La inflación y los cambios económicos han erosionado el poder adquisitivo de los salarios más altos, mientras que el SMI ha ganado terreno real
The post Los sueldos altos pierden fuelle: el salario mínimo ya vale más que en 2008 first appeared on Hércules. Quince años después del estallido de la gran recesión, el panorama salarial en España ha dado un giro inesperado: los salarios más elevados han perdido más poder adquisitivo que los más bajos. Mientras que quienes cobran el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ya tienen más capacidad de compra que en 2008, los trabajadores de rentas altas han visto mermado su estatus económico.
Así lo refleja el índice de Gini, que en 2023 cayó al 32,6 %, su nivel más bajo desde 2009, lo que indica una reducción de la desigualdad salarial. Pero esta aparente mejora en la equidad responde, sobre todo, a una caída relativa del poder adquisitivo en la cúspide de la distribución de ingresos. Los sueldos más bajos han crecido en términos reales, impulsados por el alza del SMI, mientras que los más altos han retrocedido.
El punto de inflexión: de la recesión a la recuperación
Entre 2008 y 2014, los salarios más bajos fueron los grandes perdedores: el 10 % de trabajadores que menos cobraban perdió un 24,5 % de poder adquisitivo. Sin embargo, entre 2015 y 2023 recuperaron un 27,8 %, gracias, entre otras cosas, a la revalorización del salario mínimo.
En cambio, el 10 % de asalariados con mayores ingresos, apenas perdió un 2,3 % entre 2008 y 2014, pero profundizó su caída hasta el 6,3 % en el periodo siguiente. En conjunto, desde 2008, los deciles nueve y diez son los que han sufrido un mayor deterioro de sus sueldos reales: un 3,1 % y un 4,6 %, respectivamente.
Factores detrás del retroceso de los salarios altos
La explicación no se reduce a la inflación. La escasez de trabajadores en empleos poco cualificados tras la pandemia, también ha impulsado al alza los sueldos bajos, especialmente en el turismo.
Otro factor es el mayor peso de los servicios en la cesta de consumo de los hogares de rentas altas, los servicios han encarecido más que los bienes básicos, afectando más a quienes más ingresan. Además, el uso de un IPC común para todos los hogares subestima la pérdida real en las rentas altas y la ganancia en las bajas.
A ello se suma el efecto fiscal: las subidas del SMI han venido acompañadas de mayores exenciones fiscales, lo que ha permitido que esos ingresos lleguen casi íntegros al bolsillo de los trabajadores. En cambio, los salarios altos han soportado una mayor carga del IRPF y de cotizaciones sociales, sobre todo tras la última reforma de pensiones.
La pérdida de poder adquisitivo se refleja también en función del nivel educativo. Entre 2014 y 2023, los trabajadores con educación superior vieron caer sus salarios reales un 2,4 %, mientras que los que no tienen estudios o cuentan con educación primaria incompleta vieron aumentos del 17,7 % y 16,3 %, respectivamente.
Por sectores, más de la mitad de las ramas con salarios por encima de la media han registrado caídas reales. Destacan información y comunicaciones (-10,1 %) y actividades financieras y de seguros (-10,6 %). También el empleo público, con una caída del 5,2 %, frente al 1,1 % del privado, ha contribuido a arrastrar a los deciles altos.
Este cambio de equilibrio salarial tiene implicaciones macroeconómicas. El consumo privado ha crecido menos que el PIB desde la pandemia y el ahorro ha aumentado. Aunque los trabajadores de menor renta han mejorado su poder de compra, su peso en el consumo agregado es menor que el de las rentas altas.
El Banco de España ha constatado que la propensión marginal al consumo ha caído especialmente entre los hogares con mayores ingresos, que han recortado sus gastos en automóviles, ocio y bienes duraderos. El empobrecimiento relativo de estos hogares está modificando patrones de gasto con efectos ya visibles en la economía.
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