Anora y la polémica infundada: ¿Estamos perdiendo la libertad creativa en el cine?

No manchemos el cine. No manchemos la industria. No permitamos que el arte más completo que existe se infecte con declaraciones confusas e innecesarias
The post Anora y la polémica infundada: ¿Estamos perdiendo la libertad creativa en el cine? first appeared on Hércules.  Ya solo el título debería sobrar por completo, pero lamentablemente es un tema del que debemos hablar, exponer, reflexionar, y sobre todo criticar. Estamos llegando a un punto social que cada día genera más miedo, afectando diariamente a la industria del cine. Tristemente, también existen personas que aprovechan el cine como herramienta política o para lanzar mensajes que subyacen de movimientos sociales, innecesarios en muchas ocasiones. A lo largo de la historia, hemos visto innumerables series, películas y demás producciones que, sin forzar la trama o incluir mensajes de manera artificial, han transmitido mensajes positivos de forma natural y orgánica.

Más allá de esta pequeña reflexión interna, quiero exponer una situación reciente. Como bien sabréis, o si no os informo, hace unos días se celebró la ceremonia número 97 de los Oscars. La película Anora arrasó llevándose cinco premios, incluido el más importante: Mejor Película. Esta obra cinematográfica narra la historia de Anora, una joven trabajadora sexual de Brooklyn —básicamente, una prostituta— que tiene la oportunidad de vivir su propio cuento de Cenicienta al casarse impulsivamente con el hijo de un oligarca. Sin embargo, cuando la noticia llega a Rusia, su cuento de hadas se ve amenazado, ya que los padres del joven viajan a Nueva York con la intención de anular el matrimonio.

La polémica no tardó en surgir alrededor de esta película, con algunas personas afirmando abiertamente que banaliza la prostitución y, lo que es más grave, que incita a que las niñas quieran ser prostitutas. Estas declaraciones me parecen una auténtica barbaridad, y no precisamente de las buenas. Más allá de estas tristes y desafortunadas afirmaciones, el debate ha derivado hacia cuestiones políticas, derechos de las mujeres y otros discursos que poco tienen que ver con la obra en sí —perdonad el lenguaje soez, pero es un auténtico bla, bla, bla…

El primer error es mezclar política y cine, aunque siendo honestos, la industria se ha visto afectada por ello y muchos de los premios más prestigiosos también. No seamos hipócritas, es una realidad. Pero usar una película como arma para lanzar mensajes políticos o sobre derechos sociales es un bochorno absoluto.

El segundo error es hacer una lectura completamente equivocada de la película y difundirla públicamente sin haber entendido la trama. Anora es, precisamente, una crítica dura y bastante realista sobre la situación de las trabajadoras sexuales. Decir que la película incita a serlo es un error monumental.

El tercer error es mezclar pensamientos sociales y políticos con el cine, que no deja de ser un medio de entretenimiento.

El cuarto, y último error (aunque podría mencionar más), es exponer públicamente este tipo de interpretaciones para generar confusión social. Un adolescente de 14, 15 o 16 años, que aún está en pleno desarrollo mental y emocional, podría verse influenciado y confundido por estas polémicas, generando debates donde no debería haberlos.

La polémica innecesaria solo contribuye a desviar la atención de lo realmente importante: la obra cinematográfica en sí misma.

El cine no es propaganda

Pido, por favor, que ya basta de mezclar cine con política. Tenemos cientos, miles de películas que nos enseñan; algunas incluso son educativas, nos ofrecen lecciones o lecturas morales interesantes sin necesidad de adentrarse en terrenos pantanosos. Es cierto que en las décadas de los 80 y 90 se hacía más cine sin filtros, pero si normalizamos declaraciones como las vertidas sobre Anora y, lo que es peor, les damos voz, llegaremos a un punto en el que un cineasta o guionista no podrá dirigir o escribir una película por miedo a ofender a alguien o a verse envuelto en una polémica innecesaria.

El séptimo arte debe ser un escape libre e imaginativo para abarcar todo tipo de historias, sin filtros y desnudo ante el público, mostrando la visión del cineasta con su historia y personajes. Precisamente Sean Baker, director de Anora, logra esto de manera fenomenal. La película, sin ningún tipo de filtros, se presenta desnuda en el buen sentido de la palabra. Es una comedia con un trasfondo dramático devastador que alecciona sobre la triste y dura vida de las trabajadoras sexuales. Sugerir que una niña de 15 años verá la película y aspirará a ser prostituta es una afirmación que debería estar hasta prohibida.

Es como decir que el cine de Martin Scorsese incita a ser mafioso, matar policías y blanquear dinero, cuando en realidad Scorsese retrata la dureza y crueldad de ese estilo de vida que no conduce a nada bueno. Aprender a separar ficción de realidad, cine de vida, es tan necesario como básico, ya que cada uno de nosotros tendrá su propia ética y conclusiones al ver una película o serie.

Anora no incita a nada. Anora es cine, puro cine. Es cine libre, necesario e incluso cruel, nos enseña que la vida no es fácil y que, tristemente, hay personas que deben ganarse la vida con trabajos duros. No es un camino de rosas. Todo aquel que piense lo contrario no ha entendido nada de la película, y lo que es peor, no ha entendido nada de la vida.

No manchemos el cine. No manchemos la industria. No permitamos que el arte más completo que existe se infecte con declaraciones confusas e innecesarias. Dejemos que la gente de la industria trabaje con plena libertad, sin censuras ni prohibiciones. No hagamos política innecesaria de la nada ni generemos polémicas vacías. Disfrutemos de las obras, aprendamos de ellas y, sobre todo, saquemos las lecturas positivas y reflexiones que una buena película o serie puede despertar en nuestro interior como seres humanos.

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