Negocios en Rusia: el dilema de las empresas europeas

Pese a sanciones y guerra en Ucrania, muchas empresas europeas mantienen operaciones en Rusia, priorizando contratos e inversión a largo plazo
The post Negocios en Rusia: el dilema de las empresas europeas first appeared on Hércules.  Las contradicciones entre la política internacional y la economía global se hacen evidentes en Rusia, donde la guerra sigue su curso mientras persiste una sorprendente normalidad empresarial. Por un lado, las tensiones entre Occidente y el Kremlin se intensifican con sanciones, condenas diplomáticas y restricciones financieras. Por el otro, la rutina de las fábricas, los contratos y las inversiones continúa para muchas empresas europeas en Rusia que optaron por quedarse pese al conflicto.

Aunque gigantes como Renault o Société Générale abandonaron el país poco después de la invasión de Ucrania, numerosas multinacionales —algunas en silencio, otras con explicaciones diplomáticas— han optado por mantener sus operaciones. Algunas aseguran haber roto vínculos formales con sus filiales rusas, mientras otras dicen que permanecen por lealtad a sus trabajadores locales. Todas han enfrentado dificultades desde 2022, pero en términos generales, siguen obteniendo beneficios, según revela la más reciente encuesta de la Asociación de Empresas Europeas (AEB), a la que accedió L’Express.

La AEB, fundada hace tres décadas y hoy dirigida por el ex presidente de Porsche Rusia, actúa como un lobby que media ante las autoridades del Kremlin. Entre sus miembros hay empresas europeas, estadounidenses, japonesas y surcoreanas. Entre las estadounidenses figuran Cargill, Mars, Manpower, PepsiCo y Chevron; entre las japonesas, nombres como Hitachi, Mazda o Yamaha; y entre las coreanas, firmas como Samsung, Kia o Hyundai.

Entre los principales financiadores de la AEB también se encuentra Leroy Merlin Rusia, que ha enfrentado críticas por su continuidad en el país. En el informe de la AEB no hay menciones explícitas ni a la guerra ni a la “operación militar especial”, como la califica Moscú, ni tampoco a un posible alto el fuego. Pese al entorno hostil, los datos muestran un inesperado optimismo empresarial: el 59% prevé aumento en su facturación en los próximos tres años y el 38% espera un crecimiento en beneficios. El 70% de las compañías tiene previsto mantener sus inversiones, frente al 38% del año anterior.

Este reporte se dio a conocer el mismo día en que la Comisión Europea anunció un nuevo paquete de sanciones contra Rusia —el número 18— que incluye más bancos rusos fuera del sistema Swift. También antecede a la cumbre de San Petersburgo, considerada el “Davos ruso”, donde se espera un discurso extenso de Vladimir Putin exaltando la resiliencia económica del país.

¿Volverá Putin a lanzar advertencias contra las multinacionales extranjeras? En un discurso reciente, afirmó: “No hemos expulsado a nadie. Les ofrecimos condiciones favorables y ahora nos estrangulan. Debemos responder del mismo modo”. Un mensaje que subraya la tensión entre una economía aún abierta al capital y un régimen cada vez más autoritario.

Desde 2022, abandonar el mercado ruso se ha vuelto extremadamente difícil. Las empresas necesitan la aprobación directa del Kremlin, un trámite cada vez más complejo. Así, muchas de las que no se fueron al principio apuestan por una salida más estratégica: esperar el “próximo movimiento”. Según fuentes en Moscú, la Cámara de Comercio Americana ya ha elaborado un documento con las sanciones que podrían levantarse rápidamente en caso de alto el fuego.

Kirill Dmitriev, director del fondo soberano ruso y emisario económico de Putin, asegura que han recibido múltiples solicitudes de empresas estadounidenses interesadas en regresar. En sus palabras, “todo vuelve a la normalidad”. Una normalidad, claro está, construida sobre una paradoja: la convivencia forzada entre las bombas y los balances contables.

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Los pisos turísticos estarán bajo inspección aleatoria a partir de julio

Airbnb y otras plataformas deberán compartir datos con ayuntamientos y CCAA para frenar el alquiler ilegal de corta duración
The post Los pisos turísticos estarán bajo inspección aleatoria a partir de julio first appeared on Hércules.  A partir del 2 de julio, los propietarios de pisos turísticos deberán someterse a inspecciones aleatorias y un sistema de registro obligatorio si desean alquilar legalmente sus inmuebles por corta duración. Así lo establece el Real Decreto aprobado el 23 de diciembre de 2024, que da un paso más en la regulación del mercado de alquiler turístico en España. El texto legal implica a las plataformas digitales, ayuntamientos, Comunidades Autónomas y al Ministerio de Vivienda, quienes deberán coordinar esfuerzos para vigilar el cumplimiento de la nueva normativa.

El objetivo, según fuentes del Gobierno, es atajar la proliferación descontrolada de alojamientos turísticos, garantizar su legalidad y reducir los efectos negativos que estos generan en los mercados locales de vivienda.

Registro obligatorio y Ventanilla Única Digital

Una de las claves de esta nueva regulación es la creación de un registro identificativo obligatorio, que deberán solicitar todos los propietarios —particulares o empresas— que alquilen viviendas o embarcaciones con fines turísticos. La solicitud podrá hacerse presencialmente o por vía electrónica ante el Registro de la Propiedad, aportando detalles como el tipo de inmueble, su localización exacta, uso previsto, número máximo de inquilinos y, si corresponde, la licencia administrativa.

Este número de registro deberá figurar en todos los anuncios publicados en plataformas como Airbnb, Booking o Vrbo, y se compartirá con la nueva Ventanilla Única Digital, un sistema que centraliza la información entre propietarios, plataformas y la administración pública.

Airbnb y Booking, obligadas a inspeccionar y colaborar

Las plataformas digitales pasan de ser meros intermediarios a colaboradores activos en la inspección y control. Están obligadas por ley a realizar inspecciones aleatorias de los inmuebles anunciados, a partir de los datos que recopilen de los caseros y de las declaraciones anuales que estos deben presentar.

Estas plataformas deberán verificar, entre otros aspectos, si el número de registro es válido, si el inmueble figura en zonas donde está permitido el alquiler turístico y si se ajusta a los usos declarados (vacacional, estudiantes, trabajadores desplazados, etc.). En caso de detectar irregularidades, estarán obligadas a informar a la Administración y a retirar los anuncios cuya numeración haya sido suspendida.

Comprobación con las comunidades de vecinos

Otro aspecto novedoso del decreto es que el Registro de la Propiedad verificará si los estatutos de la comunidad de propietarios del edificio donde se ubica el inmueble permiten el alquiler turístico. Si en dichos estatutos, inscritos formalmente en el Registro, se prohíbe esta actividad, el número identificativo no será concedido.

Se trata de una medida que busca proteger la convivencia vecinal y evitar conflictos derivados de la alta rotación de inquilinos, el ruido o el uso intensivo de espacios comunes.

Los caseros no solo deberán registrarse, sino también presentar cada doce meses una declaración que incluya, de forma anonimizada, la relación de alquileres efectuados, el número de ocupantes y la finalidad del arrendamiento. Esta información será utilizada tanto por las plataformas como por la administración tributaria, lo que implica un mayor control fiscal del negocio.

La norma no se limita a los pisos. Las embarcaciones alquiladas con fines turísticos también estarán obligadas a solicitar un número identificativo y seguir el mismo proceso de registro y control. Con ello, el Gobierno busca evitar el vacío legal en el sector del alquiler vacacional náutico.

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Trump se desmarca del ataque de Israel contra Irán

Trump rechaza el ataque de Israel a Irán, pide negociación nuclear y advierte sobre una escalada. Irán e Israel intercambian fuego
The post Trump se desmarca del ataque de Israel contra Irán first appeared on Hércules.  Trump y Netanyahu/BBC

El ataque de Israel a Irán se centró en instalaciones del programa nuclear y acabó con la vida de al menos 25 científicos, entre ellos dos cuya muerte ha sido confirmada, además de tres altos mandos militares: el comandante de la Guardia Revolucionaria, el jefe del Estado Mayor y un general influyente. Según medios internacionales como la Australian Broadcasting Company, estos hombres ya figuraban en listas de sanciones por su rol en el intento iraní de convertirse en potencia nuclear en Oriente Medio.

Caratula de la prensa iraní clamando venganza/Telegram

Diplomacia antes que guerra: el mensaje de Trump

El expresidente reiteró su preferencia por una solución diplomática antes que militar. “Me encantaría evitar un conflicto. Irán deberá ceder más si quiere llegar a un acuerdo. No es algo que estén dispuestos a hacer ahora mismo”, lamentó.

Advirtió que una acción militar podría derivar en un “conflicto masivo” si las negociaciones nucleares fracasaban. “No quiero decir que sea inminente, pero parece un desenlace posible”. Trump insistió: “Irán no puede tener un arma nuclear. Pero quiero que prosperen. Podemos comerciar, cooperar, pero no mientras haya riesgo nuclear”.

Desde hacía ocho meses, Israel planificaba el operativo. Estados Unidos fue informado de que la ofensiva sería unilateral, sin participación directa de sus fuerzas armadas. Y así fue.

Tras los bombardeos, Trump instó a Teherán a volver a negociar. En su red Truth Social, escribió: “Les di muchas oportunidades. Les dije con claridad: simplemente háganlo. Pero no fueron capaces. Les advertí que lo que vendría sería mucho peor de lo que podían imaginar”.

Agregó que el ejército estadounidense “produce el armamento más letal del planeta” y que Israel cuenta con ese poder y sabe usarlo. “Algunos iraníes de línea dura hablaron con valentía, pero no sabían lo que se avecinaba. Todos están muertos ahora. Y solo empeorará si no se firma un acuerdo”.

Trump concluyó con una advertencia directa: “Pueden evitar más destrucción. Irán debe salvar lo que queda del Imperio Persa. No más muerte, no más destrucción. SOLO HÁGANLO”.

La represalia iraní no tardó

En respuesta, Irán lanzó misiles balísticos contra Israel, causando más de 50 heridos y una víctima mortal. Las autoridades iraníes cifran en 78 los fallecidos y 320 los heridos tras los ataques israelíes.

Desde Washington, el secretario de Estado Marco Rubio subrayó que EE.UU. no participó en el ataque. “Israel actuó por su cuenta. Nuestra prioridad es proteger a nuestras fuerzas desplegadas en la región”, dijo.

Rubio reiteró que Israel había informado a Estados Unidos de su intención de actuar por razones de autodefensa. “Consideraron que esta acción era necesaria”, apuntó.

Apoyo republicano al operativo israelí

En el Congreso estadounidense, los republicanos respaldaron el ataque. “El régimen iraní está liderado por terroristas que amenazan abiertamente con destruir Israel. La diplomacia ha fracasado en impedir que desarrollen armas nucleares”, denunció Jodey Arrington, presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara.

Añadió que “Israel está haciendo lo que cualquier nación haría frente a una amenaza existencial”. Según Arrington, Estados Unidos debe mantenerse “firme junto a su aliado para prevenir una catástrofe nuclear”.

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El Transiberiano. Atravesando las noches blancas

Joaquín Campos, Kochi City.
TRANSIBERIANO: ATRAVESANDO LAS NOCHES BLANCAS
En la vía 1 de la estación de Yaroslavsky esperaba mi tren, numerado con el dorsal 70, que iba a cubrir la distancia que separan a las ciudades de Moscú y Chita, una urbe esta última de poco más de 300.000 habitantes muy cercana a las fronteras china y mongola. En realidad, yo debía apearme en la ciudad de Irkutsk, conocida por tener dentro de su óblast al fastuoso lago Baikal, la reserva de agua natural más grande del mundo, y que cuando yo me apeé era visitada por algunos turistas chinos además de rusos y personas de las extintas repúblicas socialistas soviéticas, tales como Lituania, Kazajistán y Uzbekistán. El billete, por cierto, con cuatro noches por delante, a 157 euros en la categoría más baja. Por culpa de las restricciones, no se puede adquirir por internet desde fuera de Rusia y sólo se admite el pago in situ y en efectivo.
El acceso a la vetusta estación moscovita es el habitual –hay que traspasar un arco de seguridad y pasar las maletas por el escáner–, aunque lo novedoso fue el esfuerzo con el que el personal del tren verificaba nuestros billetes y, sobre todo, los pasaportes, donde se estudiaba a conciencia si el de la foto era yo o en realidad yo era un terrorista checheno o incluso un soldado ucraniano. Si la seguridad no pocas veces queda en entredicho, aún más ocurre en un país inmerso en un proceso bélico de apariencia interminable.
El tren, para mi sorpresa, disponía hasta de ducha en las zonas populares. Y sí, aunque el trote durante cuatro días por la estepa siberiana canse, en general el silencio con el que conviven los rusos y el orden y concierto que los empleados ejercían en los vagones, convirtió la inmensa mayoría del trayecto en una balsa de aceite. Trayecto el cual, y por ciento, superó los 5.200 kilómetros hasta llegar a Irkutsk, demostrándose que las distancias en Rusia son incomparables con el resto de países del mundo.
Cada vagón popular está compuesto por 54 camas: 27 arriba y la otra mitad abajo. Cada lugar posee un enchufe, y la calefacción interior, al contrario de, por ejemplo, los trenes tailandeses, era acorde a los intereses de la salud y el raciocinio. O sea, nada de falanges congeladas por el excesivo aire acondicionado.
Existe un coche-bar infrautilizado por la mala fama de sus precios, reconociendo que la práctica totalidad de los pasajeros nos trajimos la comida de fuera. A su vez, algunas estaciones donde se permite apearse a los viajeros casi siempre a fumar –suelen ser por espacio de una media hora en las ciudades más populosas– tienen tiendas donde se venden, generalmente, botes de fideos instantáneos, galletas mejorables y bebidas, nunca alcohólicas. En un par de ocasiones encontré a señoras tratando de vender frutas –fresas, cerezas, manzanas– de estraperlo, colocadas estratégicamente en las cercanías de los andenes pero por fuera, desde la calle, metiendo las ventas entre las rendijas de las vetustas verjas. y alcohol sí que hay, pero sólo en el coche-bar, donde a la hora de la cena sí era más habitual encontrarse a algún ruso bebiéndose unos tragos de vodka junto a una sopa de remolacha.
Para los más pudientes existen compartimentos de cuatro camas e incluso uno de dos. En general en esos espacios, técnicamente hablando, las camas tienen las mismas medidas. Pero no es lo mismo viajar con cuarenta personas a la vez que con tres más. A sumar que sus pasillos aterciopelados y vigilados para que los de las categorías más bajas no accedan te permiten pasear sin riesgo de tráfico humano.
La cosa no comenzó precisamente bien, ya que el día anterior al inicio de mi viaje dos atentados convirtieron un par de puentes en amasijos consiguiendo, además, descarrilar a un tren de carga y a uno de pasajeros, que se llevó consigo siete vidas y decenas de heridos. Esta razón, sumada al conflicto bélico con Ucrania, patentó una nueva manera de inspeccionar los trenes durante cada una de las paradas que a lo largo de mi trayecto tuvimos, superándose las cincuenta. En cada una, como decía, policías inspeccionaban los bajos de todos los vagones y los interiores, en caminatas continuas a paso ligero. Aunque mucho peor fue lo que aconteció el 4 de junio de 1989, dos días antes de la Masacre de Tiananmén, cuando dos trenes repletos de pasajeros explosionaron sin siquiera haber chocado por una fuga en un gasoducto contiguo a las vías del tren. Entre las ciudades de Asha y Ufá, relativamente cerca de la frontera con Kazajistán, se gestó el mayor varapalo para la muy querida y respetada red de ferrocarriles nacionales rusos, que ese fatídico día vieron cómo 575 personas perdieron su vida.
Desconociendo los contenidos de las cargas, durante mi viaje a través de Rusia pude comprobar, sin necesidad de llevar una cuenta matemática, que la cantidad de trenes de mercancías que se cruzaron con nosotros fueron tan incontables como los segundos, tantas veces un par de minutos, que contabilizaba hasta que se acababa su carrusel de vagones, quedándome claro que Rusia sigue funcionando, económicamente hablando, gracias en buena parte a sus inmensas posesiones, provistas aún de sobresalientes recursos naturales, y de la red de trenes que, inaugurada en 1904, permite vertebrar un país que además de europeo es profundamente asiático, terminando sus traviesas y raíles allá en Vladivostok, a 9.288 kilómetros de distancia de Moscú.
En contrapunto a los accidentes, las guerras y los desaparecidos, se gestó, a nuestro paso, uno de los mayores milagros que mi visión ha recreado a lo largo de mi vida sin necesidad de apoyarme en la magnífica pócima descubierta sin quererlo por Albert Hofmann allá por 1943 mientras volvía a casa desde su trabajo pedaleando sobre una bicicleta. Porque durante todas las noches en donde atravesábamos Siberia, y cuando los expertos dicen que este fenómeno suele aparecer sólo durante los últimos días de junio coincidiendo con el solsticio de verano, pude asistir desde la ventana de mi vagón popular a un milagro de comprensión difusa, sobre todo, por no poderlo certificar con el resto de viajeros –en Rusia nadie habla ingles, y mucho menos, dentro de los trenes– y que al no tener acceso a internet, donde hoy todo se consulta, me demostró que la imaginación, al menos en el caso que les estoy contando, supera al conocimiento. Porque las noches blancas son ya parte de mi entrecejo vital.
Serían las dos y media de la madrugada, a veces un poco antes, cuando la luz comenzaba a esparcirse, como si la noche fuera inmensamente corta y las persianas tuvieran que estar echadas tras inviernos en la misma zona donde acceder a tres horas de luz diarias es ya todo un milagro; y que no te pille ese día nublado: lo habitual. Ese sol de medianoche, desconocido para mí hasta ese instante, envolvía el cielo de colores rojizos, de luz tenue y de nueva verdad. Porque todo lo que ofrece el cielo no deja de ser lo contrario a lo que el ser humano suele gastar a lo largo de su larga vida, tantas veces mediocre, desaprovechada. Luego, una neblina de juguete sin ambages, que recorría todos los verdes pastos y bosques, de no más de un metro de alto, como algodón de feriante que te da el cambio mal a sabiendas, la cual parecía que podías tocar desde el tren, envolvente como una manta en Soria a las tres de la madrugada, me hipnotizó por los restos tanto, que cada vez que nos alejábamos más del círculo polar ártico y nos acercábamos a mi idolatrada Mongolia sentía dolor menstrual mental. Porque cada noche a partir de aquella me quedaba buena parte de la misma despierto observando tamaña locura visual. No sé si algún día volveré a Rusia y si lo haré atravesando sus incontables posesiones a lomos de sus trenes nacionales, pero puedo asegurar que si esto llegará a ocurrir lo haría, a poder ser, durante las noches de junio: aquellas que me hicieron aceptar que si la guerra se produjera, en realidad, en la Siberia profunda, disparar sería mucho menos ocurrente dadas las circunstancias visuales. LSD en vena, repito
The post El Transiberiano. Atravesando las noches blancas first appeared on Hércules.  En la vía 1 de la estación de Yaroslavsky esperaba mi tren, numerado con el dorsal 70, que iba a cubrir la distancia que separan a las ciudades de Moscú y Chita, una urbe esta última de poco más de 300.000 habitantes muy cercana a las fronteras china y mongola. En realidad, yo debía apearme en la ciudad de Irkutsk, conocida por tener dentro de su óblast al fastuoso lago Baikal, la reserva de agua natural más grande del mundo, y que cuando yo me apeé era visitada por algunos turistas chinos además de rusos y personas de las extintas repúblicas socialistas soviéticas, tales como Lituania, Kazajistán y Uzbekistán. El billete, por cierto, con cuatro noches por delante, a 157 euros en la categoría más baja. Por culpa de las restricciones, no se puede adquirir por internet desde fuera de Rusia y sólo se admite el pago in situ y en efectivo. 

El acceso a la vetusta estación moscovita es el habitual –hay que traspasar un arco de seguridad y pasar las maletas por el escáner–, aunque lo novedoso fue el esfuerzo con el que el personal del tren verificaba nuestros billetes y, sobre todo, los pasaportes, donde se estudiaba a conciencia si el de la foto era yo o en realidad yo era un terrorista checheno o incluso un soldado ucraniano. Si la seguridad no pocas veces queda en entredicho, aún más ocurre en un país inmerso en un proceso bélico de apariencia interminable. 

El tren, para mi sorpresa, disponía hasta de ducha en las zonas populares. Y sí, aunque el trote durante cuatro días por la estepa siberiana canse, en general el silencio con el que conviven los rusos y el orden y concierto que los empleados ejercían en los vagones, convirtió la inmensa mayoría del trayecto en una balsa de aceite. Trayecto el cual, y por ciento, superó los 5.200 kilómetros hasta llegar a Irkutsk, demostrándose que las distancias en Rusia son incomparables con el resto de países del mundo. 

Cada vagón popular está compuesto por 54 camas: 27 arriba y la otra mitad abajo. Cada lugar posee un enchufe, y la calefacción interior, al contrario de, por ejemplo, los trenes tailandeses, era acorde a los intereses de la salud y el raciocinio. O sea, nada de falanges congeladas por el excesivo aire acondicionado. 

Existe un coche-bar infrautilizado por la mala fama de sus precios, reconociendo que la práctica totalidad de los pasajeros nos trajimos la comida de fuera. A su vez, algunas estaciones donde se permite apearse a los viajeros casi siempre a fumar –suelen ser por espacio de una media hora en las ciudades más populosas– tienen tiendas donde se venden, generalmente, botes de fideos instantáneos, galletas mejorables y bebidas, nunca alcohólicas. En un par de ocasiones encontré a señoras tratando de vender frutas –fresas, cerezas, manzanas– de estraperlo, colocadas estratégicamente en las cercanías de los andenes pero por fuera, desde la calle, metiendo las ventas entre las rendijas de las vetustas verjas. y alcohol sí que hay, pero sólo en el coche-bar, donde a la hora de la cena sí era más habitual encontrarse a algún ruso bebiéndose unos tragos de vodka junto a una sopa de remolacha. 

Para los más pudientes existen compartimentos de cuatro camas e incluso uno de dos. En general en esos espacios, técnicamente hablando, las camas tienen las mismas medidas. Pero no es lo mismo viajar con cuarenta personas a la vez que con tres más. A sumar que sus pasillos aterciopelados y vigilados para que los de las categorías más bajas no accedan te permiten pasear sin riesgo de tráfico humano. 

La cosa no comenzó precisamente bien, ya que el día anterior al inicio de mi viaje dos atentados convirtieron un par de puentes en amasijos consiguiendo, además, descarrilar a un tren de carga y a uno de pasajeros, que se llevó consigo siete vidas y decenas de heridos. Esta razón, sumada al conflicto bélico con Ucrania, patentó una nueva manera de inspeccionar los trenes durante cada una de las paradas que a lo largo de mi trayecto tuvimos, superándose las cincuenta. En cada una, como decía, policías inspeccionaban los bajos de todos los vagones y los interiores, en caminatas continuas a paso ligero. Aunque mucho peor fue lo que aconteció el 4 de junio de 1989, dos días antes de la Masacre de Tiananmén, cuando dos trenes repletos de pasajeros explosionaron sin siquiera haber chocado por una fuga en un gasoducto contiguo a las vías del tren. Entre las ciudades de Asha y Ufá, relativamente cerca de la frontera con Kazajistán, se gestó el mayor varapalo para la muy querida y respetada red de ferrocarriles nacionales rusos, que ese fatídico día vieron cómo 575 personas perdieron su vida. 

Desconociendo los contenidos de las cargas, durante mi viaje a través de Rusia pude comprobar, sin necesidad de llevar una cuenta matemática, que la cantidad de trenes de mercancías que se cruzaron con nosotros fueron tan incontables como los segundos, tantas veces un par de minutos, que contabilizaba hasta que se acababa su carrusel de vagones, quedándome claro que Rusia sigue funcionando, económicamente hablando, gracias en buena parte a sus inmensas posesiones, provistas aún de sobresalientes recursos naturales, y de la red de trenes que, inaugurada en 1904, permite vertebrar un país que además de europeo es profundamente asiático, terminando sus traviesas y raíles allá en Vladivostok, a 9.288 kilómetros de distancia de Moscú. 

En contrapunto a los accidentes, las guerras y los desaparecidos, se gestó, a nuestro paso, uno de los mayores milagros que mi visión ha recreado a lo largo de mi vida sin necesidad de apoyarme en la magnífica pócima descubierta sin quererlo por Albert Hofmann allá por 1943 mientras volvía a casa desde su trabajo pedaleando sobre una bicicleta. Porque durante todas las noches en donde atravesábamos Siberia, y cuando los expertos dicen que este fenómeno suele aparecer sólo durante los últimos días de junio coincidiendo con el solsticio de verano, pude asistir desde la ventana de mi vagón popular a un milagro de comprensión difusa, sobre todo, por no poderlo certificar con el resto de viajeros –en Rusia nadie habla ingles, y mucho menos, dentro de los trenes– y que al no tener acceso a internet, donde hoy todo se consulta, me demostró que la imaginación, al menos en el caso que les estoy contando, supera al conocimiento. Porque las noches blancas son ya parte de mi entrecejo vital. 

Serían las dos y media de la madrugada, a veces un poco antes, cuando la luz comenzaba a esparcirse, como si la noche fuera inmensamente corta y las persianas tuvieran que estar echadas tras inviernos en la misma zona donde acceder a tres horas de luz diarias es ya todo un milagro; y que no te pille ese día nublado: lo habitual. Ese sol de medianoche, desconocido para mí hasta ese instante, envolvía el cielo de colores rojizos, de luz tenue y de nueva verdad. Porque todo lo que ofrece el cielo no deja de ser lo contrario a lo que el ser humano suele gastar a lo largo de su larga vida, tantas veces mediocre, desaprovechada. Luego, una neblina de juguete sin ambages, que recorría todos los verdes pastos y bosques, de no más de un metro de alto, como algodón de feriante que te da el cambio mal a sabiendas, la cual parecía que podías tocar desde el tren, envolvente como una manta en Soria a las tres de la madrugada, me hipnotizó por los restos tanto, que cada vez que nos alejábamos más del círculo polar ártico y nos acercábamos a mi idolatrada Mongolia sentía dolor menstrual mental. Porque cada noche a partir de aquella me quedaba buena parte de la misma despierto observando tamaña locura visual. No sé si algún día volveré a Rusia y si lo haré atravesando sus incontables posesiones a lomos de sus trenes nacionales, pero puedo asegurar que si esto llegará a ocurrir lo haría, a poder ser, durante las noches de junio: aquellas que me hicieron aceptar que si la guerra se produjera, en realidad, en la Siberia profunda, disparar sería mucho menos ocurrente dadas las circunstancias visuales. LSD en vena, repito. 

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​De los Javis a Álex Pina: los showrunners que han cambiado la televisión en España 

 El gran paso adelante que ha dado la ficción española en la última década no hubiera sido posible sin una serie de ‘showrunners’ de distintas generaciones e influencias que tienen en común haberse ganado el derecho a una libertad creativa que hace poco no se concedía en nuestro país. 

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​Historias para no dormir: así se forjó la ficción que el pueblo necesitaba 

 La serie de misterio, terror y fantasía de Narciso Ibáñez Serrador, capturó los miedos de tres generaciones de españoles, en las décadas de los sesenta, de los ochenta y en el siglo XXI. Con el paso de los años cambian las formas, pero las ansiedades son las mismas: nadie quiere sentirse solo. 

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