La única forma de que el Viejo Continente vuelva a brillar con luz propia es apostando firmemente por la regla de oro del crecimiento: libertad económica, impuestos bajos y seguridad jurídica
The post Y Draghi parió un ratón first appeared on Hércules. El expresidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi ha presentado esta semana un particular plan de acción para relanzar la anquilosada economía europea a fin de recuperar el terreno perdido con las otras dos grandes potencias del planeta, como es Estados Unidos y China. Y, aunque Draghi acierta en gran medida en el diagnóstico de la enfermedad, lo cierto es que se queda muy corto en lo referido al recetario a aplicar, de modo que, muy posiblemente, el citado informe terminará siendo papel mojado.
El valor del documento en cuestión, elaborado a petición de la propia Comisión Europea, consiste en que, al menos, enciente al fin las señales de alarma, lo cual no es poco. Europa se ha mantenido ciega, sorda y muda en los últimos años ante el desastroso rumbo emprendido por los burócratas de Bruselas, cuya obsesión por el cambio climático y el intervencionismo estatal, además de encarecer la energía, ha terminado lastrando de forma muy sustancial el crecimiento económico del continente.
Sin embargo, Draghi alerta sobre los nefastos resultados cosechados. El PIB de la UE avanza a un ritmo lento, sobre todo en comparación con los americanos y los chinos. Y la causa no es otra que la reducida productividad, consecuencia a su vez de una menor inversión empresarial, mayores costes energéticos y una excesiva regulación que dificulta la innovación.
Prueba de ello es que ninguna gran empresa europea con un tamaño superior a los 100.000 millones de euros ha sido creada desde cero en los últimos cincuenta años, a diferencia de las seis compañías norteamericanas valoradas en más de 1 billón de euros. Tan sólo cuatro de las cincuenta mayores tecnológicas están en suelo comunitario y, por si esto no fuera poco, el 30% de las empresas de nueva creación que superan los 1.000 millones se acaban trasladando a EEUU.
Asimismo, la energía en Europa es mucho más cara, dado que, entre otras cosas, está sometida a los impuestos más altos del planeta. Y, mientras que la UE ha aprobado más de 13.000 normativas desde 2019, en EEUU esta cifra se reduce a 3.000. ¿Conclusión? Europa necesita más innovación, energía barata y libertad económica.
El diagnóstico, por tanto, es correcto, pero la solución que incluye el citado informe es una combinación de propuestas erróneas e insuficientes, cuando no imposibles. Según Draghi, la UE necesita invertir hasta 800.000 millones adicionales al año para reducir la brecha de innovación respecto a EEUU y China, cuantía que en su mayor parte debería proceder del sector privado. Y para ello propone crear una verdadero mercado común de capitales e incluso emitir deuda en forma de eurobonos para completar dicho esfuerzo.
Por otro lado, su apuesta en materia energética se resume en aumentar todavía más las energías renovables, al tiempo que aboga por la autosuficiencia en determinados sectores productivos para no tener que depender de terceros países, lo cual, en última instancia, deja entrever la necesidad de aplicar mayores subvenciones y ayudas públicas a la industria comunitaria. El problema regulatorio, por el contrario, queda relegado a un segundo plano, pese a que debería ser la prioridad número uno de la UE.
En resumen, más gasto público en forma de deuda comunitaria, a imagen y semejanza de los fondos Next Generation, más planificación energética y una mera recomendación de reducción normativa que queda a voluntad de los eurócratas. Si a todo ello se añade que el informe en cuestión ha sido realizado a petición de la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, una de las principales responsables del suicidio de Europa, lo que ha hecho Draghi es parir un ratón.
La única forma de que el Viejo Continente vuelva a brillar con luz propia es apostando firmemente por la regla de oro del crecimiento: libertad económica, impuestos bajos y seguridad jurídica. Todo lo que se aleje de eso no surtirá efecto. Y, desde luego, avanzar en la unión política para crear un gran súper estado europeo con sede en Bruselas, lejos de resolver nada, agravará el particular declive de la UE que tan bien retrata Draghi.
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