Gazprom reporta beneficios récord en 2024 según normas internacionales, pese a pérdidas según contabilidad rusa, gracias a adquisiciones estratégicas y subidas de precios. Sin embargo, persisten dudas sobre la sostenibilidad de sus inversiones y la verdadera salud financiera de la empresa
The post La mayor empresa de gas ruso maquilla su rentabilidad: beneficios inflados, deuda creciente y una opacidad contable que inquieta first appeared on Hércules. Pese a sanciones internacionales, impuestos extraordinarios, el desplome de sus exportaciones a Europa y una larga lista de golpes tras la invasión de Ucrania, Gazprom asegura que su situación no es tan mala. Así lo indican sus resultados de 2024 bajo los estándares internacionales IFRS: un beneficio neto de 1,2 billones de rublos. Sin embargo, sus cuentas internas, basadas en la normativa rusa (RAS), revelan una pérdida de más de un billón.
Esta contradicción es inquietante. En 2023 ocurría lo contrario: ganancias bajo RAS, pérdidas según IFRS. El último informe financiero está lleno de cifras desconcertantes y saltos contables inexplicables. Aparentemente sólida, Gazprom se sostiene más por maniobras contables y adquisiciones oportunas que por una gestión eficiente. Sergei Vakulenko, analista del Carnegie Russia Eurasia Center en Berlín, desglosa esta aparente paradoja en un artículo difundido por el medio ucraniano Meduza.
Lo primero a entender es que los informes RAS tienen un uso más fiscal que analítico. Son útiles para Hacienda, no para evaluar la gestión. Esta separación es común en otros países, donde las cifras tributarias rara vez guían el análisis financiero. El informe de 2024 muestra una clave: una línea llamada “ajuste de valor de inversiones”. En 2023, esta generó ingresos por 1,7 billones de rublos; en 2024, registró pérdidas por 861 mil millones. ¿Por qué? Gazprom posee casi todas las acciones de Gazprom Neft. Su valor se disparó en 2023, luego cayó en 2024. Según las normas contables, estos vaivenes deben registrarse como ganancias o pérdidas en la cuenta de resultados.
Pero lo que realmente llama la atención es el brusco cambio en los resultados IFRS: de una pérdida gigante en 2023 a una ganancia sorprendente en 2024. A simple vista, podría parecer que todo se debe a la caída de ventas de gas, pero no es tan sencillo. De hecho, los ingresos de 2023 superaron incluso los de 2019, antes de la pandemia y la guerra. El verdadero problema fue otro: el incremento brutal del impuesto a la extracción de minerales —1,3 billones más que el año anterior— y la depreciación contable de activos europeos, que sumó más de un billón en pérdidas.
Estas cargas fiscales surgieron en 2022, cuando Rusia necesitaba financiar la guerra y Gazprom aún generaba ingresos récord en Europa. En 2023, el negocio cayó pero los impuestos se mantuvieron. Además, Gazprom aprovechó el momento para limpiar su balance de proyectos fallidos acumulados durante años. En contraste, el salto de beneficios en 2024 se apoya en varios factores: un aumento de la producción (416.000 millones de m³, frente a 359.000 del año anterior), ventas adicionales a China y mayor demanda interna. El modesto repunte en Europa también ayudó, aunque en menor medida.
Una clave fue la adquisición de la participación de Shell en Sakhalin Energy. Desde marzo de 2024, Gazprom contabiliza el 100% de esta producción, lo que sumó 12.000 millones de metros cúbicos a su balance anual. Este tipo de consolidación es estándar, no maquillaje. Aun así, la diferencia entre los 40.000 millones de metros cúbicos adicionales reales y los 61.000 proclamados por la empresa revela un exceso de entusiasmo. También se benefició de registrar todas las ganancias del proyecto Sakhalin-2 desde el segundo trimestre, lo que añadió otros 464 mil millones a sus cuentas.
Esta compra incluso generó una ganancia contable inmediata: por pagar 94 mil millones de rublos por el 27,5% del proyecto, Gazprom registró una utilidad de 191 mil millones. Shell, por su parte, asumió una pérdida de 1.600 millones de dólares. Además, Gazprom se benefició del alza del crudo: vendió prácticamente el mismo volumen, pero a mejores precios. Esto aportó un billón de rublos adicionales.
A todo esto se suman menores pérdidas contables por depreciación (286 mil millones en 2024, frente a 1,1 billones en 2023) y un aumento moderado del coste de producción (10%, en línea con la inflación). Resultado: un beneficio de 1,2 billones de rublos, similar al de 2019, pero aún más impresionante si se ajusta por inflación: 23.300 millones de dólares contra 13.200.
Sin embargo, esta cifra es menos impresionante cuando se desglosa. Casi 500 mil millones proceden de Gazprom Neft, una subsidiaria que representa el verdadero motor financiero. Si se excluye, la ganancia propia baja a 719 mil millones. Y lo más preocupante es la caída continua del flujo de caja operativo desde 2021, frente a una inversión que alcanzó 2,9 billones de rublos en 2024, muy por encima de gigantes como Exxon, Shell o Total, que operan a mayor escala.
¿A qué se destinan estas inversiones? Los grandes proyectos internacionales están finalizados. La planta de Amur apenas ha avanzado, y solo restan proyectos menores como el gasoducto Belogorsk-Jabárovsk (300 mil millones de rublos hasta 2026) o las torres junto al centro Lakhta. En construcción apenas se ha avanzado, y difícilmente justificarían el gasto masivo.
Otros proyectos, como la planta de GNL y la petroquímica en Ust-Luga, podrían absorber unos 500 mil millones anuales. Aun así, la inversión total sigue sin explicarse. El presupuesto de gasificación nacional solo asignó 270 mil millones. Así, el grueso de la inversión permanece en la sombra.
En la práctica, Gazprom compensa el déficit entre ingresos y gastos con la rentabilidad de Gazprom Neft, convirtiéndola en su sostén financiero. Pero eso no basta: la deuda neta sigue aumentando, aunque aún se considera manejable (5,7 billones de rublos, con un ratio deuda/EBITDA inferior a 2). No hay alarma, pero sí tendencia preocupante: el coste de la deuda se ha cuadruplicado desde 2019, alcanzando los 719 mil millones en 2024.
Gazprom aún tiene margen de maniobra. Podría congelar obras para aliviar sus cuentas. Pero su cultura corporativa está anclada en megaproyectos costosos y prolongados. Cambiar eso requiere reformas estructurales profundas. Y, aunque la necesidad es evidente, lo que se propone hasta ahora parece tímido y tardío.
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