Un estudio ha posicionado al Manzanares como uno de los ríos analizados más contaminados del mundo
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Imagen: pez en un río I AP
La conciencia sobre la toxicidad de ciertos compuestos químicos, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los policlorobifenilos (PCB) y las dioxinas, ha llevado a su regulación en diversas legislaciones medioambientales. Sin embargo, en los últimos años ha surgido una nueva categoría de sustancias que generan inquietud: los contaminantes emergentes. Aunque su presencia en el entorno no es necesariamente reciente, la preocupación por sus posibles efectos sí lo es.
Los contaminantes emergentes abarcan una amplia variedad de compuestos, desde drogas de abuso hasta productos de higiene personal y sustancias de uso industrial. Entre todos ellos, los medicamentos han captado una atención especial, convirtiéndose en una de las principales líneas de investigación para organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, la Agencia para la Protección del Medio Ambiente y la Comisión Europea.
Si bien los efectos terapéuticos y adversos de los medicamentos en seres humanos y animales están ampliamente documentados, su impacto una vez liberados en el medio ambiente sigue siendo incierto. Residuos de fármacos han sido detectados en distintos ecosistemas, desde aguas residuales y subterráneas hasta el suelo, el aire e incluso organismos vivos. La necesidad de comprender su alcance y posibles consecuencias se ha convertido en un desafío clave para la comunidad científica y las autoridades medioambientales.
Un estudio global ha detectado concentraciones potencialmente peligrosas de productos farmacéuticos en más del 25% de los ríos analizados. La investigación, liderada por la Universidad de York dentro del Proyecto de Vigilancia Mundial de Productos Farmacéuticos, analizó 258 ríos en más de la mitad de los países del mundo.
Entre los fármacos detectados en niveles preocupantes figuran el antibiótico sulfametoxazol, el betabloqueante propranolol, la ciprofloxacina y el antihistamínico loratadina. La contaminación se extiende por todos los continentes, con algunas regiones menos estudiadas hasta ahora presentando los niveles más altos. En Europa, el río Manzanares, que atraviesa Madrid, se posiciona como el más contaminado por este tipo de sustancias.
Una amenaza medioambiental creciente
En la Unión Europea, se encuentran autorizados aproximadamente 3.000 principios activos, lo que convierte a la región en el segundo mayor consumidor de medicamentos de uso humano, con un 24% del total mundial, solo por detrás de Estados Unidos, que alcanza el 55%. Sin embargo, el consumo varía considerablemente entre los distintos países europeos, con cifras que oscilan entre los 50 y 150 gramos por persona al año en el caso de los fármacos de uso humano.
Además, la gestión de los residuos farmacéuticos presenta importantes diferencias tanto en cantidad como en calidad, lo que conlleva un problema ambiental significativo. Se estima que la mitad de los medicamentos no utilizados no se eliminan de forma adecuada, lo que incrementa la contaminación farmacéutica.
Cómo llegan los medicamentos al medio ambiente
El ciclo de vida de los medicamentos incluye su producción, consumo y eliminación, etapas que pueden convertirse en vías de contaminación ambiental. Aunque la fabricación de fármacos se lleva a cabo en su mayoría en países en desarrollo, en la Unión Europea las emisiones industriales derivadas de este proceso son consideradas insignificantes.
Las principales fuentes de contaminación farmacéutica están relacionadas con la excreción de medicamentos y sus metabolitos a través de la orina y las heces, así como con la eliminación inadecuada de medicamentos caducados o no consumidos.
Las aguas residuales, que incluyen las de origen urbano, hospitalario, industrial, agrícola y ganadero, son el principal medio de entrada de estos compuestos en el ecosistema acuático. Además, los residuos farmacéuticos pueden acumularse en el suelo debido a la excreción directa de animales o al uso de residuos orgánicos como fertilizantes, lo que puede provocar la filtración de estos contaminantes hacia aguas superficiales y subterráneas.
En sectores como la acuicultura, los fármacos entran directamente en el entorno, como ocurre con el uso de antibióticos profilácticos o ilegales para el crecimiento de especies. Asimismo, los medicamentos tópicos pueden ser arrastrados por el agua de duchas y baños, contribuyendo así a su dispersión en el medio ambiente.
Ineficiencia en el tratamiento de aguas residuales
Una parte importante de los medicamentos comercializados nunca llega a consumirse, y su eliminación incorrecta representa una fuente de contaminación evitable. Muchas personas depositan los fármacos caducados en la basura doméstica o los vierten en el inodoro, lo que permite su llegada a las aguas residuales.
Las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) pueden reducir la presencia de algunos fármacos en el agua, aunque la eficacia varía según la sustancia y el método de tratamiento empleado. En un estudio realizado en siete EDAR de España en 2007, se detectaron concentraciones elevadas de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), hipolipemiantes, betabloqueantes y antihistamínicos en las aguas residuales. En otra investigación en la EDAR de Galindo (Sestao), se halló que fármacos como el diazepam, diclofenaco y enalapril mantenían sus concentraciones incluso después del tratamiento de aguas.
Persistencia y bioacumulación en el ecosistema
Una vez en el medio ambiente, los medicamentos pueden transformarse en otros compuestos o transferirse entre diferentes compartimentos, como el agua y el suelo. La persistencia de estos contaminantes depende de múltiples factores, incluidos el tipo de fármaco, su volumen de excreción y las características del ecosistema receptor.
Algunos medicamentos liposolubles pueden acumularse en el tejido graso de los animales y entrar en la cadena alimentaria. Un ejemplo de ello es el etinilestradiol, un compuesto con potencial para bioacumularse en grandes depredadores, lo que podría generar efectos adversos en la fauna y, en última instancia, en los seres humanos.
Un estudio global sobre la presencia de principios activos farmacéuticos (API) en el agua ha identificado a Madrid como la ciudad con mayor contaminación de Europa por estos compuestos. Con una concentración media de 17,1 µg/L, la capital española ocupa el puesto 14 en un ranking mundial de 137 ciudades, liderado por Lahore (Pakistán), La Paz (Bolivia) y Delhi (India).
Localidades con mayor contaminación
Lahore, Pakistán
Concentración media: 70,8 µg/L
Concentración máxima: 189 µg/L
La Paz, Bolivia (Río Seke)
Concentración media: 68,9 µg/L
Concentración máxima: 297 µg/L
Addis Abeba, Etiopía
Concentración media: 51,3 µg/L
Concentración máxima: 74,2 µg/L
San José, Costa Rica
Concentración media: 25,8 µg/L
Concentración máxima: 63,1 µg/L
Posición global en contaminación: 9 de 137
Madrid, España
Concentración media: 17,1 µg/L
Concentración máxima: 59,5 µg/L
Posición global en contaminación: 14 de 137
Adelaida, Australia
Concentración media: 0,577 µg/L
Concentración máxima: 0,75 µg/L
Posición global en contaminación: 93 de 137
Un análisis mundial con más de mil puntos de muestreo
Otra investigación, publicada en la revista PNAS y desarrollada por un equipo internacional de científicos, analizó muestras recogidas en 1.052 ubicaciones de 104 países, reflejando el impacto ambiental de 471,4 millones de personas. Ríos icónicos como el Amazonas, el Mississippi, el Támesis y el Mekong fueron examinados, incluyendo enclaves remotos como una aldea yanomami en Venezuela.
Los resultados del estudio revelan que los mayores niveles de contaminación por fármacos se registran en países de ingresos bajos y medios, especialmente en África subsahariana, Asia meridional y Sudamérica. Estas zonas suelen contar con infraestructuras deficientes de saneamiento y gestión de residuos, lo que agrava la contaminación del agua. En Norteamérica, las mayores concentraciones se hallaron en San José (Costa Rica), mientras que, en Oceanía, Adelaida (Australia) presentó los niveles más elevados.
Las farmacéuticas y el Pacto Verde Europeo
Desde la adopción del Pacto Verde Europeo en 2019, la Unión Europea ha impulsado una serie de iniciativas para reforzar la protección del clima, reducir la contaminación y promover la economía circular. Estas medidas han derivado en un aumento de normativas ambientales que afectan a distintos sectores, incluida la industria farmacéutica, que reconoce la necesidad de reducir su impacto ecológico ante el agravamiento de enfermedades derivadas del cambio climático.
La industria farmacéutica ha asumido compromisos concretos en esta transición, como lo demuestra el hecho de que el 80% de las grandes compañías del sector se han fijado objetivos de emisiones neutras a corto plazo. En España, más de un centenar de plantas de producción operan bajo estrictos estándares ambientales, reduciendo su consumo energético y minimizando la generación de residuos. En los últimos cuatro años, la cantidad de energía y desechos por empleado se ha reducido en un 8%, y casi el 70% de la energía utilizada en el sector proviene ya de fuentes renovables.
A pesar de estos avances, la industria advierte sobre el impacto que algunas regulaciones ambientales pueden tener en la producción de medicamentos dentro de Europa. Propuestas como la Directiva sobre el Tratamiento de Aguas Residuales Urbanas podrían elevar significativamente los costes de fabricación, al imponer responsabilidades económicas a las farmacéuticas por contaminación generada también por otros sectores. Esto pondría en riesgo la viabilidad económica de la producción en la región y aumentaría la presión sobre los precios de los medicamentos.
Otra preocupación clave es el posible traslado de la producción fuera de Europa, hacia países con normativas ambientales y de calidad menos estrictas. Esta deslocalización no solo debilitaría la autonomía estratégica del continente en el ámbito sanitario, sino que también podría comprometer la seguridad y disponibilidad de los medicamentos para los pacientes europeos.
La situación de Europa
Solo el 37% de los lagos y ríos europeos cumplen los estándares de buen estado ecológico, mientras que más de dos tercios presentan niveles excesivos de contaminación química, según un informe publicado por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA).
Esta situación también afecta a las aguas subterráneas, que suministran dos tercios del agua potable del continente. Casi una cuarta parte de estos recursos no se encuentra en buen estado químico, debido principalmente a la contaminación provocada por nitratos y pesticidas procedentes de la agricultura.
La AEMA ha alertado de que Europa enfrenta “graves problemas de seguridad hídrica”, un aviso que llega pocos meses después de que la Comisión Europea cancelara una iniciativa para reforzar la resiliencia ante el creciente estrés hídrico. Según el organismo de control ambiental de la UE, este problema ya afecta al 20% del territorio comunitario y al 30% de su población.
El tiempo corre para cumplir los objetivos
La Directiva Marco del Agua (DMA) de la UE establece que, salvo excepciones justificadas, todas las aguas superficiales y subterráneas deben alcanzar un buen estado ecológico y químico para 2027. Sin embargo, el nuevo informe de la AEMA refleja un avance mínimo desde su evaluación anterior en 2019, lo que ha llevado a organizaciones ecologistas a exigir que la Comisión Europea garantice el cumplimiento de la normativa vigente, incluida la reciente Ley de Restauración de la Naturaleza.
Además de la contaminación y la alteración de los cauces naturales, sectores industriales han advertido sobre la enorme inversión necesaria para mitigar los efectos del cambio climático en los recursos hídricos.
Según un informe publicado por Water Europe, organización que representa a investigadores y fabricantes de tecnologías de tratamiento de agua, se requerirán 255.000 millones de euros en los próximos seis años para garantizar el cumplimiento de la legislación comunitaria.
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