Lo que está mal en la Iglesia

Como suele pasar en todo grupo humano, y no podemos olvidar que pese a que la Iglesia Católica sea una empresa divina sus consejeros delegados son simples pecadores, las mayores amenazas a su integridad no están fuera sino dentro
The post Lo que está mal en la Iglesia first appeared on Hércules.  Chesterton, uno de los autores predilectos del recientemente fallecido Papa Francisco, escribió una obra titulada Lo que está mal en el mundo. Ahora que se avecina el cónclave, que están preparando la liturgia electoral cardenalicia y adecentando la mística que anunciará al nuevo Papa en forma de fumata, es interesante preguntarse lo que está mal en la Iglesia. Más que equivocado, ya que sería demasiado osado o incluso profano intentar poner en duda miles de años de teología doctrinal, sería más oportuno hacer referencia a los peligros que tiene la obra iniciada por San Pedro. La roca sobre la que Jesús edificó su Iglesia lleva dos mil años sosteniendo la fe de millones de creyentes e incrédulos que pese a que han intentado quebrarla, la tierra rara de la que pretenden sacar oro para su propio beneficio difamatorio permanece inalterada. Son muchos los que intentaron debilitar sus cimientos y pocos los elegidos que tras una laboriosa campaña contra ella terminan adquiriendo la fe del converso. Me viene a la mente la conversión temporal pero al fin y al cabo se le removieron las entrañas del alma, de Emmanuel Le Carrere que relata en su magistral ensayo El Reino, que llevado por la escritura de los renglones torcidos de Dios terminó abrazando durante tres años el catolicismo. 

Como suele pasar en todo grupo humano, y no podemos olvidar que pese a que la Iglesia Católica sea una empresa divina sus consejeros delegados son simples pecadores, las mayores amenazas a su integridad no están fuera sino dentro. Así, los intrusos no son más que sujetos externos que no carcomen la institución porque no están inmersos en ella. Sin embargo, todos aquellos los que realizan labores concretas a nivel competencial son los que en muchas ocasiones suponen una verdadera amenaza para la entidad que dicen proteger. Me refiero a organización en estos términos fríos y burocráticos, pero en el fondo, todo lo que pone en riesgo a una frívola administración liderada por chupatintas con sotana también hace peligrar la fe católica en sí misma. 

Los sacerdotes y el clero en general, ha caído en una especie, como diría Juan Manuel de Prada, de aburguesamiento, de acomodo más propio de aristócratas herederos del poder feudal representado por el anacrónico y legendario estamento de la Edad Media en el que los curas se sentaban en la misma mesa que los nobles. Posición dominante que más allá de que ese hedor a naftalina bloquee todo posible aroma a oveja al que deben oler los pastores de la Iglesia, despierta en los ministros de Cristo una especie de autosuficiencia. Javier Cercas ha repetido a raíz de la publicación de su biografía deconstruida de Francisco,  El loco de Dios en el fin del mundo, que el último pontífice era profundamente anticlerical. En cierto modo, es complicado no serlo. A pesar de que grandes personas han sido sacerdotes, otras tantas no son capaces de conectar con su parroquia, una que con el paso del tiempo se va quedando más vacía junto a una fe huérfana y a un Dios del que sus hijos han renegado. Va uno a la iglesia a menudo y se pregunta qué va a ser de ese uno cuando pasen diez años y todas esas octogenarias que te acompañan hayan llegado a la casa del Padre. En términos empresariales la Iglesia cada vez tiene menos clientes, llegará un momento que dé pérdidas. 

Pasa el tiempo y parece que nadie hace autocrítica, aparecen nuevas hornadas de sacerdotes dispuestos a soltar las ocurrencias más disparatadas con el fin de hacer comestibles unos mensajes en ocasiones ultramontanos que dejan en la vida un sabor venenoso. El nuevo Papa debe ir más allá de lo que fue Francisco, dejar a la Iglesia que no la conozca ni la madre que la parió.    

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