Sintoísmo: la religión ancestral de Japón

Sus principales templos (llamados Jinja), son siempre reconocidos por sus puertas tipo torre, las cuales marcan la entrada al terreno sagrado, separándolo del mundo terrenal
The post Sintoísmo: la religión ancestral de Japón first appeared on Hércules.  Junto con el budismo, importado desde China cuando en realidad brotó por primera vez en la India –aunque llegara al Imperio del Sol Naciente a través de Corea–, existe otra religión la cual se considera la indígena de Japón. Y les estoy hablando del sintoísmo, que venera a los kami, que en japonés dice referirse a las deidades y espíritus sobrenaturales que existen en la naturaleza y son veneradas por lo que y, a su vez, el sintoísmo se considera una religión animista. Porque el animismo es la tendencia a atribuir a los objetos y hechos físicos, lo cual señala a las entidades inanimadas, cualidades biológicas como la vida o psicológicas como la conciencia o la intención. Como ejemplo, para el hinduismo balinés, demasiado sui generis y cercanísimo al animismo, tanto una piedra como un árbol o una montaña podría ser un Dios. Y por eso el indonesio islámico, el cual controla todo en su inmenso archipiélago siempre desde Yakarta, no acepta del todo a este tipo de credo al cual controla de forma férrea cuando lo ningunea cuando les es necesario. 

En Japón, afortunadamente, no existen conflictos religiosos, asumiendo que la práctica del sintoísmo es la antípoda de lo fanático. Y que un país no invierta buena parte de su energía vital en asuntos tan trascendentales como repetitivos en el tiempo, suele ayudar a que esa nación sea mucho más dinámica, en realidad resolutiva, cuando de PIB, patentes y nivel cultural hablamos. 

Porque en realidad, de los 108 millones de japoneses que practican el sintoísmo –el 80% de la población; casi la misma proporción de nipones que practican el budismo, ya que la mayoría de los japoneses acepta ambas religiones–, sólo cuatro millones –el 3’3% de su población– lo hacen de forma continuada. O dicho de otro modo: Japón no es, ni de lejos, un país que se pudiera asociar a la religión; o al menos a una población que la practique a menudo y a conciencia. Como dato incontestable, el sintoísmo no dispone de ningún libro santo. Ademas, es una religión que venera de manera especial a los ancestros. 

Amaterasu, deidad femenina del sol; Susanoo, su hermano, Dios del mar y las tormentas; y los dioses creadores de las islas que conforman el archipiélago nipón: Izanami e Izanagi. Porque todos ellos son los principales de una creencia tan abierta y amigable que ha llegado a celebrar bodas entre personas del mismo sexo, cuando Japón no reconoce el matrimonio homosexual aunque algunos tribunales del país hayan dictaminado que esas maneras de ser podrían ser inconstitucionales. 

Sus principales templos (llamados Jinja), son siempre reconocidos por sus puertas tipo torre, las cuales marcan la entrada al terreno sagrado, separándolo del mundo terrenal. Entre los más conocidos templos está el santuario Fushimi Inari Taisha, en los arrabales de Kioto, el santuario Itsukushima en la isla sagrada de Miyajima (cerca de Hiroshima), y el toro flotando en las aguas del mar de Japón. En realidad, los lugares sagrados del sintoísmo en Japón sobrepasan los 80.000. 

Menos conocidos para el turista aunque muy valorados por los japoneses son el santuario de Ise, el más sagrado de Japón que debe visitarse al menos una vez en la vida. Además, el santuario de Izumo: el lugar de los Dioses, que según la leyenda, se levantó antes siquiera de que la milenaria ciudad de Kioto se fundara. 

Para los que sí conocen –o eso creen– el budismo, a grandes rasgos podríamos decir que las diferencias entre ambos credos tienen que ver con que mientras el budismo exprime la meditación para alcanzar la sabiduría y la iluminación individual, el sintoísmo invierte en el culto a los antepasados y a la naturaleza. 

La liturgia sintoísta, además, es muy llamativa. Primero, porque antes de cualquier ceremonia las personas que van a participar en la misma deben purificarse para limpiarse el cuerpo y el espíritu de impurezas. Esta práctica incluye la toma de duchas rituales. Las oraciones, llamadas gokai, donde se solicitan bendiciones, protección y ayuda son parte esencial de la liturgia. El arroz hervido, los chupitos de sake, las frutas cortadas, el pescado cocinado o el dinero, tantas veces en fajos de menor importancia, son entregados a los kami como muestra de gratitud y respeto. Esta parte de la liturgia es exactamente igual a la que los balineses practican. De hecho, se cree que el sintoísmo llegó a Japón miles de años atrás desde Taiwán cuando a esta isla también conocida como Formosa arribó desde lo que hoy sería Indonesia. 

Los bailes sagrados, los rituales de purificación e incluso el chamanismo, forman parte de los ritos de esta religión ancestral y autóctona del Japón. En realidad, lo que pretenden los que practican el sintoísmo es mantener el equilibrio entre el mundo humano y el espiritual, facilitando la comunicación con los kami, y promoviendo la armonía y la prosperidad. 

El sintoísmo, al contrario que otras religiones más voluminosas, prohíbe asuntos de poder, que por ello, les dejarían fuera de la toma de decisiones. Por ejemplo, se niega que mediante el culto a su religión se promuevan guerras o al ultranacionalista cuando queda terminantemente prohibido que los templos sean subvencionados por el Estado cuando la propia doctrina sintoísta no es obligatoria en los libros de texto escolares que sólo deben dar conocer la historia de la religión más ancestral del Japón sin entrar en el proselitismo. 

En el resto del mundo, es harto complicado encontrar templos o practicantes del Shinto. En Corea del Sur, país vecino, el cual Japón dominó durante décadas de manera imperativa, existe un legado de aquella cultura ancestral que hoy siguen practicando unos pocos de miles de surcoreanos. De todas formas, la práctica del sintoísmo es absolutamente posible fuera de Japón. 

La internacionalmente conocida Marie Kondo, escritora y empresaria de 40 años, natural de Osaka, es uno de los buques insignias que públicamente reconocen practicar el Shinto. A su vez, el mismísimo emperador de Japón, Naruhito, es conocido por contribuir al sintoísmo practicándolo, y por ende, promocionándolo. 

Y si alguien deseara profundizar de manera concisa en el sintoísmo deberá leer, sin ningún género de dudas, el libro Sintoísmo. La vía de los kami, que editado por la editorial gijonesa Satori en 2014, explica con todo lujo de detalles las bases de esta religión y su implicación en la cultura japonesa. El libro, muy certero, es una introducción más que adecuada para todos aquellos que deseen conocer los detalles de una religión, que aunque en Japón sea mayoría, no molesta interviniendo en el día a día político, por lo que adoctrina menos y mejora, dentro de lo que cabe, a la sociedad, la cual no debe temer si decidiera hacerse budista o simplemente, no practicar el Shinto.

Como no podía ser de otra forma, las religiones en Japón, un país sobresalientemente civilizado, participan de la sociedad y nunca la controlan. 

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