Ojalá los flamantes vocales del Consejo tengan las agallas de afrontar una nueva era, de protagonizar un cambio real, no cosmético
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Querido lector, te recomiendo que busques en Internet, ya verás que sorpresa. La verdad es que da un poco miedo verlo, pues tiene dos caras. Su nombre, en realidad, es la fusión de dos: FrankenLouie, uno para cada minino. Técnicamente es lo que los biólogos llaman un “diprososus”, o individuo con un solo cuello y rasgos faciales duplicados. No es tan infrecuente como parece, hay casos documentados, de terneros, cerdos y…humanos.
¿Y de personas jurídicas?
Acaso del Consejo General del Poder Judicial, máximo órgano de gobierno de la justicia española. La Ley Orgánica 3/24, de 2 de agosto, le confería un plazo de seis meses para que remitiese a los otros poderes del Estado (las Cortes y el Gobierno) una propuesta de reforma legislativa sobre el futuro sistema de elección de sus miembros. Y lo han hecho, pero de qué manera. Han enviado un paquete con dos propuestas: Auna de los “progresistas”; la otra de los “conservadores”. Rostro dividido, rojo y azul, con un mismo gaznate (diprososus iuridicus). A las asociaciones judiciales “Francisco de Vitoria” y “Foro Judicial Independiente” les ha sentado muy mal, ya que lo consideran una forma de perpetuar la politización del órgano, además de propiciar el “intercambio de cromos”, esto es, el reparto partidista de los altos cargos judiciales. En cualquier caso, la postura bifronte evidencia la división en dos bandos enfrentados, un corte profundo en las entrañas del Poder Judicial.
Ciertamente, da un poco de la lástima, como ese lindo gatito desfigurado por los caprichos de una naturaleza cruel. Y es que, a la postre, no es más que ganas de retrasar lo inevitable: tarde o temprano, una parte del Consejo será elegida por los propios jueces, por mucho que algunos se empecinen en enseñar las uñas o erizar la pelambrera. Es la senda que marca la jurisprudencia supranacional europea por lo que, les guste o no, (velis nolis) la tendrán que recorrer. De nada sirve hacerse el remolón, como una mascota malcriada, entre otras cosas, porque el panorama político terminará cambiando y, cuando giren las tornas, para algunos será el llanto y crujir de dientes. Mejor hacer los deberes ahora y ponerse en serio manos a la obra, porque si no será peor, mucho peor.
No sé si he sido un poco duro. Nuestro Consejo, en vez de una criatura monstruosa, quizás se asemeje más al dios Jano, de faz bifronte. Su símbolo era una puerta, a veces cerrada, a veces abierta. Representaba el nacer y el renacer, el nacimiento de unas oportunidades cuando fenecen otras. Ojalá los flamantes vocales del Consejo tengan las agallas de afrontar una nueva era, de protagonizar un cambio real, no cosmético. Lo digo porque esos seres deformes, pobrecillos, suelen morir muy pronto.
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