El programa militar de Irán resiste sanciones y muestra fuerza con misiles, drones y amenazas nucleares ante EE.UU., Israel y sus aliados regionales
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Las tensiones entre Irán y Estados Unidos han alcanzado un nuevo punto crítico desde la primavera de 2025. Washington ha reforzado con determinación su presencia en Medio Oriente mediante el despliegue de bombarderos furtivos B-2 y B-52 en Diego García, una base estratégica en el Océano Índico. Esta acción va acompañada de cazas adicionales en la región y la movilización del portaaviones USS Carl Vinson para unirse al USS Harry S. Truman, ya operativo en el Mar Rojo. El presidente Donald Trump justifica esta escalada como parte de una estrategia para presionar a Teherán a aceptar un acuerdo nuclear. No obstante, advirtió que no descarta una intervención militar si fracasan las negociaciones.
Teherán ha respondido con firmeza. “Si esta guerra la inicia EE.UU. o el régimen sionista, atacaremos sus intereses donde sea necesario”, declaró el 4 de mayo el ministro de Defensa iraní, Aziz Nasirzadeh. Ese mismo día, el país reveló su nueva carta militar: el misil balístico Qassem Bassir, con 1.200 kilómetros de alcance, diseñado para eludir defensas como el sistema THAAD estadounidense. Este nuevo misil, evolución del Haj Qassem (1.400 km), tiene un guiado preciso, gracias a un sistema de navegación satelital, inercial y, potencialmente, electroóptico, lo que lo haría prácticamente imposible de interceptar, según explica el analista del IISS, Fabian Hinz.
El lanzamiento de esta nueva arma forma parte de una estrategia clara: persuadir a los adversarios de que Irán puede perforar cualquier escudo antimisiles en la región. El misil hutí que impactó el aeropuerto de Ben Gurion el 2 de mayo es una advertencia clara.
Una industria militar nacida del asedio
Irán ha construido su industria de defensa desde cero, forjada en el fuego de la guerra con Irak (1980-1988) y bajo embargo armamentístico occidental desde 1979. “Durante la guerra no teníamos armas, tanques ni aviones; así empezamos a fabricar misiles”, recuerda Hossein Kanani Moghaddam, excomandante de la Guardia Revolucionaria. Inspirados en los Scud soviéticos que Irak usó contra ellos, desarrollaron el misil Shahab (300 km de alcance), con ayuda norcoreana desde 1985. Hoy, el programa incluye más de 20 tipos de misiles, desde crucero hasta balísticos, con rangos que llegan a los 2.000 kilómetros.
Ali Alfoneh, del Arab Gulf States Institute, considera que este es uno de los programas de misiles autóctonos más avanzados del mundo. Gracias a él, Irán ha podido equilibrar el poder con Israel durante años, pese a tener una fuerza aérea desfasada que aún incluye los antiguos F-14 Tomcat.

Drones y disuasión: el nuevo rostro del poder iraní
La imposibilidad de acceder al mercado global de aviación militar llevó a Irán a desarrollar tecnología propia de drones. Desde los años 80, cuando creó el Mohajer para reconocimiento aéreo, ha evolucionado hasta disponer de al menos 15 modelos sofisticados, incluyendo el dron kamikaze Shahed 136, infame por su uso por parte de Rusia en Ucrania desde 2022.
En el ámbito marítimo, Irán destaca por su uso táctico de lanchas rápidas y submarinos enanos, con los que hostiga a embarcaciones en el Golfo Pérsico. En 2019, varios petroleros fueron saboteados en el Estrecho de Ormuz, en respuesta a la campaña de “máxima presión” liderada por Washington. Un cuarto del petróleo global cruza esa vía, y su posible cierre sigue siendo un as bajo la manga de Teherán.
El músculo de la Guardia Revolucionaria y la doctrina de exportar la revolución
El aparato militar iraní cuenta con cerca de 650.000 soldados activos. De estos, 190.000 forman parte de la poderosa Guardia Revolucionaria, fuerza que responde directamente al Líder Supremo, el ayatolá Ali Jamenei, y que se encarga de las áreas más sensibles: misiles, defensa nuclear, inteligencia y guerra no convencional. A ellos se suman 350.000 reservistas y 600.000 milicianos Basij.
Esta estructura le ha permitido resistir, aunque la economía esté lastrada por las sanciones. “Mientras el país sufre económicamente, sus fuerzas siguen operativas”, recalca Alfoneh. La idea de una invasión terrestre por parte de EE.UU. se diluye ante este aparato militar, sumado a la topografía defensiva del país y el costo político de nuevas guerras.
Para compensar sus carencias tecnológicas y materiales, Irán ha optado por una estrategia de guerra asimétrica. En el centro de esta doctrina está la Fuerza Quds, encargada de coordinar grupos armados aliados en Irak, Siria, el Líbano, Gaza y Yemen. Esta unidad ha dirigido operaciones encubiertas, inteligencia y apoyo logístico a movimientos como Hizbulá, Hamás y los hutíes.
Según Alfoneh, “el objetivo era desviar la confrontación lejos de sus fronteras, manteniendo ocupados a los enemigos en guerras subsidiarias”. Esta estrategia alcanzó su clímax con la intervención en Siria en 2013, decisiva para salvar a Bashar al-Asad. Así, Irán consolidó su “eje chiita” desde Teherán hasta Beirut. Sin embargo, los recientes reveses geopolíticos han golpeado este bloque con fuerza.
La caída del eje y el agotamiento estratégico
El 7 de octubre de 2023 marcó un antes y un después. La ofensiva israelí contra Hamás y Hizbulá, junto al derrocamiento de Al-Asad en diciembre de 2024, ha hecho tambalear el eje de resistencia que Irán tardó décadas en construir. Los ataques mutuos entre Israel e Irán en 2024 diezmaron sus reservas de misiles balísticos y destruyeron buena parte de su defensa antiaérea, dejando a la República Islámica peligrosamente expuesta.
“Irán nunca ha sido tan débil militarmente como lo es hoy”, aseguró una fuente diplomática israelí. Para Tel Aviv, esta debilidad representa una oportunidad única para neutralizar el programa nuclear iraní antes de que recupere su arsenal estratégico.
El comodín nuclear en el tablero final
Privado de su red de milicias aliadas y con sus capacidades balísticas mermadas, Irán podría estar considerando un giro radical en su política nuclear. Aunque ha negado sistemáticamente su intención de desarrollar armas atómicas, funcionarios de segundo nivel comienzan a mencionar públicamente la posibilidad de un cambio doctrinal.
Un diplomático occidental indicó que “en pocos meses, el régimen ha perdido varios niveles de defensa y una gran parte de su arsenal ofensivo”. En este nuevo escenario, la tentación nuclear podría convertirse en su único recurso disuasorio.
Las agencias de inteligencia occidentales estiman que Irán necesitaría entre una y dos semanas para enriquecer el uranio suficiente para una bomba, y aproximadamente 18 meses más para miniaturizar la carga y colocarla en un misil. Es esta posibilidad la que Trump busca frenar por todos los medios, incluso recurriendo a la fuerza militar.
Con el equilibrio regional en juego y un Irán debilitado pero aún desafiante, el futuro inmediato del conflicto parece depender de una última carta: el poder nuclear.
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