Mónica Katz, médica nutricionista: «comer harinas no te engorda automáticamente»

Mónica Katz, médica nutricionista: «comer harinas no te engorda automáticamente»

Entre la confusión cotidiana que genera cada nueva tendencia alimentaria, todo lo asociado con la harina sigue generando opiniones divididas. ¿Es un alimento básico en nuestra cocina o enemiga del peso saludable y el bienestar? Mónica Katz, médica nutricionista, aclara un mito que ha trascendido por décadas: «la harina no se transforma en grasa como
The post Mónica Katz, médica nutricionista: «comer harinas no te engorda automáticamente» appeared first on Mejor con Salud.  Entre la confusión cotidiana que genera cada nueva tendencia alimentaria, todo lo asociado con la harina sigue generando opiniones divididas. ¿Es un alimento básico en nuestra cocina o enemiga del peso saludable y el bienestar? Mónica Katz, médica nutricionista, aclara un mito que ha trascendido por décadas: «la harina no se transforma en grasa como creíamos en los 80».

Katz es directa. En los últimos años, las consultas más frecuentes dejaron de ser las de bajar de peso o controlar valores de laboratorio; más que esto, muchos pacientes han llegado con incertidumbre sobre lo que comen. Y es que con tanta difusión de información, mucha sin fundamento, el temor se volvió algo tan cotidiano como el pan en la mesa.

«Mucha gente llega con miedo a la comida. Le han convencido de que alimentarse es casi un acto peligroso», explica la especialista.

Lo cierto es que por años hemos vivido la paradoja de demonizar alimentos mientras sustancias mucho más nocivas son legalizadas. Basta mirar la televisión para ver cómo el vino o la cerveza se presentan en contextos emocionales que refuerzan su aceptación social, mientras la harina o el azúcar parecen sospechosas.

¿Eliminar la harina es la solución?

La respuesta de Katz es clara: no. «El exceso de harina no es bueno, pero el cero harina tampoco», afirma. Eliminar este ingrediente de manera estricta aumenta los niveles de cortisol, hormona del estrés, lo que significa que el cuerpo tendrá más dificultades para sostener cualquier cambio.

Sin embargo, sí hay opciones que son preferibles debido a que contienen más fibra, vitaminas y minerales, y un mejor índice glucémico. Entonces, ¿qué harinas recomienda? Principalmente las de grano entero, como la pasta y el pan integral. También arroz integral y papas cocidas y enfriadas.

Como comenta Katz, elegirlas es un pequeño gesto que permite añadir variedad a la dieta, disfrutar de platos cotidianos y mejorar su impacto en el cuerpo. Y es que, por ejemplo, al enfriar la papa o el arroz, parte del almidón se vuelve resistente a la digestión, lo que ayuda a evitar picos altos de glucosa. Y esto, aunque es un efecto modesto, nos permite comerlos con placer y menos culpa.

El mito más extendido: la harina convierte en grasa

La creencia de que todo lo que proviene de la harina «va directo a las caderas» no tiene respaldo científico, afirma Katz. «De medio kilo de harina, apenas 9 gramos pueden transformarse en grasa», aclara. Aun así, hay muchos factores que determinan este proceso y no significa que automáticamente vas a engordar.

El cuerpo usa casi todo como combustible; la lipogénesis de novo, ese proceso que convierte azúcar en grasa, es mínima en humanos. Por lo tanto, el temor heredado de los 80 no corresponde a la realidad actual.

¿Qué pasa con el gluten y los «productos libres de…»?

«El gluten solo es problemático para quienes tienen celiaquía o sensibilidad confirmada. Para la mayoría de personas sanas, sacarlo de la dieta no aporta beneficios», dice la nutricionista. Los productos «free» algunas veces contienen menos nutrientes y son más costosos.

Eso sin contar con que sus etiquetas confunden a los consumidores y pueden influir en conductas de sobrealimentación o, sin querer, enviar el mensaje de que las versiones normales de los alimentos son menos nutritivas, generando más fobia alimentaria.

Y los horarios… ¿Sirven las restricciones como «no azúcar después de las 4»?

«No hay evidencia real de que el metabolismo cambie drásticamente según la hora», señala Katz. Si bien el cuerpo procesa mejor los hidratos en la mañana, una porción dulce por la noche no debería ser motivo de preocupación. El secreto es procurar la ingesta de porciones moderadas, escuchar las señales de saciedad y usar el plato como referencia, no la balanza o los gramos.

La comida tiene un rol emocional. Somos seres que buscan el placer, no solo máquinas de quemar calorías. Por eso, la nutricionista insiste en la importancia de recuperar el disfrute sin miedo. «Un poco de harina, con criterio y equilibrio, es parte de una vida sana». Su consejo final: menos prohibición y más preguntas y acompañamiento profesional ante la duda.

Tal vez el verdadero cambio empiece por olvidarse de extremos y atreverse a comer sin culpa ni drama, inclusive esos alimentos que, como la harina, han tenido mala fama.

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