El estratega cartaginés demostró su destreza militar en el campo de batalla llevando a su ejército al límite físico y mental
The post Aníbal: el general que desafió a Roma first appeared on Hércules. Una civilización como la romana que llegó a dominar gran parte del mundo se granjeó numerosos enemigos y Aníbal fue uno muy duro de pelar.
Juramento eterno de sangre
Aníbal Barca (247 a.C. – 183 a.C.), cuya etimología significa «quien goza del favor del dios Baal» (Hanni-baʾal) y «rayo» (Barqä), fue inculcado en el arte de la guerra por su padre Amílcar Barca cuando era tan solo un niño y con 25 años ya ocupó el cargo de comandante en jefe.
Tito Livio en el libro XXI ofrece un retrato de Aníbal muy atroz, pero reconoce que era «audaz para afrontar los peligros, prudente en medio del peligro», además de tener un cuerpo infatigable y carácter invencible.
Por otro lado, el biógrafo Cornelio Nepote en su obra De viris illustribus o Sobre los hombres ilustres recoge el juramento de odio a los romanos que su padre le obligó a hacer a los nueve años al ir a Hispania: «mientras hacía sacrificios, me preguntó si quería ir con él a la guerra. Al decirle yo que sí iba con mucho gusto y rogarle que no dudara en llevarme, (…) al momento me llevó junto al altar ante el que estaba haciendo el sacrificio (…) y con la mano puesta sobre el mismo me hizo jurar que jamás firmaría una paz con Roma». Una promesa que cumplió hasta el fin de sus días.
Hannibal ad portas
El ingenio de Aníbal se demostró en la segunda guerra púnica (218-201 a.C.), que comenzó por el duro asedio de Sagunto (aliada de Roma) del general cartaginés durante ocho meses, provocando la caída y devastación de la ciudad. Su objetivo primordial era el debilitamiento de la hegemonía romana en el Mediterráneo occidental, con vía libre en Hispania. Por tanto, llevó la guerra a Italia para separar a los aliados itálicos de Roma y lograr su aislamiento total.
El primer movimiento que evidenció la maestría táctica de Aníbal fue cruzar los Alpes con un ejército inicial de aproximadamente 90.000 soldados de infantería, 12.000 jinetes y 37 elefantes, de manera que sorprendería a Roma en su ataque desde el norte. No obstante, esta travesía le supuso un grave coste humano, restando 20.000 infantes, 6.000 jinetes y un elefante por las severas condiciones climáticas, incluso, el cartaginés perdió la visión en un ojo a causa de una infección.
A partir de ahí, se desarrollaron una serie de batallas conocidas por la inferioridad en número del ejército cartaginés frente al romano y, pese a esta desventaja, triunfar, por ejemplo, la batalla del río Trebia (218 a.C.), el Lago Trasimeno (217 a.C.) o la de Cannas (216 a. C.), la cual provocó que Aníbal estuviera a las puertas y la destrucción fuera inminente.
Sin embargo, la batalla de Zama (202 a.C.) en África del Norte fue decisiva en el final de la segunda guerra púnica, concluyendo con la victoria del general romano Publio Cornelio Escipión (conocido como Escipión el Africano).
Por último, el político Catón el Viejo proclamó a finales de sus discursos que «Cartago debe ser destruida» (Carthago delenda est) para cerciorarse que Cartago no vuelva a ser un peligro ni resurja entre sus cenizas. Y así fue.
Después de la guerra, Aníbal fue exiliado de Cartago por motivos políticos. Pasó el resto de su vida viajando por varias cortes de reinos enemigos de Roma como Bitinia. Finalmente, rodeado por las tropas romanas, se suicidó en el 183 a.C. ingiriendo el veneno que contenía su anillo para evitar ser asesinado por su feroz rival.
Actualmente, no solo se estudian y admiran la brillantez de las tácticas militares de Aníbal, sino también se recuerdan estas guerras púnicas y a la familia Barca en las fiestas de “Carthagineses y Romanos” en Cartagena en la segunda mitad de septiembre.
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