Fermín Muguruza, Jiménez Losantos y el antifascismo sin riesgo conocido

La retórica contra el franquismo y los perdedores de la Segunda Guerra Mundial no moviliza a las nuevas generaciones
The post Fermín Muguruza, Jiménez Losantos y el antifascismo sin riesgo conocido first appeared on Hércules.  El antifascismo es la nueva petanca, un pasatiempo inofensivo para que los mayores pasen el rato, hagan algo de ejercicio y se sientan partisanos sin romperse la cadera. Por lo menos esto es lo que pensamos muchos al ver las imágenes del concierto de activista punk Fermín Muguruza en el Movistar Arena de Madrid, ante un público que —siendo generosos— tendría una media de edad de 45 años. Un ambiente lúdico y nada amenazante, más parecido a la gira “Yo fui a EGB” con pañuelo palestino que a los tensos recitales de Kortatu en los ochenta o al despliegue de testosterona combativa de Negu Gorriak en los noventa (sus dos grupos anteriores). Más que un concierto, esto de 2025 fue una performance.

 Los antifascistas crepusculares se divierten un rato en un pabellón patrocinado por una empresa del Ibex35, recinto propiedad de la Comunidad de Ayuso, y luego a casa con una sonrisa de triunfo y calimocho, aunque lo llamativo sea la derrota -para ellos– de que los jóvenes vascos ya están a otra cosa: bailar reguetón en castellano, celebrar el triunfo la selección española en la última Eurocopa y evitar la retórica atorrante y contracultural de “los presos”, “el conflicto” y “el Estado Español que nos oprime”. Para dar colorcillo al recital, se añade un cameo de la actriz Itziar Ituño (La casa de papel) en el himno proetarra ”Sarri, Sarri” (que se canta cada jornada en el estadio de Athletic). Y todos contentos.

En el otro extremo del espectro político, aunque ambos anden más cerca de lo que pensamos, el célebre locutor neoliberal Federico Jiménez Losantos también se ponía ‘antifa’ proclamando en un artículo delirante (https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-02-16/federico-jimenez-losantos-trump-apunala-a-reagan-y-deserta-de-la-lucha-contra-hitler-y-stalin-7220271/) que el trumpismo escupe sobre las tumbas de los soldados enterrados en la Playa Omaha de Normandía, los que habían viajado a Europa para librarnos del nazismo. A falta de un análisis más fino, para Losantos Putin es una mezcla de Hitler y Stalin, Zelenski es el De Gaulle del siglo XXI y Donald Trump un Chamberlain pasado de autobronceador y deseoso de entregarse a cualquier proyecto autoritario, Make Fascism Great Again.

El problema es que la geopolítica ha cambiado de manera radical en ocho décadas y asignar estos papeles así, de manera tan alegre, es como tratar de comprender las claves de la batalla nacional partiendo de que Santiago Abascal es Franco, Pedro Sánchez el equivalente a Buenaventura Durruti y Yolanda Díaz, la actualización de la  Pasionaria. Además de estar ante identificaciones más falsas que un euro de corcho, el guerracivilismo de los años treinta tampoco moviliza masas en nuestra época, sobre todo no moviliza a los jóvenes. Es como si a un señor de cincuentaytantos como yo le intentas activar apelando a la frustración de que España perdió la guerra de Cuba a finales del siglo XIX. Sencillamente, queda demasiado lejos y demasiado poco sexy. 

El análisis correcto ya lo conocemos, lo sintetizó de manera magistral en 2019 el filósofo italiano Diego Fusaro, harto de aguantar tertulianos prosistema (https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2019-06-29/diego-fusaro-estado-soberania-derechas-izquierdas_2093646/) llamándole cualquier cosa: “Muchos tontos que se hacen llamar ‘de izquierda’ luchan contra el fascismo, que ya no existe, para aceptar plenamente el totalitarismo del mercado. Estos últimos son los que luchan en Francia contra Le Pen para aceptar de buena gana a Macron. Luchan contra un fascismo que ya no existe para poder aceptar la nueva porra invisible de la economía de mercado. Y, por supuesto, la clase intelectual, el circo mediático y el clero intelectual desempeñan un papel fundamental en este proceso; la tarea de la clase intelectual, académica y periodística es garantizar que los dominados acepten el dominio de la clase dominante en lugar de rebelarse”, denunciaba. Una lección crucial, de primero de Pasolini.

Por eso mismo, como hemos insinuado antes, no hay tanto trecho entre el sermón punk de Fermín Muguruza y el sermón turboliberal de Federico Jiménez Losantos. De hecho, con el paso de los años, cada vez se parecen más el uno al otro, incluso físicamente, además de compartir la energía gruñones permanentes. El postureo antifa estropea bastante el cutis, por mucho que algunos lo veneren como el ácido hialurónico que les va a salvar el carisma hasta el Imserso.

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