Estamos a la espera del que escapó en un maletero
The post No hay presupuestos porque no hay dignidad first appeared on Hércules. Que nadie se engañe: no estamos sin nuevos presupuestos porque el Parlamento esté bloqueado. El Gobierno cuenta con una mayoría que le permitió aprobar la investidura más vergonzante de la historia reciente, con concesiones a independentistas, nacionalistas y filoterroristas. Si Sánchez no ha presentado los Presupuestos para 2025 no es por falta de votos, sino porque no tiene claro el precio que le van a pedir esta vez. Y hasta que Puigdemont no escriba la cifra exacta en la servilleta, no hay cuentas que valgan.
Lo grave no es solo la ausencia de nuevos presupuestos, sino la normalización de este chantaje constante. Un país no puede avanzar con unas cuentas heredadas de hace dos años, elaboradas en un contexto económico y político distinto. La inflación, los cambios en el mercado laboral, las tensiones geopolíticas… todo ha cambiado, menos los presupuestos. Es como intentar gobernar una tormenta con un mapa viejo y roto. Pero claro, eso le da igual a Sánchez, que no gobierna para España, sino para su propia supervivencia política.
Esta legislatura no se rige por un plan de gobierno, sino por una hoja de exigencias de sus socios. Sánchez no presenta presupuestos porque no se atreve a recibir un “no” del fugado de Waterloo. Y no se atreve porque sabe que un “no” de Puigdemont es un “game over” para su carrera política. Así que retrasa, calcula, tantea… esperando que el prófugo le levante el pulgar. La política nacional convertida en una escena de Gladiator.
Gobernar sin presupuestos es dejar el país en piloto automático. Es no tomar decisiones, no asumir riesgos, no dar explicaciones. Es vivir de las rentas mientras el país se estanca. Pero esa es la especialidad de Sánchez: no gobernar, sino resistir. Mantenerse como sea. Aunque eso implique paralizar el Estado, regalar competencias, o arrastrar la dignidad institucional por el barro.
Y lo peor es que lo hace en silencio, con una naturalidad pasmosa. La misma izquierda que gritaba con rabia cuando Rajoy prorrogó unos presupuestos, hoy guarda silencio. No hay editoriales incendiarios, ni tertulianos hablando de “colapso institucional”, ni pancartas pidiendo elecciones. La hipocresía es tal que hasta la mentira se ha institucionalizado. Y mientras tanto, España, esperando a que le aprueben las cuentas en Bruselas… o en Waterloo.
Porque aquí ya no se negocian partidas presupuestarias, se negocian indultos, amnistías, referéndums y más cesiones. Y como todo eso tiene un precio político altísimo, mejor no mover nada. Que nadie se enfade, que nadie se impaciente, que nadie se dé cuenta. Sánchez ha convertido el BOE en una sala de espera. Y el país entero, en rehén de sus cálculos personales.
La falta de presupuestos es solo la punta del iceberg. Debajo hay una renuncia total a la gobernabilidad, una claudicación en toda regla ante quienes odian este país. Cada día que pasa sin cuentas nuevas es un recordatorio de que no manda el Gobierno, sino sus socios. Y no cualquier socio: el que escapó en un maletero.
Esto no es estabilidad, como repite la propaganda. Esto es sumisión.
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