Tensión UE-EE.UU.: batalla por sectores clave

La Unión Europea enfrenta presiones de EE.UU. sobre automoción, acero y farmacia. ¿Avanzan las negociaciones o solo disfrazan la imposición arancelaria?
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El comisario Maros Sefcovic, designado por Bruselas para liderar las conversaciones, dispone ahora de solo tres semanas para contrarrestar la amenaza estadounidense amparada en la Sección 232, que permite imponer restricciones alegando razones de seguridad nacional.

En el ojo del huracán: el sector automotriz. Trump se niega a suavizar el arancel del 25% sobre coches europeos, con especial obsesión por las marcas alemanas. Para colmo, Washington impone un sistema de “créditos de valor a la exportación” que, en la práctica, convierte a los fabricantes en súbditos del mercado estadounidense.

Automoción: un modelo de presión estructural

Para lograr una rebaja arancelaria, las marcas deben fabricar el 52% del vehículo en suelo estadounidense. La exigencia es, según Bruselas, un ultimátum disfrazado que empuja a la deslocalización masiva. Las condiciones incluyen cuotas para repuestos y producción local, forzando a los fabricantes a trasladar capacidades clave.

Empresas como BMW y Mercedes-Benz ya se han adaptado al juego, negociando acuerdos bilaterales directamente con Washington a cambio de trasladar parte de su producción a EE.UU., obteniendo así exenciones personalizadas.

El acero, entre el conflicto y la cooperación

El caso del acero es paradigmático. Actualmente afectado por un arancel del 50%, el sector es el epicentro de una propuesta de Bruselas para crear una especie de “zona blindada” entre socios occidentales. El plan incluye aranceles mínimos entre la UE y EE.UU. pero endurecimiento de políticas frente a China.

Europa exporta entre 4 y 5 millones de toneladas de acero altamente técnico que EE.UU. necesita para sus industrias militares. A cambio, importa 2-3 millones de toneladas estadounidenses. Frente a un exceso global de producción estimado en 600 millones de toneladas, el comercio bilateral no justifica una guerra.

No obstante, Trump exige trazabilidad absoluta del origen del acero, como lo demuestra el acuerdo con el Reino Unido, que sigue enfrentando un 25% de tasa pese al pacto. Para Bruselas, cada punto del acuerdo se convierte en una barrera burocrática.

Farmacéuticas: el sector más volátil

Más allá de metales y coches, la industria farmacéutica es quizás el frente más delicado. Washington acusa a Europa de aprovecharse de su inversión en I+D para vender medicamentos a bajo precio gracias a sistemas de salud nacionales negociadores.

Países como Irlanda, con sedes clave de gigantes farmacéuticos, temen represalias. También lo hacen Alemania y Dinamarca, cuyas industrias generan miles de empleos. La magnitud del sector —tanto en valor comercial como en innovación— lo convierte en una bomba de relojería comercial.

Chips y madera: entre presión y oportunidad

El sector de los semiconductores, vital en la competencia con China, representa una paradoja. Aunque EE.UU. podría ver a Europa como aliada en este campo, Trump lo percibe más como herramienta de presión que como espacio de cooperación.

En cambio, la madera y el papel, sectores con menor visibilidad, generan tensiones directas en países nórdicos y podrían ver alterado su equilibrio comercial si EE.UU. impone nuevas tasas. La afectación sería directa sobre la industria forestal y el sector papelero europeo.

Un pacto simbólico que deja todo por resolver

En medio de este escenario, Europa busca arañar concesiones. El llamado “acuerdo de principios“, un documento de tres o cuatro páginas, no resuelve nada en firme. Solo establece una hoja de ruta para futuros “acuerdos sectoriales legalmente vinculantes”, cuyas condiciones aún están en el aire.

Trump insiste en una tasa arancelaria del 10% generalizada. Bruselas quiere que esta no se aplique a sectores sensibles como acero, aluminio, automoción, fármacos, chips o madera. Todo dependerá de qué industrias obtengan el codiciado “cero por ciento”. Por ejemplo, si la aeronáutica logra quedar fuera, Trump podrá presentarlo como una victoria sin concesiones estructurales.

Sin embargo, para los sectores afectados por la Sección 232, ninguna exención parece inminente. Cada caso requerirá su propia negociación, abriendo un proceso fragmentado y prolongado que mantiene la incertidumbre empresarial.

El arte de negociar con Trump

Las capitales europeas acusan fatiga ante los constantes vaivenes de Washington. La lógica de Trump —rupturista, caótica y basada en presión unilateral— pone a prueba la diplomacia tradicional.

Incluso su propio equipo reconoce los límites del proteccionismo extremo, intentando canalizar sus decisiones erráticas. Pero para Bruselas, negociar con la Casa Blanca actual es como enfrentarse a una tormenta diaria con pronóstico reservado.

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