Si no podemos incomodar al poder, lo que nos queda es un país rendido
The post Absolutista de la libertad de expresión first appeared on Hércules. Soy un absolutista de la libertad de expresión. Porque cuando el poder decide quién puede hablar, quién puede preguntar y quién debe callar, ya no hablamos de democracia.
Hablamos de otra cosa.Esta semana, la Mesa del Congreso ha aprobado una reforma que permite retirar la acreditación a periodistas que, a juicio de sus señorías, no respeten el “decoro parlamentario”. En la práctica, esto significa que los políticos ahora podrán decidir quién entra y quién no entra al Congreso a ejercer su trabajo como periodista. Es decir, quién puede fiscalizar al poder… y quién no.
Un tiro a la sien de la libertad de prensa disfrazado de “normas de decoro”. ¿Decoro? En un Parlamento donde se insultan a gritos, se miente a diario y se descojonan en tu cara a diario.
Es tan obsceno que cuesta creer que no sea una distopía, pero es España en 2025.Es una medida propia de un régimen que ya ni disimula. Un paso más hacia el control total del relato. Y lo más repugnante no es solo la reforma en sí, sino ver a una parte del periodismo celebrándola como si fuera un avance. Justificándola. Pidiendo más.
El régimen no necesita policía política cuando tiene furcias mediáticas dispuestas a justificar cada censura con una sonrisa y una subvención.Sí, furcias mediáticas. No hay otra forma de llamar a quienes, con carné de periodista, se han convertido en siervos del poder. No es que les preocupe la calidad del debate público: les jode que alguien les haga su trabajo.
Que aparezca un periodista y pregunte lo que ellos llevan años evitando: por los contratos del hermano, por los negocios de Begoña, por las comisiones en la sombra, por los escándalos de burdel y moqueta. Eso es lo que molesta. No las formas. La osadía.Y es que esos periodistas incómodos no son el problema. Son el síntoma.
La consecuencia directa de un ecosistema informativo entregado al poder, donde la mayoría de medios se limitan a repetir el argumentario del día. Si la prensa hiciera su trabajo, no haría falta que vinieran otros a hacerlo. Pero como no lo hacen, como se callan, como cobran por callar, han tenido que venir los incómodos. Y ahora los quieren echar.La libertad de prensa se protege permitiendo que todos pregunten, incluso los que incomodan. Especialmente ellos. Porque sin preguntas incómodas no hay control, no hay verdad, no hay democracia.
Solo propaganda. Solo obediencia.Así que sí, lo repito con orgullo: soy un absolutista de la libertad de expresión. Porque si no podemos incomodar al poder, lo que nos queda es un país rendido, anestesiado y cobarde.Y ahí no me van a encontrar.
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