CÁNCER JUDICIAL

Más de 1.700 jueces y fiscales se han rebelado contra la contaminación ideológica del sistema judicial, organizándose para ir a la huelga
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¿Cuál es el más peligroso de los animales?

Querido lector, acaso te vengan a la mente alimañas voraces, como el tiburón o la hiena. Sin embargo, nada nos espanta más que un minúsculo crustáceo: el cangrejo. Ese es el significado de la palabra cáncer, nuestra más temida enfermedad. Lo peor es que no se enfrenta a cara descubierta, sino que se infiltra a escondidas, diseminando sus ponzoñosas semillas por el organismo en forma de metástasis.
El cáncer es una excelente metáfora para describir procesos de infiltración degenerativa. Por ejemplo, la política en la justicia. En el pasado, los dictadores se inmiscuían en los tribunales a las braves, colocando y destituyendo a los jueces según su conveniencia. Ahora, las artimañas son más sutiles. El Consejo General del Poder Judicial (GCPJ), máximo órgano rector de la magistratura en España, elige a los miembros clave de la estructura judicial. A su vez, los vocales de ese mismo consejo adeudan su cargo a las cámaras parlamentarias, cuyos escaños vibran al son que le dictan las camarillas de los partidos. Un rodeo para que el capataz se manche las manos mientras el señorito toca satisfecho el piano.

El engranaje funciona bien engrasado, como se evidenció en la reciente tanda de nombramientos al Tribunal Supremo, donde la parte del león se la llevaron las asociaciones de más marcado perfil ideológico. Todo está atado y bien atado.

¿O no?

Las pinzas del cangrejo atenazan la cúpula, pero la base se les escapa. La gran mayoría de los jueces españoles han ganado su plaza gracias solo a su mérito y capacidad. Superan unas durísimas oposiciones donde nada valen los enchufes y en las que nadie sabe de antemano cuál sea la ideología de los candidatos. Sí que es obvio su sexo, pero no hay lugar para la discriminación machista, ya que son las mujeres las que, en una proporción abrumadora, triunfan en estos severísimos exámenes.

No es de extrañar, entonces, que se empecinen en extender la metástasis a los miembros más sanos del cuerpo judicial, esos jóvenes que no dependen de ningún padrino que los haya encumbrado al palacio de las togas aristocráticas. La sucia tarea de contaminación ideológica pretenden encomendársela a un “Centro de Estudios Jurídicos”, previsto en el reciente proyecto legislativo, donde los opositores tendrán que matricularse para garantizar la “homogeneidad formativa”. ¿Homogeneidad formativa? En cristiano: un filtro para descubrir de qué pie cojea cada alumno, cuál es su orientación política, y así facilitar los cupos ideológicos a que nos tiene acostumbrado el CGPJ.

¿Nos quedaremos de brazos cruzados?

En absoluto, más de 1.700 jueces y fiscales se han organizado de manera espontánea desde las bases, al margen de cualquier asociación u otro grupo de poder, y están determinados a ir a la huelga para cortar por lo sano el progreso de la metástasis legal. Si el símbolo del cáncer político es un cangrejo, quizás el de la justicia debiera ser un cirujano.

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