Descubre cómo Irán ha construido la mayor fuerza de misiles de Oriente Medio en 40 años, redefiniendo su estrategia defensiva y ofensiva
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Durante más de cuatro décadas, Irán ha diseñado meticulosamente una arquitectura de disuasión que le ha permitido redefinir su poder militar frente a rivales regionales e internacionales. En lugar de competir directamente con Estados Unidos o Israel en capacidades convencionales, optó por un enfoque asimétrico: construir la mayor y más versátil fuerza de misiles balísticos de Asia Occidental. Lo que empezó como una necesidad desesperada durante la guerra con Irak se ha transformado en una doctrina nacional, un eje de su estrategia defensiva y ofensiva.
El origen: una guerra de supervivencia
La guerra Irán-Irak (1980-1988) fue el punto de inflexión. A medida que Bagdad bombardeaba ciudades iraníes con misiles Scud-B, la República Islámica no contaba con una capacidad de respuesta equivalente. Sin acceso a armamento avanzado debido al aislamiento internacional, Irán recurrió a aliados ideológicos y oportunistas: Siria, Libia y Corea del Norte. Con estos misiles de segunda mano comenzó a esbozar lo que más tarde sería una red robusta de producción, mantenimiento y despliegue balístico.
Pero más que un simple recurso táctico, estos misiles representaban dignidad nacional. Los líderes iraníes también comprendieron que sin una capacidad creíble de represalia, su soberanía estaría siempre bajo amenaza. Así nació la idea de que los misiles serían el núcleo de una futura doctrina de defensa nacional.
Ingeniería bajo asedio
El aprendizaje comenzó con la ingeniería inversa. Irán construía redes de contrabando, aprovechaba la diáspora técnica y fortalecía sus alianzas con Pyongyang. Corea del Norte fue vital: proporcionó tanto misiles como conocimientos, convirtiéndose en el puente entre la tecnología soviética y la innovación iraní.
En paralelo, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) tomó el control del programa misilístico. El CGRI no solo desplegó misiles, también moldeó la narrativa estratégica, vinculándolos con la resistencia islámica y la autonomía tecnológica.
La era Moghaddam: del Scud al Sejjil
Una figura clave fue el general Hassan Tehrani Moghaddam, considerado el padre del programa de misiles iraní. Bajo su liderazgo nacieron los misiles Shahab, Gadr y posteriormente el Sejjil, con más de 2.000 km de alcance, capaz de alcanzar Israel, Arabia Saudita y bases estadounidenses.
El cambio más profundo fue el uso de combustible sólido, que permitió lanzar misiles con mayor rapidez y seguridad. Moghaddam también impulsó la descentralización de la producción, creando fábricas distribuidas, conectadas con universidades y centros de investigación.
Su legado no era solo un arsenal; era una doctrina: combinación de disuasión estratégica, innovación constante y soberanía tecnológica.
De la cantidad a la precisión
En la década de 2010, Irán se enfocó en la precisión. El CGRI y el Ministerio de Defensa invirtieron en sistemas de guiado con navegación inercial, GPS local y capacidades anti-interferencia. Como resultado, los misiles iraníes se convirtieron en armas quirúrgicas.
Los Fateh-313, Zolfaghar y Qiam son ejemplos de esta nueva generación. Irán también desarrolló misiles de crucero como el Soumar y el Hoveizeh, capaces de evadir radares.
En 2017, Irán usó seis misiles contra posiciones del Estado Islámico en Siria. En 2020, tras el asesinato del general Qassem Soleimani, Irán lanzó un ataque de represalia contra la base de Ain al-Asad, demostrando su precisión milimétrica.
La disuasión conectada: misiles y drones
Desde 2020, Irán entró en una nueva fase: la disuasión en red. Los misiles fueron integrados con drones kamikaze, guerra electrónica, inteligencia artificial y comando descentralizado.
Los drones Mohajer, Shahed y Karrar complementan los misiles, actuando como exploradores o ejecutores. En la operación “Promesa Verdadera III”, Irán lanzó oleadas combinadas de misiles y drones, saturando sistemas de defensa antiaérea.
Los analistas hablan de disuasión ofensiva: la capacidad no solo de responder, sino de anticipar y neutralizar amenazas con ataques de alta precisión.
Infraestructura y despliegue
Irán ha construido una extensa red de silos subterráneos, rampas móviles, lanzadores ocultos y hangares camuflados. Se calcula que existen decenas de instalaciones estratégicas, muchas automatizadas y protegidas.
El país ha diseñado sistemas modulares y transportadores móviles. Esta movilidad complica los intentos de inteligencia enemiga y convierte cualquier ofensiva en un riesgo incierto. La red es redundante, descentralizada y resiliente.
Misiles, soberanía y la sombra nuclear
El programa de misiles balísticos está vinculado a la soberanía nacional. Para Teherán, cada misil es un símbolo de resistencia y autonomía frente a la hegemonía extranjera.
Aunque Irán insiste en que su programa nuclear es pacífico, muchos temen que sus capacidades balísticas puedan combinarse con conocimiento nuclear. Esto genera una forma de disuasión implícita.
La política de ambigüedad estratégica ha sido efectiva. Irán evita una declaración nuclear abierta, pero ha construido una disuasión convencional creíble que mantiene abiertas todas las opciones.
Conclusión: una nueva realidad estratégica
Irán ha transformado su vulnerabilidad en fortaleza. Su programa de misiles, nacido bajo asedio, le permite influir en el equilibrio de poder regional.
Frente a potencias que invierten en portaaviones y cazas invisibles, Irán ha apostado por eficacia, adaptabilidad e invisibilidad operativa. Ha demostrado que el poder también se mide en visión estratégica y resiliencia.
El misil iraní ya no es solo un proyectil. Es una herramienta diplomática, una declaración política y una advertencia. En un mundo incierto, es también un recordatorio de que la tecnología autóctona y la determinación nacional siguen siendo formas efectivas de poder.
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