A sus 22 años, la protagonista del “efecto Clark”, un fenómeno fan como nunca se había visto en su deporte, puede presumir de haber pasado ya a la historia del baloncesto. Su historia (y sus contratos) también ha puesto al descubierto la precariedad de la WNBA, y su dependencia de la jugadora.
A sus 22 años, la protagonista del “efecto Clark”, un fenómeno fan como nunca se había visto en su deporte, puede presumir de haber pasado ya a la historia del baloncesto. Su historia (y sus contratos) también ha puesto al descubierto la precariedad de la WNBA, y su dependencia de la jugadora.