Calasso analiza las primeras décadas del siglo XXI desde la óptica de dos figuras aparentemente enfrentadas si bien convergentes en su sustancia: el terrorista y el turista
The post En la sociedad secular (I) first appeared on Hércules. Roberto Calasso no sólo fue uno de los grandes pensadores del siglo, destacado entre todos sus contemporáneos por ser el que mejor supo pensar la literatura, sino que también fue un editor pionero, un traductor políglota y un estudioso voraz de la Tradición. Su titánica labor editorial al frente de Adelphi únicamente puede quedar eclipsada frente a una imponente obra literaria donde mitología y literatura confluyen en una escritura erudita y libre de toda etiqueta, capaz de bucear por el mundo de la novela, de la lírica, del ensayismo de altos vuelos, de la historia del arte rigurosa, de la crítica literaria alejada de todo academicismo estéril en pos de la erudición y la transmisión del saber.
Podemos resumir su labor intelectual en un intento sin parangón por religar lo clásico y lo moderno; en definitiva, se trata de la mayor empresa cultural por hacer la metafísica operativa al término del siglo XX, por medio de un saber perenne que opera directamente sobre la realidad. Calasso fue el último eslabón de una cadena que antes de él forman personajes del prestigio de Mario Praz, estudioso incomparable del Romanticismo en libros como La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica (1930), o del renombrado esteta Gillo Dorfles, al que podemos considerar una figura en necesaria colisión con otro pensador contemporáneo orientado a la estética: Umberto Eco.
Calasso fue, como su coetáneo Claudio Magris (al que superó con mucho), un escritor romántico nacido a destiempo y enamorado de una época que ya solo podemos resucitar gracias a la literatura, a un reducto limitado de autores crepusculares, tales como Joseph Roth o George Simenon, para los que el platonismo eternamente vivo resultaba tan familiar como la extinta Mitteleuropa. En ese sentido, su obra es una muestra de cómo el símbolo, la teología y el arquetipo siguen operando activamente en la mentalidad moderna, como fuerzas espirituales vivas, con las variaciones inevitables del tiempo transcurrido, igual de eficazmente que cuando el hombre vivía a la intemperie en el seno de la naturaleza, en ese origen del mundo que vive eternamente en presente.
En libros como La ruina de Kasch (1983), Las bodas de Cadmo y Harmonía (1988) o Ka (1996), Calasso estudia en profundidad mitologías alejadas, en principio, de la Occidental grecorromana para explorar el mundo de las creencias orientales de una forma totalmente opuesta al sincretismo, al ecumenismo o la new age. En Los Cuarenta y Nueve Escalones (1991) o en La literatura y los dioses (2001) cristaliza su labor más abiertamente ensayística que pone de manifiesto una aproximación a la literatura muy alejada de lo que hoy por hoy se enseña en el ámbito universitario de las humanidades… Para encontrar un autor de envergadura comparable en ellos últimas décadas habría que recurrir a otros sabios fallecido en el mismo lapso temporal, como Marc Fumaroli o George Steiner.
Calasso tradujo y estudió a Franz Kafka, seguramente el literato desde el que mejor explica el siglo XX, en una biografía muy personal, K (2002), sin duda influenciada por el trabajo previo de otro sabio italiano de su tiempo: el gran Pietro Citati. En La Folie Baudelaire (2008), Calasso demuestra ser el mejor heredero del citado Mario Praz como estudioso del romanticismo y de su simbolismo, una constante en su trabajo; en El ardor (2010) completa y amplía sus trabajos anteriores sobre mitología oriental desde una óptica muy alejada del vicio simplificador que, como detectara Edward Said décadas atrás, suele mancillar la mirada occidental en sus peregrinaciones físicas e intelectuales a otras latitudes, y utiliza ese dominio del tema para trazar una historia alternativa de las ideas que alumbra una vez más el tenebroso panorama de nuestro presente; y El Cazador Celeste (2016), el gran escritor que es Roberto Calasso esboza una summa de su pensamiento para retomar toda una filosofía simbólica desde Grecia en adelante, hasta el presente, donde traza el camino a seguir para volver a esos “misterios eleusinos” del pasado aún por desentrañar.
En La actualidad innombrable (2017), Calasso se acerca a la sociedad de nuestro tiempo con la mirada de quien está acostumbrado a la sabiduría de los grandes pensadores y, por lo tanto, tiene la suficiente altura de miras como para no quedar encallado en el lodazal de las reyertas políticas. En la primera parte del libro, con un estilo que recuerda mucho al de Ernst Jünger, y que intelectualmente es deudor de las teorías de René Girard, Simone Weil o René Guénon en lo relativo al mundo moderno y su concepción del sacrificio, la gracia o lo cualitativo, Calasso analiza las primeras décadas del siglo XXI desde la óptica de dos figuras aparentemente enfrentadas si bien convergentes en su sustancia: el terrorista y el turista.
La lógica del turista es la lógica de la realidad virtual; y el mundo que nos ha legado el siglo XX es el suyo: fin de la poesía, prohibición del sacrificio, tiempo de posthumanidad, donde nadie es capaz de reconocer a Europa, ni siquiera ella misma. Un continente entero, el nuestro, donde predomina la «vida desnuda», consistente en el acto pagar impuestos. Un mundo marcado por el secularismo, esto es, por la Reforma del cristianismo (que, a su vez, no deja de ser una reforma del judaísmo) iniciada por Mahoma y Lutero. En su penetrante análisis, Calasso liga ciencia, tecnología y credulidad: «A un siglo exacto de distancia hemos pasado del dadaísmo al dataísmo, de Dadá al Big Data».
Escribe Calasso: «Dadá fue el momento de la desconexión universal, reivindicada y perseguida a través de una sistemática abrasión del significado (y esto correspondía a una desconexión en acto, que se estaba llevando a cabo en los años 1914-1918). Dataísmo es el momento de la conexión coactiva, que suprime todo lo que queda fuera de ella y donde cada sujeto se vuelve un férreo e irrelevante soldadito de silicio en un ejército del que todos ignoran donde se encuentra —si es que existe— el estado mayor». Ahora, esclavos de esa «actualidad innombrable» que titula el libro y se alimenta de nosotros, poseyéndonos mental y espiritualmente, sólo podemos escapar del Kali Yuga fijando la mirada en lo que se destaca como atemporal: justo aquello que el maestro italiano quiso glosar y vivificar por medio de su obra.
¿Y qué es el dataísmo? Un flujo continúo de la abstracción erigida sobre la información y la conciencia, dos términos imprecisos elevados a pilares casi teológicos del mundo secular en el que la experiencia ya no tiene significado interior, sino sólo en base a su integración en un banco de datos mayor. Un estrecho marco mental protagonizado por el evolucionismo, como dogma mayor del cientificismo, que niega el libre albedrío, al reducirlo todo a una cuestión de determinación (genética, biológica, etc).
El horizonte de lo anterior es la digitabilidad, el aplazamiento de la muerte como forma de aplacar el sentimiento trágico de la vida, que trae consigo el desencantamiento del mundo a sus últimas consecuencias. Para el turista, para aquel que vive en la realidad virtual, no hay nada desconocido ante lo que asombrarse. Su tránsito es la marca de un evidente eclipse del Misterio. Recordemos, en este sentido, la célebre capacidad de asombro que en su momento dio lugar al pensamiento dialéctico en Occidente.
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