Unas declaraciones del expresidente de Uruguay nos recuerdan la senda que
España debe retomar
The post ‘La Castilla que no afloja’: un gran lema para el siglo XXI first appeared on Hércules. En los últimos días, contra todo pronóstico, ha surgido en las redes una polémica sobre Castilla, tierra ignorada de manera habitual por radios, periódicos y telediarios. Tiene que ver con una reflexión de José Mújica, expresidente de Uruguay, durante una entrevista con Jordi Évole: «España debería ser un Estado mucho más federal, más abierto a reconocer las identidades que tiene en sus entrañas, pero Castilla no afloja. Isabel sigue estando allí», comentaba el exmandatario, referente de la izquierda global. Mújica tiene fama de sabio y gran analista, aunque nadie sepa muy bien por qué, ya que tampoco tiene un ensayo de referencia o una teoría política que haya cuajado para comprender la realidad. ¿No es llamativo que una comunidad autónoma tan pobre como Castilla León siga siendo retratada como una caverna reaccionaria con una capacidad de represión que dura siglos?
Lo más probable es que el prestigio de Mújica venga de ser uno de los pocos líderes actuales capaz de llevar una vida franciscana, renunciando a los lujos de la presidencia para vivir en una modesta casa similar a la de muchos uruguayos pobres. Esta austeridad, que podemos llamar mística o directamente castellana, no ha sido suficiente para que se dé cuenta de que los territorios que oprimen a las clases populares españolas son más bien las de mayor renta, es decir País Vasco, Cataluña y Madrid. No es una confusión inocente: Mújica militó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización terrorista de izquierda. En agosto de 1994, tuvo responsabilidad directa en los disturbios del Hospital Filtro de Montevideo, que buscaban evitar que tres ciudadanos españoles acusados de pertenecer a ETA fueran extraditados a España. La resistencia a entregarles a nuestro país la coordina el llamado Frente Amplio, organización de la que Mújica es referente. El saldo de la resistencia fue de un muerto y más de cien heridos civiles graves.
El expresidente sigue siendo víctima de una ensoñación, indigenista e interesada, que atribuye todos los males de Hispanoamérica a los Reyes Católicos. Parece algo delirante, pero en realidad es cotidiano: los separatistas siguen usando el insulto «mesetario» para expresar que la Cataluña dinámica y emprendedora está siendo lastrada por una Castilla atrasada en el plano empresarial y espesa en el cultural. En realidad, para qué engañarnos, Mújica tira mucho de este tipo de tópicos, confirmando su nivel de tertuliano de La Sexta, como un Miguel Ángel Revilla con caduco prestigio marxista. Basta pasar un fin de semana en Castilla, con sus bares espartanos y sus carreras secundarias en estado deplorable, para darse cuenta de que no es un territorio con capacidad para oprimir a absolutamente nadie. Si comparamos una foto de la plaza de cualquier pueblo en 1985 y en 2025 nos costaría distinguirlas, de tan poco que ha cambiado allí la vida.
Mis abuelos paternos vienen de un pequeño pueblo de Burgos, tuvieron de emigrar a Asturias en los años 50 para encontrar trabajo. Mis abuelos maternos eran campesinos de un pueblo de Soria, que por suerte pudieron dedicarse a lo suyo hasta morir, a cambio de vivir modestamente. Durante años, me frustraba que la comunidad que más presidentes ha aportado a nuestra democracia –Suárez, Aznar, Zapatero– fuese la que menos se hubiese aprovechado de esa circunstancia, en claro contraste con los privilegios que el felipismo concedió a Andalucía (desde la Expo 92 al primer tren de Alta Velocidad de España). A medida que me hago mayor, me siento orgulloso de que los castellanos no tengamos esa mentalidad narcisista, calculadora y competitiva. Lo nuestro siempre ha sido el campo, la mística religiosa y las grandes aventuras, que nos llevaron -gracias a Isabel- a fundar el vigoroso espacio geopolítico que conocemos como Hispanidad. El comentario de Mújica debería servir para retomar el rumbo: urge volver a ‘La Castilla que no afloja’, ambiciosa pero desprendida, la que honra el legado de Isabel.
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