El ascenso de la nueva derecha está poniendo nerviosos a muchos opinadores españoles que presumen de liberales
The post Liberalismo antiliberal first appeared on Hércules. Se supone que ser liberal tiene que ver con una actitud no dogmática: la de defender que resulta deseable una esfera pública que cuente con un amplio abanico de posiciones políticas. Por desgracia, gran parte del liberalismo español parece empeñado en el enfoque contrario, el de pensar que sus creencias son la Verdad Revelada por Karl Popper y que todo el que se oponga a su visión es un “putinejo”, “neonazi”, “ultracatólico”, “estalinista”, “falangista” o cualquier otra etiqueta peyorativa que se les ocurra. Esta mirada inflexible, macartista incluso, no tiene que ver con un momento de fortaleza en las urnas, sino con el miedo que les produce el triunfo del trumpismo en Estados Unidos y el ascenso de los partidos socialpatriotas en Occidente, que están haciendo tremenda mella en el bipartidismo que dominó el Viejo Continente desde 1945 hasta la actualidad.
Hay dos ejemplos encomiables de liberalismo clásico que sirven de referencia. El primero: Luis María Ansón, tantas veces amenazado por ETA, se opuso con firmeza al cierre del diario abertzale Egin y de la revista cultural en euskera Egunkaria porque “no delinquen las rotativas, sino las personas”. Las sentencias judiciales le dieron la razón, pero gran parte del liberalismo español no compartió su valentía para defender la libertad de prensa. En el extremo contrario, segundo ejemplo, Noam Chomsky demostró también su rigor en el llamado Escándalo Faurisson de 1979, cuando un profesor de instituto francés la lió parda con un opúsculo negador del Holocausto al que colocó como prólogo —sin pedir permiso ni pagar nada— una pieza de Chomsky en favor de la libertad de expresión. Decenas de intelectuales presionaron al activista estadounidense para que demandara a Faurisson, invocando incluso la condición de judío de Chomsky, pero él se negó alegando que la libertad de expresión está precisamente para proteger las opiniones que nos parecen más detestables.¿Esperaban encontrar ustedes en la misma trinchera a Anson y Chomsky para defender las libertades públicas?
Ahora tenemos justo lo contrario, que es a Federico Jiménez Losantos y Cristina Pardo (La Sexta) intentando expulsar discursos de la esfera pública con argumentos indistinguibles, a la par que delirantes. Por ejemplo, critican a Santiago Abascal por liderar el grupo Patriots y presuntamente haber “abandonado” en el Parlamento Europeo a Giorgia Meloni, a quien ahora pintan como un ejemplo de sensatez. Luego crucifican a Jordi de la Fuente, nuevo responsable del sindicato Solidaridad, cercano a Vox, por el pecado imperdonable de haber militado en el Movimiento Social Republicano ,un partido posfascista español. ¿No se dan cuenta de que el MSR y Fratelli D’Italia —espacio de Meloni— son dos formaciones muy similares en principios, trayectoria y aspiraciones? ¿Hay que cancelar Solidaridad y abrazar a Fratelli? ¿Porque a usted le conviene?
Los políticos, medios y tuiteros españoles llevan meses enredados en estériles luchas mediáticas sobre Ucrania, Palestina, Siria, Hungría y los Estados Unidos de Trump. La realidad es que España no tiene peso geopolítico para influir en ninguna de estas realidades. Todas las peleas de este tipo de los últimos doce meses son autobombo narcisista, estrategias laborales y ajustes de cuentas personales. A pesar de esa certeza general sobre nuestra irrelevancia, apenas se debate sobre Marruecos, que es nuestra principal amenaza geopolítica. ¿De qué sirve tanta bilis? ¿No habría que ir pensando en discutir conflictos prácticos? ¿Por ejemplo decidir si preferimos un liberalismo integrador o un liberalismo mamporerro?
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