La vicepresidenta del Gobierno español, señora Montero, se ha ganado un instante de gloria. Eso sí, no precisamente para bien
The post Montero ¿Pseudodisculpas? first appeared on Hércules. “Porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis :16)
La vicepresidenta del Gobierno español, señora Montero, se ha ganado un instante de gloria. Eso sí, no precisamente para bien. Como no quiero que se me tache de embustero, transcribiré la literalidad de las palabras que pronunció en público el 29 de marzo de 2025, a santo de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que absolvía a un famoso deportista del delito de violación por el que había sido condenado en primera instancia:
“Qué vergüenza la sentencia de Dani Alves. Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y que se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes, que deciden denunciar a los poderosos, a los grandes, a los famosos.”
¿A qué te suena querido lector?
No sé si al Santo Oficio, a los tribunales populares de Mao o, simplemente, a alguien que no cree en las libertades fundamentales, lo que, sin necesidad de rebuscar ejemplos históricos, basta para estremecer a cualquier ciudadano respetuoso del Estado de Derecho. He aquí un ejemplo prototípico de espíritu totalitario. Por eso, era solo cuestión de tiempo que se retractase, de esta guisa:
“En la literalidad de la expresión que utilicé se puede concluir que he puesto en cuestión la presunción de inocencia, pilar del Estado de Derecho. La retiro y pido disculpas por ello.”
No sé qué pensarás tú, pero a mí no me transmite impresión de sinceridad. Si nos atenemos a su denotación, a su sentido objetivo, en efecto, es una muestra de arrepentimiento. Pero el significado subjetivo, su connotación, es otra cosa, ya que diríase que nos echa la culpa por no haberla comprendido, como si al español medio le faltasen entendederas para estar a su altura, como si fuésemos niños de parvulario. Tampoco desde la retórica clásica es satisfactoria, dado que el aspecto emocional de su discurso, el πάθος (“pathos”) revela una actitud displicente, indignada, casi como si nos estuviese abroncando. Es más, imaginemos que asistiésemos a juicio, y que nos encontrásemos con esa señora sentada en el banquillo, ¿sería creíble a la luz de la psicología del testimonio? Me temo que no, que más bien se interpretaría como una mera declaración autoexculpatoria, una marcha atrás (discursus interruptus) bajo la presión de un partido que, alarmado ante la hemorragia de votos, la llama al orden. Sea como fuere, bienvenido sea su acto de contrición ante el confesionario mediático.
¿Qué penitencia le impondrías?
Quizás un mes de trabajos en beneficio de la comunidad en los tribunales de Venezuela, Irán o China, para que la próxima vez hable por experiencia propia. Aunque, mejor pensado, yo no le exigiría solo que sea sincera, que no juegue al sí y al no simultáneos, porque la hipocresía mueve al asco, revuelve el estómago de los ciudadanos íntegros.
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