Una reconfiguración algorítmica de Google y YouTube ha asfixiado digitalmente a la prensa independiente turca, debilitando el acceso a voces críticas. Legisladores y periodistas denuncian una colaboración tácita con el autoritarismo de Erdogan
The post La censura tiene algoritmo, la prensa crítica turca, silenciada desde Silicon Valley first appeared on Hércules. En enero de 2025, una revisión profunda del algoritmo de Google y su subsidiaria YouTube ha oscurecido digitalmente a medios alternativos y voces críticas dentro y fuera de Turquía. Lo que parecía una actualización técnica desató una tormenta política, alimentando acusaciones de censura encubierta y de complicidad tecnológica con el régimen de Recep Tayyip Erdoğan.
La modificación coincidió con una oleada represiva por parte del gobierno turco, lo que disparó sospechas entre analistas y periodistas: ¿actúan los gigantes tecnológicos como nuevos ejecutores del control informativo? Turquía, ya catalogada como uno de los entornos mediáticos más restrictivos del mundo, ahora parece sufrir una doble mordaza: estatal y algorítmica.
Medios independientes como T24, Medyascope, Diken y BirGün reportaron caídas de tráfico que rondan el 80% tras la implementación de los nuevos filtros digitales de Google. Su visibilidad en canales esenciales como Google Discover o Google News prácticamente desapareció, dejando en riesgo su modelo económico y su capacidad de difusión.
El asunto escaló rápidamente al Parlamento turco, donde el Comité de Medios Digitales protagonizó una sesión caótica. Legisladores opositores acusaron a Google de actuar como agente censor y exigieron transparencia. “Estamos frente a una censura de guante blanco”, declaró un parlamentario, tras interrogar a los ejecutivos de la empresa.
La crisis ha puesto a los medios no alineados con el oficialismo bajo una presión financiera extrema. Dependientes del tráfico digital para sostenerse, ahora enfrentan una disyuntiva crítica: adaptarse a un algoritmo opaco o extinguirse. El debate sobre el poder de las plataformas tecnológicas para moldear el discurso público ha vuelto con fuerza, especialmente en contextos autoritarios donde un descenso en los rankings equivale a la desaparición.
La situación se complica con nuevas normativas impuestas por el Estado turco. En 2024, el Consejo Supremo de Radio y Televisión (RTÜK) obligó a que todos los canales de YouTube con base en Turquía tramitaran licencias, bajo amenaza de cierre. Organismos internacionales lo denunciaron como un mecanismo moderno de represión informativa.
El alcance de periodistas en el exilio también se ha desplomado. Los canales de YouTube de Adem Yavuz Arslan (EE. UU.) y Bülent Korucu (Suecia) han sido prácticamente invisibilizados, a pesar de no violar ninguna normativa de la plataforma. Su contenido —en su mayoría de carácter investigativo y crítico con el gobierno turco— ya no aparece en búsquedas ni recomendaciones.
Medios como Sözcü y Halk TV, que mantienen una línea editorial independiente, también se han visto golpeados. Halk TV registró una caída del 50% en sus visitas desde buscadores, y Sözcü pasó de 20 millones de accesos mensuales a menos de 10 millones. Ambos sostienen que los algoritmos priorizan ahora a portales progubernamentales.
La audiencia parlamentaria del 8 de mayo degeneró en gritos, choques y bloqueos, especialmente cuando el legislador opositor Murat Emir acusó al gobierno de “manipular a Google para callar la disidencia, como callaron al alcalde İmamoglu”. Sus peticiones para abrir un debate formal sobre censura digital fueron ignoradas, lo que provocó un tumulto entre bancadas.
“Esto no es un ajuste técnico, es un cerco planificado”, advirtió Emir. “Estamos frente a una nueva etapa del autoritarismo: el algoritmo como herramienta de supresión”.
Desde Google, Johannes Müller, director de relaciones de búsqueda para Europa Central, negó cualquier motivación política. Afirmó que la actualización fue global, enfocada en mejorar la experiencia de usuario y la calidad de los resultados de búsqueda. Sostuvo que factores como la velocidad de carga, la optimización para móviles y la fiabilidad editorial guiaron los cambios.
“Estos ajustes no están dirigidos a ningún medio ni país”, insistió Müller. “Animamos a todos los editores a adaptarse a los nuevos estándares técnicos”.
Pero para muchos observadores, los efectos han sido inequívocamente selectivos. Medios críticos, tanto dentro como fuera de Turquía, han sufrido una pérdida de visibilidad sin explicación clara, mientras que plataformas progubernamentales parecen inmunes al descenso.
Uno de los casos más emblemáticos es el del periodista Cevheri Güven, exiliado en Alemania. Reconocido por sus reportajes sobre corrupción y estructuras del poder profundo en Turquía, Güven ha visto cómo sus videos fueron borrados de las recomendaciones y búsquedas de YouTube. Su audiencia crece, pero el algoritmo lo esconde.
En abril, su canal fue restringido para usuarios dentro de Turquía, a pedido del gobierno. A eso se sumó el shadow banning de su cuenta en la red social X. “No pueden arrestarme, así que me borran”, denunció Güven. “Ahora la represión no se hace con esposas, sino con código”.
Todo esto ocurre en paralelo a una ofensiva más amplia del régimen contra la oposición. En marzo, el alcalde de Estambul, Ekrem İmamoglu, fue arrestado por cargos que sus seguidores califican de arbitrarios y políticos. Poco después, su cuenta en X fue bloqueada en el país por “incitación”, en virtud del artículo 8/A de la Ley de Internet turca (n.º 5651).
Durante la audiencia en el Parlamento, Emir denunció el arresto como una operación judicial dirigida desde el poder político. “Criticar al gobierno te lleva al calabozo o al olvido digital”, dijo. Las protestas por la detención de İmamoglu se multiplicaron por todo el país, con más de 1.800 detenidos, incluidos periodistas, estudiantes y activistas.
Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. Reporteros sin Fronteras y el Comité para la Protección de los Periodistas instaron a Google a rendir cuentas y a explicar cómo su sistema está afectando de forma desproporcionada a los medios turcos que no responden al oficialismo.
“El problema no es solo el algoritmo, es su opacidad”, señaló un experto en derechos digitales. “Cuando la lógica del mercado y la presión autoritaria convergen, los algoritmos se convierten en herramientas de silenciamiento”.
Ante las críticas, Google ha prometido abrir canales de diálogo con editores locales. Sin embargo, hasta ahora no se han presentado medidas concretas para revertir la situación.
Desde hace años, el gobierno de Erdoğan ha construido un andamiaje legal para amordazar internet. Desde 2019, ha impulsado leyes que amenazan a redes sociales con multas y bloqueos si no colaboran con la censura oficial. La estrategia ha sido doble: presión legal por un lado, seducción publicitaria por otro.
En 2021, el abogado Gönenç Gürkaynak, representante legal de Google, YouTube y X en Turquía, se jactó ante el Parlamento de haber “roto la resistencia” de las empresas tecnológicas internacionales a colaborar con las nuevas leyes. “Google fue la primera en alinearse con el marco legal turco”, declaró con orgullo. La colaboración entre corporaciones tecnológicas y gobiernos autoritarios ya no es un asunto hipotético. Para los medios turcos independientes, se ha vuelto una cuestión de supervivencia.
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