La piratería otomana y la Monarquía Hispánica. El combate en los mares

La piratería otomana y la Monarquía Hispánica. El combate en los mares

Los mayores enemigos de la Monarquía católica en la mar
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El estado de las fuerzas de la Monarquía Hispánica en costas y puertos

En la década de 1480 las órdenes militares asentadas en el mar Mediterráneo fueron algunas de las principales líneas defensivas ante los piratas otomanos o berberiscos. Los caballeros de la Orden de San Juan, por ejemplo, asentados en Malta años después en el 1500, se habían enfrentado a estos en numerosas ocasiones. Los atacantes al servicio de la península de Anatolia tenían sus bases en el norte africano, de este modo accedían con gran facilidad a las costas hispanas e italianas, además de a las islas de Córcega, Sicilia, Chipre y Malta.

Jorge Prada Rodríguez, historiador y especialista en historia naval, afirma “el problema de la piratería berberisca y/o otomana es algo que en la Edad Moderna está presente desde sus inicios”. Además, incide en que “este problema causó importantes estragos en las ciudades costeras españolas hasta el punto que se emprendieron acciones de conquista contra los enclaves norteafricanos”.

En esta línea Guillermo Nicieza Forcelledo, autor de “Leones del mar. La Real Armada española en el siglo XVIII” (2022) y “Anclas y bayonetas” (2023), añade: “el final del reinado de los Reyes Católicos coincidió con un importante desarrollo naval debido a que Castilla y Aragón se sumaron a la guerra contra el Turco en el Mediterráneo por intermediación del papa Alejandro VI y en ayuda a Venecia, que acababa de ser derrotada en las batallas navales de Zonchio y Modona. No es casualidad que poco después Gonzalo Fernández de Córdoba con cerca de 10.000 hombres llevara una acción anfibia sobre Cefalonia y tomara la plaza a los turcos”.

La Monarquía procedió, entonces, a la disminución de las fuerzas a caballo y un claro predominio del combate entre infantes y peones a pie en tierra y mar. En esta línea, se fomentaron las armas de fuego como el arcabuz, también la artillería y la uniformidad, que también fueron empleadas en alta mar, atendiendo así al Renacimiento de la ciencia militar y los ejércitos a inicios de la Edad Moderna.

Estrategia defensiva

La Monarquía Hispánica de Carlos V empleó tres estrategias para frenar a estos “bárbaros”. La primera fue el desembarco por tierra y el uso de ataques con artillería e infantería, tal y como se dio en Túnez (1535) y Argel (1541). La segunda y la tercera opción fue la formación de una liga santa en 1538 con el Papado y Venecia, además del empleo de fortalezas costeras. En esta línea, la cesión de Malta por parte de Carlos a la Orden de San Juan tenía por objeto la estructuración de una plaza que, bajo la administración de estos militares, pusiera freno a los avances islámicos. Asimismo, la orden disponía de una patente de corso para atacar a las fuerzas navales otomanas y piratas cuando fuera necesario.

La estrategia naval española también se centró en “Cerdeña, Sicilia y más tarde Nápoles, (explica Guillermo Nicieza) donde se formaron escuadras provinciales bajo las órdenes de los virreyes españoles de turno. Con la expulsión de los franceses de Italia, estas escuadras participaron activamente en la lucha contra el Turco y en los golpes de mano sobre las costas norteafricanas, centros de importante influencia corsaria otomana. En las operaciones navales de Italia destacaron los marinos Juan López de Lezcano, Bernardo de Vilamarí y Pedro Navarro, este último inventor de la mina de asedio terrestre”.

Desde 1541, con la derrota de Argel, se optó por una estrategia defensiva o estática. Sin embargo, ya se habían dado otras capitulaciones frente a las fuerzas musulmanas. Castelnuovo, en el actual Montenegro, supuso una pérdida territorial en 1539 que ofreció al Imperio otomano una entrada por mar a los Balcanes. El almirante Barbarroja fue otro de los grandes inconvenientes para la estabilidad del Sacro Imperio y la Monarquía Católica en el Mediterráneo.

A pesar de todos los esfuerzos, la piratería no desapareció y, de hecho, marcó gran parte de los enfrentamientos navales durante el gobierno de los Austrias. Véase el caso del corsario Dragut, o Turgut Reis, quien atacó las islas de Elba y Córcega; más tarde ofreció al sultán Solimán miles de hombres para atacar Malta en 1565.

Guillermo Nicieza estima que el conflicto continuo con los piratas berberiscos “duró hasta el bombardeo de Argel de 1784, los años de mayor actividad fueron entre mediados y finales del siglo XVI, coincidiendo con la hegemonía naval otomana en el Mediterráneo occidental. No hay que olvidar que los estados de Berbería actuaban como provincias independientes pero bajo soberanía de la Sublime Puerta. De hecho, los principales almirantes otomanos ejercían de beys (gobernadores) de estas provincias. Así, la defensa de Malta y Lepanto supusieron un punto de inflexión de la influencia militar turca en aguas europeas, si bien tenemos que llegar hasta principios del siglo XVII, con batallas como el cabo Corvo y cabo Celidonia donde las escuadras españolas llegaron hasta el Mediterráneo oriental. Durante el siglo XVIII se siguieron dando combates y acciones en el Mediterráneo, donde destacó Antonio Barceló con sus jabeques, pero el asunto quedó más o menos pacificado con las reconquistas de Orán y Mazalquivir de 1732”.

Las embarcaciones

Se decidió invertir en la mejora de las fuerzas navales que superasen los navíos de época de los Reyes Católicos los cuales eran “muy costosos y de poco provecho en invierno”. En primer lugar, se mejoró e incrementó el número de galeras. Ahora tenían la capacidad de llevar piezas artilleras de gran calibre. También tenían un uso civil para el comercio, por lo que las grandes familias podían alquilarlas a los monarcas y viceversa.

Por su parte, la carabela de estilo “latino”, heredera de las tradicionales de la década de 1490, supuso un gran avance. Transportaban consigo una tripulación de 60 infantes, además de bocas de fuego. Su gran desventaja frente a las galeras fue la ausencia de remos, a pesar de ello, en caso de tener el viento a su favor, eran más rápidas y ligeras. Muchos de estos navíos se fabricaron en las costas catalanas. Asimismo, en lo que se refiere al ámbito tecnológico, se aplicaron nuevos forrajes interiores en las embarcaciones, planchas de plomo, nuevos tipos de betunes, sacos de lana, etc.

Modelo de un galeón de la época

Aunque entre los reinados de Carlos V y Felipe II, Guillermo Nicieza concluye que “el buque estrella de la época imperial fue el galeón, y aunque hay controversia, ya que de un lado parece proceder de las naos tardomedievales, por otro también viene de la galera, ya que los primeros también llevaban remos. Precisamente, estos galeones agalerados fueron invención de Álvaro de Bazán, el Viejo, que llegó a obtener del emperador Carlos V una concesión para su fabricación en la costa de Vizcaya, además de otras prebendas durante más de una década. Se estima que se desarrollaron entre 1544 y 1547, hasta que en 1550 Bazán los patentó en Valladolid”.

¿Qué nos queda por destacar?

Al consultar a ambos expertos, sobre lo más destacable de la guerra naval y sus embarcaciones en su lucha contra el Turco y los berberiscos del 1500, obtenemos las siguientes respuestas.

Guillermo Nicieza concluye que la “guerra naval del siglo XVI supuso un importante punto de inflexión en lo que corresponde al combate naval, los primeros combates se parecieron mucho a los medievales, de forma que se combatía al cuerpo a cuerpo sobre las cubiertas, como siguió pasando en las galeras, pero también comenzó a proliferar la artillería naval, y eso marcó un cambio de paradigma a la hora de hacer la guerra en el mar. El establecimiento del galeón como nave estándar polivalente también permitió desarrollar el comercio con ultramar, llevar a cabo expediciones de exploración más ambiciosas y lanzar operaciones militares de mayor tamaño. Las escuadras crecen en número de hombres y naves, y podemos hablar de verdaderas armadas de guerra. Por ejemplo, en la batalla de Lepanto participaron cerca de 600 naves y 170.000 hombres”.

Por otro lado, Jorge Prada destaca “el protagonismo que todavía mantiene la galera, predominando un tipo de combate donde el enfrentamiento al abordaje y al cuerpo a cuerpo siguió teniendo importancia y así lo vemos en una destacada batalla del siglo, Lepanto, donde la Monarquía Hispánica y sus aliados derrotaron a los otomanos”.

Para todos aquellos interesados en la materia y seguir ampliando conocimiento, Jorge Prada ha organizado el Seminario Internacional “La Real Armada en el largo Siglo XVIII: Reconstrucción, evolución y proyección”, que tendrá lugar el 13 de febrero de 2025 en formato online con autores de la talla de Agustín Guimerá Ravina, Sabrina Guerra Moscovo o Cristina Roda Alcantud.

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