decoración de la Moncloa se ajustó a criterios de funcionalidad y aprovechamiento de recursos. No hubo adquisiciones en tiendas exclusivas ni compras de mobiliario costoso. En su lugar, se recurrió a los almacenes del palacio para recuperar muebles en desuso, que fueron restaurados y reubicados en diferentes estancias. Un ejemplo de esta estrategia fue un pequeño sillón, que simplemente se retapizó para adecuarlo a su nuevo espacio.

Lejos de las reformas de gran envergadura o de los cambios estilísticos marcados por gustos personales, la estancia de la familia Rajoy en la Moncloa se caracterizó por la continuidad y la contención del gasto. Su legado en la residencia oficial fue el de una normalidad sin artificios, en la que predominó la funcionalidad por encima de la estética.

Sánchez y el cambio del colchón

Imagen: Pedro Sánchez y un presidente autonómico I Atlas

Durante el periodo de Pedro Sánchez al frente del Gobierno español (2018-2024), el Palacio de La Moncloa experimentó modificaciones que, aunque discretas, captaron la atención mediática. Una de las decisiones más comentadas fue la renovación del colchón en la residencia presidencial.

Al asumir el cargo en junio de 2018, Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, optaron por sustituir el colchón utilizado por sus predecesores y repintar el dormitorio principal. Según el presidente, esta fue su «primera decisión» en La Moncloa, una medida que justificó con el refrán: «Dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión», indicando su deseo de mantener una perspectiva independiente.

Contrario a algunas afirmaciones que sugerían gastos elevados en la renovación de La Moncloa, los desembolsos fueron moderados. Según datos oficiales, se invirtieron aproximadamente 3.466 euros en la adquisición de mobiliario, incluyendo dos colchones, un canapé, un sofá modular de tres plazas, un cabecero de cama y una cama infantil con cajones y colchón.

Además de estas compras, se llevaron a cabo trabajos de mantenimiento y mejora en el complejo presidencial. Entre ellos, la restauración de un muro en el jardín, con un coste cercano a los 44.600 euros, y labores de pintura en diversos edificios del recinto, que sumaron alrededor de 41.500 euros. También se adquirió una nueva cinta de correr para el gimnasio, valorada en aproximadamente 2.600 euros.

The post La evolución de la Moncloa: de los tapices de Ana Botella al colchón de Sánchez first appeared on Hércules.