El caso de Fritzl: el hombre austríaco que secuestró a su hija por 24 años 

El caso de Fritzl: el hombre austríaco que secuestró a su hija por 24 años 

Aunque en un inicio se pensaba que Joseph Fritzl era un astuto criminal, tras investigaciones, se descubrió que realmente dejó un número abrumador de pistas que fueron repetidamente ignoradas por los funcionarios
The post El caso de Fritzl: el hombre austríaco que secuestró a su hija por 24 años  first appeared on Hércules.  El caso de Joseph Fritzl conmocionó al mundo en el 2008. Se trata de un hombre austriaco que secuestró y abusó sexualmente de su propia hija durante 24 años en el sótano de su casa. Como consecuencia de ello, tuvo siete hijos con ella. Las atrocidades cometidas llevaron a la prensa local a llamarle el monstruo de Amstetten.  No era para menos porque según pasaba el tiempo y se iban conociendo más detalles, el apodo se quedaba corto. 

Cuando Fritzl fue detenido, sus declaraciones fueron escalofriantes: “He nacido para violar. Teniendo eso en cuenta, he conseguido controlarme durante un buen período de tiempo”. Además de confesar los hechos, dio muchas muestras de su enfermiza obsesión: “Me podía haber comportado mucho peor y haber hecho cosas peores que encerrar a mi hija”.

El secuestro 

Josef Fritzl

El 19 de marzo de 2009 un jurado popular de Austria declaró culpable a Josef Fritzl, también conocido como el “Carcelero de Amstetten” por múltiples delitos, incluido el de homicidio, violación, incesto y esclavitud, tras haber tenido encerrada a su hija Elisabeth durante 24 años en el sótano. 

Graduado en ingeniería eléctrica y casado en 1956 con Rosemarie Fritzl, secuestró y violó a Elisabeth Fritzl desde que ella tenía 11 años, por lo que había intentado huir muchas veces. En 1984 Elisabeth desapareció. Tenía 18 años. Su padre le había pedido ayuda para instalar una puerta en el sótano. La policía recibió una denuncia de su madre, Rosemarie. A los pocos días, Josef apareció con una carta manuscrita, supuestamente enviada por su hija, en la que explicaba que había abandonado su hogar para unirse a una secta religiosa y pedía que no la buscaran. Nadie cuestionó demasiado. La historia parecía verosímil. No era la primera joven que escapaba de casa en los años ochenta. 

Lo que nadie sabía era que Elisabeth estaba encerrada en el sótano de su casa por obra de su propio padre, y se mantendría ahí por 24 años. Durante los primeros meses, Josef la golpeaba, la violaba, le racionaba la comida. Con el tiempo, le permitió moverse más libremente dentro del sótano, que fue ampliando poco a poco: un baño rudimentario, una cocina, otra habitación. En total, unos 40 metros cuadrados sin ventilación natural, con techos bajos y olor a encierro.

El sótano donde estuvo secuestrada Elisabeth

La mentira de la secta fue su coartada durante años. Josef Fritzl no sólo ocultó a su hija: también ocultó a los hijos que tuvo con ella. Entre 1988 y 2003, Elisabeth dio a luz a siete niños. Uno murió a los tres días, por falta de asistencia médica. Fritzl incineró el cuerpo en la caldera.

¿Qué hizo Josef Fritzl con los niños que tuvo con su hija?

De los seis restantes, tres permanecieron con su madre en el sótano. Los otros tres fueron entregados por el propio Fritzl en la puerta de su casa, con notas supuestamente escritas por Elisabeth, que pedía que los criaran. Así lo hicieron. Rosemarie y Josef se presentaron como abuelos adoptivos. El Estado austríaco aceptó la historia. Así, en 1992, apareció Lisa. En 1994, Monika. En 1996, Alexander. Todos con sus cartas. 

Elisabeth hizo lo que pudo con los niños en el sótano. Les enseñó a leer y escribir. Les inventó juegos. Les enseñó a hablar con un mínimo de claridad. Josef controlaba todo. Bajaba cada noche con comida, apagaba las luces desde afuera, les prohibía hacer ruido durante ciertas horas. Les decía que había un sistema de gas que podía activarse si intentaban escapar. A veces, simplemente los dejaba a oscuras durante días. “Aplicaba a sus actos aberrantes la misma dedicación con que otros armarían un tren eléctrico a escala”, escribiría Der Spiegel.

“Grité muchas veces durante todos esos años, pero nadie me escuchó”, diría ella décadas más tarde.

El ingreso hospitalario de Kerstin en 2008

Elisabeth Fritzl

Sin embargo, el caso no salió a la luz hasta el ingreso hospitalario en el Clínico de Amstetten de una de las hijas, Kerstin, que se encontraba inconsciente por un fallo multiorgánico sufrido en el zulo. Fue el propio Joseph quien la llevó al hospital, alegando que se encontró con la menor en estado inconsciente a las puertas de su domicilio. 

Los médicos desconocían quién era la pequeña para saber cómo tratar su enfermedad. Una investigación de las autoridades determinó que su madre era Elisabeth, en paradero desconocido desde 1984. La policía halló a Joseph y a Elisabeth cerca del hospital, y los llevaron a comisaría para declarar. Fue en 2008 cuando Joseph Fritzl fue detenido como principal sospechoso de abuso sexual y secuestro. Elisabeth y sus hijos recibieron asistencia médica. 

La confesión 

Josef Fritzl fue arrestado esa misma noche. Dos días después, confesó. Dijo que la había encerrado porque tenía que crear un lugar donde pudiera mantener a Elisabeth, por la fuerza si era necesario, alejada del mundo exterior”. Admitió las violaciones, los hijos, el encierro. “Nací para la violación”, diría luego a la psiquiatra forense Adelheid Kastner. “Se convirtió en una adicción.”

El horror era total. Las pruebas de ADN confirmaron que Fritzl era el padre de todos los hijos de Elisabeth. Los periodistas del mundo entero llegaron a Amstetten. La casa fue acordonada. Los vecinos no podían creerlo. La comunidad estaba en shock. Nadie entendía cómo algo así había ocurrido durante tanto tiempo sin que nadie lo notara.

El juicio 

El 16 de marzo de 2009 comenzó el juicio en Sankt Pölten. Josef Fritzl llegó esposado, con una carpeta azul cubriendo el rostro. En la primera audiencia, se declaró culpable de incesto, violación y secuestro, pero no de homicidio ni esclavitud. 

Todo cambió cuando se proyectó el testimonio grabado de Elisabeth. Fueron once horas. Describió cada etapa del encierro, cada golpe, cada parto en soledad, cada castigo. “Debería haber hecho algo para salvarlo”, dijo Fritzl cuando se refirió al bebé muerto en 1996.

Josef Fritzl durante el juicio I Europa Press

El impacto fue inmediato. En la tercera jornada, Fritzl se quebró. Frente a la jueza Andrea Humer, dijo: “Reconozco que soy culpable de todos los cargos”. Agachó la cabeza. Su voz era apenas un murmullo. “Lamento lo que hice. Me doy cuenta ahora, por primera vez, de lo cruel que fui.”

En el 2018 Josef cambió su apellido, pasandose a llamar Joseph Mayrhoff. El 28 de enero de 2024 un tribunal de Austria acordó poner su traslado en una prisión convencional al determinar que “no cabe que vuelva a cometer un acto delictivo” a sus 90 años, después de que permaneciera internado en un centro para presos con problemas mentales. El 19 de marzo, el jurado deliberó durante unas pocas horas. Lo declaró culpable de todos los cargos. La sentencia fue cadena perpetua en una prisión especial para criminales con trastornos mentales. Aunque permitieron su traslado a una cárcel común, decidieron que debía permanecer preso de por vida. 

“Acepto la sentencia”, dijo Fritzl. Era la última vez que hablaría en público.

Elisabeth hoy en día 

Elisabeth Fritzl y sus seis hijos sobrevivientes recibieron atención médica y psicológica inmediata. Los que crecieron bajo tierra mostraban signos claros de trauma: deficiencias físicas, miedo a los espacios abiertos, problemas para hablar. Kerstin, la joven cuya enfermedad desató el colapso del plan de Fritzl, estuvo en coma varios días. Logró recuperarse.

Los hijos criados en la superficie también necesitaron terapia. Descubrieron que sus “hermanos” eran en realidad hermanos y sobrinos a la vez. Que su madre era su hermana. Que su abuelo era su padre.

Elisabeth, que tenía 42 años al recuperar la libertad, empezó de cero. Cambió de nombre. Se mudó con sus hijos a una vivienda protegida, lejos de Amstetten. Según trascendió, rehizo su vida. No ha hablado nunca en público. Y nadie se los reprocha.

El miércoles 9 de abril, Josef Fritzl cumplió 90 años. Está encerrado en la prisión de Stein. Vive en una celda común. Apenas se mueve. Pasa los días en silencio, lejos del sótano donde construyó su pequeño imperio de horror.

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