Estrasburgo 1518: El acontecer de los locos

De repente miles de personas, gradualmente, primero unas decenas, luego unos cientos para, finalmente, quedar afectados unos miles entraron en un estado digamos extático o delirante por el que comenzaban a presentar intensos y confusos signos de agitación danzando vigorosamente y deambulando errantes por las calles en una especie de baile espasmódico incansable
The post Estrasburgo 1518: El acontecer de los locos first appeared on Hércules.  Si pudiéramos viajar al Estrasburgo de 1518 contemplaríamos uno de los sucesos más asombrosos de la historia mundial. De repente miles de personas, gradualmente, primero unas decenas, luego unos cientos para, finalmente, quedar afectados unos miles entraron en un estado digamos extático o delirante por el que comenzaban a presentar intensos y confusos signos de agitación danzando vigorosamente y deambulando errantes por las calles en una especie de baile espasmódico incansable. No, no estamos ante un acceso de locura del que escribe estas líneas sino ante un suceso histórico muy bien documentado y del que hay considerables referencias en la red.

Conocemos el nombre de la primera afectada por la conocida como “epidemia de baile de Estrasburgo”. Era una mujer y tenía el nombre de Frau Troffea. No pocos de los danzantes terminaban muriendo por las calles reventados por el irrefrenable estado de agitación que, incansablemente, se prolongaba durante bastantes horas. En principio, pareciera una versión hiperbólica, corregida y aumentada, del llamado baile de SanVitoque fue un fenómeno recurrente en la Europa central en el Medioevo achacado, en principio, a una enfermedad neurodegenerativa que provoca movimientos involuntarios y espasmos. Con todo, la “epidemia de baile” de Estrasburgo, nunca tomó, ni de lejos, las extraordinarias dimensiones ni el formato de lo sucedido en esta ciudad alsaciana.

Los médicos entendieron que los danzarines estaban afectados por un singular síndrome de calor en la sangre que, de acuerdo a las doctrinas médicas de la época, produciría estados de locura y confusión. Con el fin de curarlos aconsejaron dejarles bailar hasta que el desgaste físico de la danza liberara el exceso de calor y energía. Tal y como afirmó el historiador John C. Waller en su libro, A Time to Dance, a Time to Die: The Extraordinary Story of the Dancing Plague of 1518 se entendió que el baile era tanto la enfermedad como la cura. Por su parte los danzantes, al tiempo que parecían entregados a esa especie de danza extática, muy fuera de sí, pedían ayuda dándose cuenta de que estaban sujetos a un estado de caos y confusión extremo frente al cual nada podían hacer. Eran incapaces de detener la tremenda agitación que sentían de tal modo que esta pasaba a someter el cuerpo demandándole saltos, agitación y movimientos intensos.

Con el fin de facilitar el proceso de “sacar el calor” animando a la danza se reservó a los afectados una gran plaza pública a la que se les conducía. En la misma plaza se organizó una orquestina para que diera un marco facilitara la singular danza considerada como cura. Incluso, se llevó a danzantes profesionales para que animaran al baile. El espectáculo debería ser impresionante y macabro. Algunos morían reventándoles el corazón, otros sufrían estrepitosas caídas en las que podían lesionarse incluso gravemente, había quien sufría lesiones cerebrales por el sobresfuerzo cardiaco que aumentaba la tensión sanguínea durante horas… El festival grotesco terminó de repente. Sencillamente cesó.

Como hipótesis razonable apuntar a la ingesta de pan de harina de centeno infectado por cornezuelo, algo recurrente en la Edad Media, y que no pocas veces era lo que estaba tras el baile de San Vito. El cornezuelo es un tipo de hongo que prospera en las harinas en mal estado el cual contiene ergotamina y ergolina dos alcaloides visionarios muy similares al LSD que no deja de ser una ligera variación de laboratorio de la ergotamina. La ergolina y la ergotamina también tienen un potente efecto vasoconstrictor lo que podría explicar los espasmos musculares de los danzantes.

Si bien esto es una hipótesis creo que resulta muy difícil asumir otras de las barajadas como una hambruna embrutecedora o una iatrogenia masiva provocada por la superstición. En relación, a la ingesta de estos alcaloides decir que, el efecto más puramente visionario, solo se produce con determinados umbrales de dosis; distanciándose así de los efectos de ingestas más bajas más orientadas hacia una cierta euforia o nerviosismo. De hecho, el uso de la LSD en el mercado negro se ha decantado más hacia la búsqueda de estas euforias a dosis bajas, no pocas veces orientadas hacia el baile, dejando de lado el efecto más propiamente visionario. Lo que no es raro ya que dicho efecto visionario en nada suele interesar a quien busca diversión o combustible químico para el fin de semana. Y es que acaso los ocurrentes médicos de Estrasburgo, en su decisión de montar una orquestina acompañada por danzantes profesionales animando al baile, no hicieran otra cosa que organizar algo bastante similar a las raves actuales en las que cientos de personas danzan desordenadamente totalmente colocadas… Lo que no deja de contener y dar forma a la ebriedad que irrumpe. Para bien o para mal todo está ya inventado y lo que no es tradición es plagio.

La epidemia y el cornezuelo

De lo glosado en las líneas precedentes cabrá sacar la conclusión de que la llamada “epidemia de baile” de Estrasburgo sería un constructo generado por la ingesta del cornezuelo de centeno formateado por la decisión de los médicos de ponerlos a todos a bailar en un recinto preparado ad hoc tras sacar unas peculiares conclusiones del lío montado por Frau Truffea y sus primeros seguidores. Estos habrían sido los primeros en ingerir el pan infectado y su delirio habría irrumpido en las calles en una especie de agitación nerviosa en la que parecían danzar caóticamente… Finalmente, habrían sido recluidos en una plaza. Y allí se habría promovido el baile incesante de los afectados configurando un contexto escénico intencionalmente orientado para dar salida a toda esa agitación; al exceso de calor que decían los médicos… Desde esos movimientos caóticos de Fray Truffeau visualizados como un baile asalvajado, el “dejarse danzar” quedó delimitado como la vereda a seguir para manifestar los efectos de la intoxicación y hacerla cesar por la liberación y disipación de la energía resultante. La aparición de nuevos danzarines se habría ido prolongando en el tiempo mientras el pan infectado, ya horneado, se iba consumiendo; lo que permanente iría renovando el cuadro de los danzantes… No olvidemos que la ingesta de pan elaborado con harina infectada genera una alteración de conciencia que dura no pocas horas pero que desaparece súbitamente tras pasarse los efectos.

La intoxicación por cornezuelo de centeno; formateados y elaborados sus efectos por los médicos de Estrasburgo, parece ser parece ser la explicación más plausible a un fenómeno tan extravagante como extraño. La intervención médica, diseñando un contexto de experiencia bastante elaborado, no es un asunto menor ya que condicionaba a un pasaje específico de los efectos de los alcaloides del cornezuelo. Todo ello contenido con un diseño para facilitar ese “dejar salir al calor” animando a los asistentes al baile con orquestina y danzantes profesionales. Impresionante.

Todo lo dicho puede parecer increíble pero como ya he indicado está muy bien documentado y hay abundante información del tema. En fin, me limitare decir eso que nos dijera Platón en el Fedro de que de la mania (podríamos decir ebriedad para acercarnos algo al sentido griego de mania) cabe esperar las mayores bendiciones a condición de que la salida de sí que promueve quede bendecida por los dioses… Salir de sí de su mano bajo su atención y mirada… La mania asesina de Ayax maldecida por los dioses, de un lado, y, de otro, la mania bendecida de poetas y amantes. También la de los asistentes a los misterios en la Grecia antigua, la llamada mania mistérica, en conmemoración de un Dios y quedando el fiel abierto a su desvelamiento…

Es una gran pérdida cultural que el fértil sentido del término griego mania haya quedado reservado, en castellano, a su sentido exclusivamente delirante o patológico… Con todo, nos queda el término de ebriedad capaz de dar cuenta desde la borrachera más infame a la conciencia intensa del místico bien abierta a lo divino. En tal sentido nos dirá San Juan de la Cruz, “al toque de centella,/ al adobado vino,/emisiones de bálsamo divino./En la interior bodega/ de mi amado bebí, y cuando salía,/por toda aquesta vega,/ ya cosa no sabía/y el ganado perdí que antes seguía.”. Reitero la colosal carencia resultante de haber perdido en castellano la significación original de la mania helena. Bastaría esa referencia vinculada a la filosofía, tal y como plantea Platón, para poner del revés la totalidad de la tradición filosófica occidental. ¿Cabe entender la filosofía desde la mania?. No cabe otra posibilidad si es que la metafísica supone o indica un viático de unión con lo divino y, por tanto, de expansión de alma y conciencia. Filosofía, metafísica, mania… Pónganle el cascabel al gato.

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