La triste historia de Johan de Witt, un famoso político holandés que acabó siendo devorado tras una conspiración
The post ¿Sabías que los holandeses se comieron a su primer ministro? first appeared on Hércules. Esta historia comienza en la República de los Países Bajos en el año 1653. En ese momento, el destacado abogado holandés Johan de Witt era nombrado Gran Pensionario de la república, un puesto similar a los actuales primeros ministros. Su gestión, en general, fue positiva y logró un gran beneficio para su país. A través de una inteligente política diplomática y una gestión eficiente consiguió convertir a la República en una de las mayores potencias de la Europa del momento, sobre todo a un nivel comercial e industrial, nada que destaque siendo muy conocido el amplio desarrollo portuario de los Países Bajos.
En 1654 se llega a un acuerdo de paz con Inglaterra, país con el que la República llevaba en guerra desde el 1652. El acuerdo, en general beneficioso, poseía una cláusula secreta, el “Acta de Reclusión”, que comenzó a marcar el fin de la carrera de de Witt. En este acuerdo secreto el gobierno neerlandés acordaba no permitir que la casa de Orange, representada por Guillermo III, alcanzar los altos puestos del gobierno por miedo a una posible restauración monárquica. Y es que la casa de Orange llevaba años tratando de disolver la república para constituirse en una monarquía o una suerte de dictadura.
Este acuerdo, que al poco tiempo fue conocido, enfureció a la casa de Orange que comenzó a buscar maneras de desestabilizar el régimen republicano a través de otros medios menos legítimos que simplemente alcanzar el poder por aclamación popular. Así, Guillermo III y su familia comenzarían a azuzar a sus apoyos entre la población, principalmente representados en las clases bajas y los artesanos. Y es que el gobierno republicano, si bien efectivo y relativamente popular, se sostenía en los apoyos de los más adinerados, sobre todo aquellos grandes comerciantes que, gracias a los acuerdos del gobierno, habían aumentado masivamente sus ingresos.
La situación fue poco a poco tensándose hasta el año 1672 en el que Francia e Inglaterra atacaron conjuntamente a la República de los Países Bajos. Si bien la mayoría de los historiadores consideran que la aproximación diplomática de de Witt habría sido relativamente efectiva, fue la oportunidad perfecta para los orangistas. En este año, con una población asustada por la guerra y enfurecida con su gobierno, la casa nobiliaria de Orange se planteó a si misma como la única opción viable de supervivencia del país. Con un enfoque bélico, lograron convencer a la mayoría de los habitantes de brindarles su apoyo y, a través de un golpe de estado, se hicieron con el control del gobierno y expulsaron a Johan de Witt.
No obstante, las desgracias para de Witt no acabarán aquí, sino que Guillermo III quiso asegurarse de que no hubiese forma de que pudiesen volver a establecer de nuevo la república. De tal manera, como recalca la profesora Ingrid DeSanto, Guillermo III pagaría a un grupo de asesinos para que el 20 de agosto de 1672 asaltasen a de Witt y su hermano, asesinándolos en el camino a puñaladas y disparos. Luego, recogieron los cadáveres y los arrastraron a un patíbulo en el que desnudaron a los hermanos y los destriparon.
La leyenda cuenta que una multitud se fue reuniendo alrededor para insultar los cadáveres y que, algunos de ellos, enfervorizados por la situación, comenzaron a cortar trozos de los cuerpos para luego comérselos entre gritos de ira. Sus corazones fueron extirpados y conservados durante siglos como un recuerdo de la victoria de los Orange sobre las opciones republicanas en Holanda.
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