Las imágenes de Hércules en Pompeya

Entre los muchos temas que abundan en la pintura pompeyana, en sus diversos estilos, hay que destacar el ciclo de mitos de Hércules
The post Las imágenes de Hércules en Pompeya first appeared on Hércules.  La inefable ciudad de Pompeya, descubierta gracias a los buenos oficios del ingeniero aragonés Alcubierre, en la época del gobierno del que luego sería Carlos III de España, alberga una instantánea de lo que fue el mundo romano en el siglo primero de nuestra era, paralizada en el tiempo y que, como es sabido, se conservó así milagrosamente por la catástrofe del Vesubio, que cubrió la ciudad de lava.

Entre las muchas maravillas de Pompeya, están los numerosos frescos que decoran las paredes de algunas de sus villas más significativas, habitadas por cultos potentados que se complacían en encargar a los mejores pintores que adornaran con imágenes de la mitología sus moradas y lugares de recreo.

Entre los muchos temas que abundan en la pintura pompeyana, en sus diversos estilos, hay que destacar el ciclo de mitos de Hércules. No en vano, este era un héroe predilecto en la Campania, desde la vieja Nápoles, la Partenope virgiliana, hasta la ciudad no por nada llamada en su honor Herculano, que también quedó asolada por el ominoso volcán.

Muchos son los frescos pictóricos que hacían honor al héroe, algunos conservados y otros no, cada cual de un estilo que han estudiado con detalle los historiadores del arte.

Las pinturas y mosaicos

En 1870, Henri Roux Ainé realizó una publicación fantástica con un catálogo de pinturas, bronces y mosaicos procedentes de Herculano y Pompeya. Entre sus láminas se incluyen algunas imágenes de Hércules, como una que hace referencia al mito de Télefo: el grabado de Roux recoge la pareja de Hércules y su hijo Télefo junto a una cierva. Y hay también un estupendo fresco hallado en Herculano, en la llamada «Basílica», y hoy conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que muestra a Hércules hallando a su hijo amamantado por una cierva.

Se cuenta que Hércules, una vez que regresaba de combatir a los lacedemonios, le hizo una visita al rey de Arcadia, en el Peloponeso, de nombre Aleo. Pues bien, en la desmesura que caracteriza muchas veces a nuestro héroe, y violando todas las leyes de la hospitalidad, Hércules raptó a la princesa Auge, hija de Aleo. En una historia de violencia y violación característica de los mitos antiguos, la víctima quedó embarazada y maldita ante su padre, que ordenó a uno de sus hombres de confianza que la expulsara de su reino por el deshonor –ya que culpaba a la víctima de la agresión– y que le diera muerte fuera de los límites de Arcadia.

Sin embargo, aunque estaba embarazada, Auge logró escapar aprovechando un despiste de su guardián y se refugió en la espesura cercana al monte Partenio. Allí dio a luz a un hijo, que sería el típico niño heroico, amamantado y criado por los animales salvajes. Se dice que una corza ayudó a criar al niño en las salvajes soledades del Peloponeso. Hallado luego por los pastores del rey del lugar, de nombre Corito, estos se quedaron asombrados ante el milagro.

Llevaron al niño salvaje, hijo de Hércules, a presencia del monarca, que lo adoptó y lo crió dándole el nombre de Télefo, que está derivado de alguna manera, según la etimología popular, con la ubre de la cierva sagrada. Abunda este animal en los mitos griegos y célticos y también en el cuento popular, corzas blancas y astados de hermosa cornamenta que ayudan a los humanos en momentos de peligro.

Ahí empieza el mito de Télefo, al que se alude como hijo de Hércules –suelen formar pareja en el arte– en un fresco pompeyano entre los muchos que hay: luego Télefo se convirtió en rey de Misia y allí llegó por error la expedición de los aqueos contra Troya.

Télefo, herido por Aquiles, se convierte en el héroe que ha de sanar, como el Rey Pescador, de un golpe doloroso con una profecía de complejo cumplimiento. Pero hay otros frescos conservados muy famosos: uno se encuentra en la llamada “Casa dei Vetti”, excavada a finales del siglo XIX, y retrata en el cuarto estilo pompeyano cómo Hércules, siendo niño, estranguló las serpientes que la celosa Hera mandó a su cuna.

Ante la atenta mirada de Zeus, rey del Olimpo, y de su animal consagrado, el águila, el pequeño héroe muestra señales claras de su futuro poder.

Un tercer fresco es el de la llamada “Casa del Principe di Montenegro”, que contiene el mito de Hércules y Ónfale, que ya conocemos, conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Imágenes suyas con la maza y frente al león, entre otras, adornaban las artes plásticas del mundo de Pompeya y Herculano, sumergidas en el tiempo para siempre.

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