Un subproducto comercial con ojos solo para el padre del asesino
The post El juicio final del Caso Sancho first appeared on Hércules. Edwin Arrieta no peleó con Daniel Sancho, solo trato de salvar su vida. No había ninguna mordedura en los antebrazos del agresor, eran marcas de arañazos para tratar de zafarse de él. Así consta en los testificales de los forenses que aportaron en el juicio que sentenció a muerte a Sancho, pena conmutada por cadena perpetua por inicialmente haber colaborado con la policía en el esclarecimiento del crimen, en contra de lo que los abogados contratados por su padre le recomendaron. Pero de eso no se habla en el ultimo episodio de la serie que Max ha denominado el Caso Sancho.
El concepto «documental» se identifica coloquialmente, con una pieza que contiene la información completa sobre un asunto. Podríamos decir que en su elaboración se usan documentos y que el producto final tendrá una dimensión «documental» que le hará ser una fuente de consulta obligada. Por este motivo estos cuatro episodios no pueden ser llamados documental, porque no lo son ya que no esclarecen el crimen, y no es porque lo intenten, pero no lo consigan. Es que no están encaminados a poner luz y taquígrafos en el caso Sánchez, ni lo pretenden.
La productora que ha elaborado los cuatro capítulos no ha prestado el menor interés a las declaraciones de diferentes personas relacionadas con el tema, que ellos mismos entrevistan. Se dice que “un texto fuera de un contexto es tan solo un pretexto» lo que significa que, si se dan fragmentos desordenados de algo, se produce una manipulación y sus efectos son la distorsión de lo real. El último episodio de la serie titulada «El Caso Sancho», se convierte en una muestra de lo que no debe ser el tratamiento informativo de un suceso que acaba con la vida de una persona, que posteriormente es descuartizada.
No existe el menor rubor al defender solamente una línea concreta que ya ha sido desmentida por alguien previamente entrevistado. Rodolfo Sancho, el protagonista real, insiste en que desacreditar la labor de la policía, a quien, de facto, acusa de prevaricación. Parece no haber estado dentro del Tribunal, aunque estuvo. Su relato es el de alguien empecinado en no reconocer las evidencias, de la peor forma posible, imputando un delito de corrupción a la policía y a la fiscalía de Tailandia. Afirmar que las pruebas presentadas por tres equipos policiales que trabajaron simultáneamente se han fabricado, solo se debería hacer si se aportan hechos que tengan una constancia probatoria fehaciente. Rodolfo Sancho esgrime juicios sin muestras que los sustenten.
No cabe duda de que la productora de la serie habrá realizado un diseño de la misma que les sea rentable. Del mismo modo que procederá si empieza a grabar otra sobre el precio del aceite de oliva. La diferencia es evidente, no debería ser lo mismo abordar el crimen y descuartizamiento de un ser humano que el incremento del IPC por el precio del aceite. Pero está es una apreciación ética, que concierne a la responsabilidad personal y profesional de quien aborde el tema. Y puede que eso no sea rentable.
Hay otros daños colaterales en los cuatro episodios, en concreto la imagen que se da de los periodistas. Rodolfo Sancho se somete de buen grado a la entrevista sincopada que le realizan. Larga y “sanchocentrista”. Pero, al mismo tiempo ignora al tiempo que hace admoniciones a los periodistas que le esperan a la entrada y salida del Tribunal. Parece que el derecho a informar no se deriva de la legislación vigente, sino que se relaciona con la remuneración obtenida. Es cierto que quienes hayan visto y oído el comportamiento de algunos representantes de la profesión periodística, que gritaban “suerte, ¡¡¡Rodolfo!!!” al padre coraje versión actoral, han podido creer que todo formaba parte de una dramatización, no del mundo real. Los periodistas debemos mostrar la dignidad profesional obligatoria que exige un juego limpio con los receptores de la información, porque nos debemos al interés general, no a los del clan de turno que otorga considerables beneficios a los programas audiovisuales de infoentretenimiento.
Por otra parte, el serial de Max hace algo nunca visto previamente: captar y difundir la imagen de la persona que haciendo el papel de traductor entra en el palacio de justicia y obtiene la información de la sentencia y de la opinión que el fiscal de caso Sancho tiene de la misma para facilitársela al corresponsal de un medio. Los medios tenían prohibida la entrada al palacio de justicia desde antes de comenzar el juicio. El corresponsal de la Agencia EFE, Ramón Abarca, obtuvo una autorización de la embajada española que solo le sirvió para tres horas, porque el juez fue inflexible con el cumplimiento de su decisión de que no hubiera presencia de medios informativos. Pero el último episodio muestra quien es la persona que obtenido la información de dentro del tribunal. Una persona baja corriendo la escalinata para contarle a Abarca, (se oye lo que hablan ambos) que Sancho ha sido condenado a muerte, conmutada por cadena perpetua por haber colaborado inicialmente con la policía, así como la cantidad que debe percibir la familia Arrieta. Buena forma de obtener un scoop periodístico, pero permitir que quienes vean la serie identifiquen quien ha entrado en calidad de traductor y se hace con la información transgrede el principio “antes la muerte que la fuente” y permitirá que los funcionarios tailandeses en la isla identifiquen a esa persona y puede que deje de tener facilidades para acceder a dependencias oficiales.
Si alguien tiene la tentación de ver esta serie de Max para enterarse de lo que sucedió en Tailandia en 2023 entre el Dr. Edwin Arrieta y su asesino, Daniel Sancho no lo logrará. Pero puede que no supieran quien era el actor Rodolfo Sancho y a partir de ahora además de conocerle averiguaran que, según él, la cadena perpetua no existe.
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