Resulta impresionante ver a una cultura crepuscular promoviendo activamente en la opinión pública un pasaje apocalíptico atemorizando a las gentes.
The post De apocalipsis programados: fin de fiesta first appeared on Hércules. No debería llamarnos en demasía la atención. Por un lado nuestra cultura arraiga en el humus nutricio de ese nihilismo cumplido, casi como de finiquito, que profetizara Fiedrich Nietzsche y, por otro, la nuestra es una tradición de espera apocalíptica en el que la ciudad de los hombres, que dijera Agustin de Hipona, constata su progresivo debilitamiento en manos de lo humano demasiado humano. En nuestro orden de cosas, el de una sociedad de control, la promoción activa del miedo desde la política eleva la apuesta en las exigencias de ese control y es que las gentes siempre están dispuestas a ceder libertades y autonomía personal frente a los supuestos beneficios que nos librarían de determinados peligros… Tal será el perfil totalitario de nuestro tiempo considerando las ambiciones de quienes nos administran.
Por si lo dicho fuera poco este escenario, incierto y sombrío, en Europa se ordena aun mas confusamente al quedar instalada la cultura política vigente en un fin de trayecto, o de ciclo, incapaz de reordenarse mediante pactos renovados. Lo que anima a soluciones autoritarias que garanticen el poder y blinden los intereses de las castas que nos gobiernan. Me limito a cartografiar el modo en el que las oligarquías vienen a consolidarse. Increméntense los umbrales de miedo y la gente obedecerá sin fisuras… A partir de ahí lo fascinante es que esto suceda en una sociedad que constitutivamente hunde sus raíces en el apogeo del nihilismo danzando en su propio apocalipsis. He de reconocer que como espectáculo histórico resulta fascinante ver a las élites posthumanistas agitando la bandera del control técnico de la vida e invocando, al tiempo, el finiquito. Lo cierto es que no pocas cosas nos indican la posibilidad de un finiquito. Acaso la metáfora de considerar la sociedad como una máquina colosal con un trepidar crecientemente intenso sea indesligable del gripado y colapso de la maquinaria. En tal escenario las personas singulares seríamos poco más que los engranajes de tal maquinaría. Así las cosas ni los mismos dirigentes serán capaces de sustraerse a la incertidumbre. Lo que prima es el ser colectivo que viene a formarse desde sus propias inercias…
Recuerden el kit de supervivencia con el que las autoridades europeas pretendían recondicionar a los europeos tras aterrorizarles, eso sí, con una sonrisa como de jardín de infancia… El video explicativo en el que se nos enseñaba a sobrevivir tras el colapso suscitaba básicamente mofa y preocupación al dejar a las claras el nivel escuálido de quienes nos administran. Quien nos hablaba no era una actriz cómica sino una comisaria europea perteneciente al gobierno europeo; alguien equivalente a una ministra… Tras ver el video muchos dimos por descontado que se trataba de amparar un horizonte de choque con Rusia en un posible contexto de confrontación nuclear. Podrá resultar insólito pero lo cierto es que tal posibilidad trata de normalizarse con la ayuda de la gran mayoría de las élites políticas y mediáticas europeas y de la pasividad de la población… ¿Quién decide que los europeos deban normalizar la posibilidad de una guerra nuclear?. ¿Quien impone mediáticamente un juego de tales características?. ¿Para qué?… Por ser colectivo el poder se hace necesariamente opaco y extraño para las personas singulares. En realidad, nos las vemos con una especie de egregor o identidad colectiva difícil de delimitar pero que apaña sus propias inercias.
Con todo y en relación al kit de supervivencia, lo verdaderamente sorprendente, es que pocos días después de lanzarse el video sucedió, literalmente, eso mismo de lo que se nos advertía. Un suceso de quiebra civilización, en España con el apagón, pero solo por unas pocas horas. Ensayo, aviso, sincronía…
Impresiona y sobre todo inquieta la sincronía. ¿Estamos ante algo más que en el juego de una imbécil -la comisaria europea- grabando un video?. Más allá del significado del famoso video el hecho de que se nos traslade la posibilidad de una guerra nuclear en Europa resulta estremecedora e inquietante. ¿Qué finalidades tiene este juego?
Si bien el diseño del video del kit de supervivencia era sencillamente estólido no estamos ante un mero delirio ni la sincronía acontecida resulta un mero azar sin significado alguno. Insisto la sincronía estremece y no se qué estremece más sino detectar a una élite política que frivoliza con vernos arrojados a una guerra nuclear con Rusia o la sincronía como tal. En realidad nuestra pregnancia hacia el apocalipsis y el colapso radica en íntima relación con el perfil de sociedad en la que vivimos controlando vida y naturaleza.
La sensación de finiquito crece y el propio poder la promueve. La promueve y al tiempo queda determinado por ella. Nos movemos, efectivamente, en un cartograma en el que es del todo imposible el encaje y la conciliación entre la sociedad evanescente y transhumanista a la que nos dirigimos, de un lado, y las leyes y los limites que nos impone la vida -la physis-, de otro. Esa physis que nos dice desde su propio horizonte de sentido reclamando capacidad de conciliación entre hombre y naturaleza. Paralelamente las programáticas posthumanistas consagran a los titanes desatados imponiéndose a la vida en el despliegue de poder que les acompaña. En realidad la torsión no es sostenible del mismo modo que no cabe expulsar a la muerte y a la finitud del campo de lo humano. Somos cuerpo y materia, cuerpo animado y en lo referente a las cuestiones espirituales la octava se mueve en otro registro. De un modo o de otro la fiesta parece acabarse y el escenario de incertidumbre se nos impone. Poco más que decir en un mundo en que la política ha devenido opaca y la administración de la vida es creciente. Pasen y vean el tremendo espectáculo de nuestra propia fragilidad desde una virtualidad en la que lo que priman son las imágenes de consumo desplazando a los cuerpos en su encuentro. El olvido del ser realizado que dijera Martin Heidegger.
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