El olvido de Cervantes

Si consideramos que nuestra lengua es el mayor recurso con el que contamos en tanto proyecto político el silenciamiento sobre el aniversario de la muerte de Cervantes -no es un mero olvido sino una decisión política- solo puede estremecer
The post El olvido de Cervantes first appeared on Hércules.  El 23 de Abril tocaba un importante aniversario cervantino -los 400 años del fallecimiento del autor de El Quijote– que, sin embargo, no se celebró. Yo me enteré, digamos de chiripa. por un compañero del FB que lo hizo notar con no poco lamento. Cervantes, como todos sabemos, es considerado uno de los gigantes de la literatura universal. Su obra culmina el proceso de constitución del castellano como lengua de alta cultura que iniciara el gran Garcilaso de la Vega con sus sonetos introduciendo los metros renacentistas en la poesía de la época. Su obra, editada por Diego Boscan y publicada en Barcelona, es una de las cimas de nuestra literatura.

La figura de El Quijote, entendiendo la vida como milicia, seguirá la pauta marcada por Erasmo de Rotterdam en el Enquiridión militis christiani también conocido como Manual del perfecto caballero cristiano; una milicia de orden moral que debiera perfeccionar al caballero. No olvidemos que Cervantes fue un milite, esto es, un soldado que vivió las más tremendas peripecias. Además de milite, hacia los veinte años, fue discípulo de Juan López de Hoyos el catedrático, seguidor de Erasmo, que dirigía los Estudios de la villa de Madrid. Cervantes asistirá a sus clases iniciándose como poeta bajo su amparo al introducir varios poemas de su autoría en el libro conmemorativo de la muerte de Isabel de Valois, la reina consorte de España de la que tanta se enamorara Felipe II. El carácter aventurero de Miguel de Cervantes, que intento incluso irse a América, y, sincrónicamente, el sentido de lo práctico que revela el haber trabajado durante no poco tiempo como comisario de abastos y recaudador de impuestos se deslizan hacia ese Sancho viviendo a pie de tierra y ceñido a la praxis y hacia ese Quijote de corazón intensamente aventurero. Ambos operaran como contrapunto el uno del otro y enhebraran una figura compartida. El caballero enjuto, de suyo asceta e instalado en la vía del amor a su dama, y Sancho, generoso consigo mismo, con sus fragilidades, con la vida y con casi todo el mundo; el perfecto liberal si nos atenemos al significado de este término en el siglo XVI.

Ambos cuerdos y locos, en la estela del humanismo español y de ese Elogio de la locura que dijera Erasmo desvelando las verdades que se opacan, servirán el engarce de la fértil tensión creativa entre realismo e idealismo, que nos indicara Ortega, a la base de El Quijote. La cuestión de la locura de Alonso Quijano, pariendo El Quijote, no será pues un asunto menor; tampoco la de Sancho pidiéndole a Alonso Quijano, al final de El Quijote, el retorno del caballero andante ni ejerciendo a lo largo de toda la obra ese realismo de la realidad viva por decirlo al modo de Ortega. La locura visionaria y quijotesca, que ve más allá de la convención social, de la mano del realismo de Sancho devolviendo a la tierra al Quijote visionario…

Es cierto que Cervantes escribió El Quijote para burlarse de las viejas historias de caballería pero impresiona hasta donde alcanza su humor y su sátira; la inspiración cervantina abandonada a su propia palabra más allá de sí y en un acto de creatividad desbordada. Los aciertos de Cervantes deslumbran. El solito se saco de la manga la gran novela moderna en tanto gran narrativa que indaga en cuestiones existenciales y de pensamiento. Así culminaría el proceso abierto por el Renacimiento Italiano tratando de constituir una paideia renovada para Occidente desde los studia humanitatis y, por tanto, desde lo que terminaran siendo las humanidades promoviendo ese cuidado de sí postulado por los clásicos.

Se ha dicho que los perfiles de Quijote y Sancho nos trasladarían a los tipos humanos de la monarquía hispánica que compartieron existencia con Cervantes y lo cierto es que el autor de El Quijote sirve un formidable espejo existencial en el que mirarse enhebrando ambos personajes. De hecho, muchos y no solo en España quisieron mirarse desde los ojos de El Quijote. Hoy en día estamos lejos de ese estado de ebriedad capaz de lo práctico que presentaban los españoles de ese tiempo y que tantas cosas explica -buenas y malas-. A las gentes de ese tiempo no se les habría olvidado celebrar al caballero enjuto ni tampoco dirigente político alguno habría decidido no hacerlo silenciando el aniversario. En nuestro tiempo lo que nos caracteriza es la pasividad extrema de un español acaso anestesiado casi hasta el rigor mortis y engustado de mirarse con ojos ajenos. Una disposición, por cierto, no exenta de masoquismo. Me viene a la cabeza el tremendo capítulo de la afamada serie para niños Erase una vez el hombre dedicada al siglo XVI español y saturada de tópicos negrolegendarios… Si bien era un serie francesa colaboraba también la TVE pública poniendo los dineros… Recuerdo a Julio Ceron quejándose en los ochenta de la pasividad y la atonía ante el poder de la ciudadanía española, con seguridad una de las más evidentes pervivencias del franquismo en tanto gran lastre de la dictadura y de la guerra civil. De tal umbral de parálisis política se han beneficiado tanto gobiernos de izquierda como de derecha.

Si consideramos que nuestra lengua es el mayor recurso con el que contamos en tanto proyecto político el silenciamiento sobre el aniversario de la muerte de Cervantes -no es un mero olvido sino una decisión política- solo puede estremecer. ¿La conmemoración no agradaría a los socios de gobierno de quienes nos gobiernan?. Pudiera ser la causa ahora bien si indagamos en esa dirección nos quedaríamos en la simple superficie. Lo verdaderamente decisivo es que algo así pueda llegar suceder, las condiciones que lo amparan, y una vez sucedido lo que deja traslucir de la España actual. Consideremos que si algo acontece debe antes ser concebible y posible en tanto acontecer. En ese nivel es donde se encuentra la clave que explica la no-celebración de este aniversario. No olvidemos que un acontecimiento de tal calibre en cualquier otro lugar del mundo habría suscitado todo tiempo de celebraciones y festejos desde la normalidad de quien atiende a lo más granado de su propia matriz cultural.

Esa clave no puede ser otra que la falta de vitalidad y la atonía que nos decía Julio Cerón y de la que parece que no nos reponemos. A la base de esta atonía la mirada con la cual nos percibimos y que, siendo ajena, intercepta el ejercicio de memoria y la vitalidad desatada que anima toda regeneración. En este sentido solo cabe ser pesimista respecto de los destinos de un país que no se quiere -hay muchos intereses en ello- y que, desde esa pasividad, deja hacer dócilmente al poder. Ojala me equivoque pero todo apunta a que el futuro verá abrirse grietas mal suturadas -o sin suturar-que lejos de acercar a nadie a la realización de proyecto político alguno solo nos llevaran al conflicto. Una democracia consolidada exige de grandes consensos que partan de la base de acuerdos básicos que hagan reconocible al opositor político. Nos encontramos lejos de eso y atenazados por la crispación. En tal paisaje el hecho de no celebrar este aniversario cervantino, insisto, no es algo casual.

Ojala me equivoque y que el tiempo crepuscular que parace inhabitarnos, -y no solo a nivel español- remita en el hallazgo de nuevos horizontes de encuentro.

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