Nueva masacre de cristianos en Nigeria en el Domingo de Resurrección

Nuevas masacres en Benue y Plateau elevan la cifra de muertos a casi 200 en una semana. Líderes religiosos y civiles denuncian la impunidad, el sesgo estatal y la pasividad del gobierno.
The post Nueva masacre de cristianos en Nigeria en el Domingo de Resurrección first appeared on Hércules.  Esta semana, al menos 56 cristianos fueron asesinados en ataques armados en Benue, una región del centro de Nigeria, informó la oficina del gobernador el sábado, corrigiendo drásticamente la cifra inicial de 17 víctimas. El conflicto por la tierra entre ganaderos itinerantes y agricultores es recurrente en el centro del país. El gobernador Hyacinth Alia atribuyó los hechos a “presuntos pastores”, señalando como zonas afectadas a Ukum y Logo.

Estos enfrentamientos, con componentes religiosos y étnicos, se agudizan en el llamado Cinturón Medio. Muchos pastores son fulani musulmanes, mientras que gran parte de los agricultores son cristianos. En Plateau, estado vecino, ataques recientes dejaron más de cien muertos.

“El número actual de víctimas asciende a 56”, confirmó Solomon Iorpev, asesor del gobernador, tras una visita al lugar de los hechos. Advirtió que la cifra puede aumentar con las labores de rescate en curso. Las agresiones se extendieron entre el jueves y el viernes por la noche, lo que llevó al despliegue inmediato de tropas.

Durante el fin de semana, la Agencia de Noticias de Nigeria comunicó que el ministro de Defensa visitó Plateau tras una seguidilla de matanzas en dos distritos que han elevado la tensión en esa región, donde históricas disputas étnicas están lejos de resolverse.

Las autoridades locales calificaron las muertes como parte de un “genocidio” orquestado por “terroristas”. Sin embargo, críticos afirman que se ocultan las verdaderas causas: pugnas territoriales y el fracaso estatal para imponer el orden en zonas rurales. Según la consultora SBM Intelligence, más de 500 personas han muerto en enfrentamientos similares desde 2019, y unas 2,2 millones se han visto desplazadas en la región.

Pastores organizados han condenado las recientes masacres en Plateau, aunque también denuncian haber sido víctimas de ataques por parte de los agricultores. El panorama se agrava por problemas estructurales: la lucha por tierras cultivables y de pastoreo se ha intensificado por el crecimiento demográfico, el cambio climático y tensiones económicas entre habitantes originarios y migrantes. Además, predicadores extremistas, tanto musulmanes como cristianos, han alimentado la polarización.

La escasa presencia policial favorece represalias incontroladas. Cada estallido de violencia parece seguir el mismo patrón: caos, impunidad y nuevas venganzas. Iorpev subrayó la importancia estratégica de Benue para el abastecimiento alimentario de Nigeria y pidió al gobierno federal intervenir con urgencia. Mientras tanto, voces religiosas han alzado la voz frente al baño de sangre.

El obispo Matthew Hassan Kukah, de Sokoto, criticó la total ausencia de una estrategia de seguridad. Lamentó que en solo siete días se hayan registrado casi 200 asesinatos, entre ellos la matanza del Domingo de Ramos, en la que 56 personas fueron masacradas.

Ese día, pastores armados invadieron la aldea de Zikke, en Plateau. Según reportes de Truth Nigeria, incendiaron viviendas con sus ocupantes dentro: mujeres, niños y ancianos perecieron calcinados. Sus familiares, desolados, tuvieron que identificar los cuerpos entre restos carbonizados.

El ataque se produjo una semana después de otra incursión en cinco aldeas cercanas a Jos, con al menos 50 muertos. “En menos de una semana hemos perdido casi 200 vidas”, lamentó el obispo Kukah. Calificó la masacre de Zikke como “otro afluente de sangre” que se une al largo río de violencia que recorre Plateau: “Dogo Na Hawa, Jos, Bukuru, Gwong, Yelwa, Wase, Riyom, Langtang… La lista es interminable. Es difícil encontrar una comunidad que no haya sido tocada”.

Kukah criticó la pasividad del gobierno: “Mientras los ríos de sangre corren, quienes deberían actuar están anestesiados por la complacencia”. Dijo que en Nigeria, ninguna cantidad de sangre parece ser suficiente para sacudir al poder. Se mostró consternado por la aparente falta de voluntad política para enfrentar a los responsables. Denunció que muchos agresores están infiltrados en las estructuras estatales y gozan de impunidad. “El país vive adormecido. Solo nos dedicamos a contar muertos y a identificar sus etnias o religiones, como si eso justificara algo”, afirmó.

El obispo advirtió que Boko Haram podría estar reapareciendo con fuerza renovada. Aseguró que otras bandas violentas siguen actuando impunemente en todo el territorio, sometiendo a la población a secuestros y torturas. Desde 2009, grupos como Boko Haram, ISWAP y pastores yihadistas fulani han perpetrado atentados contra comunidades cristianas con la intención de imponer un califato en la región del Sahel.

De acuerdo con Intersociety —una ONG católica defensora de los derechos civiles—, más de 20.000 cristianos han sido asesinados en el sureste de Nigeria por milicias fulani en la última década. El presidente Bola Tinubu reaccionó a la masacre del Domingo de Ramos ordenando a las fuerzas de seguridad que investigaran y presentaran a los responsables ante la justicia.

Pero Emeka Umeagbalasi, presidente de Intersociety, expresó dudas al respecto. “¿Cómo puede el gobierno combatir un sistema que está bajo su control?”, cuestionó. Denunció que mientras los fulani pueden portar armas sofisticadas, los agricultores cristianos tienen prohibido hacerlo.

“Por eso los masacran sin defensa posible. ¿Cómo se explica que a estos yihadistas se les permita usar AK-47 o AK-49, y a otros se les arreste por una simple pistola artesanal?”, preguntó. Umeagbalasi describió la situación como “terrorífica”, recordando masacres como la de Zikke, en las que jamás se ha detenido a un solo culpable. En cambio, dijo, se arresta a cristianos inocentes y se les acusa sin pruebas, como método de encubrimiento institucional.

Esto, advirtió, perpetúa la impunidad y alienta nuevos crímenes. El Estado, en vez de proteger, se convierte en cómplice. El arzobispo Ignatius Ayau Kaigama, de Abuja, fue más allá y planteó la autodefensa como única opción: “La legítima defensa es un acto de justicia natural. No podemos seguir esperando mientras exterminan a nuestras comunidades”.

Dijo que la forma de responder importa, pero que es esencial que las poblaciones cristianas se organicen para protegerse de los atacantes “sedientos de sangre”. Por su parte, Umeagbalasi pidió a la comunidad internacional tomar cartas en el asunto. Considera que la presión exterior es la única vía para forzar cambios en Nigeria.

Propuso que tanto el país como las milicias responsables sean designadas oficialmente como “entidades de especial preocupación” por Estados Unidos y la Unión Europea. “Solo así podríamos romper la cadena de impunidad. Los asesinos fulani y sus aliados deben ser señalados y sancionados a nivel internacional”, concluyó.

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