Turkstream, la puerta de entrada del gas ruso en Europa

El aumento del flujo de gas ruso por Turquía refleja la fragilidad de la estrategia energética europea. Mientras unos países mantienen vínculos con Gazprom, otros apuestan por diversificación y contratos flexibles
The post Turkstream, la puerta de entrada del gas ruso en Europa first appeared on Hércules.  El tránsito de gas natural ruso hacia Europa está cambiando de ruta, pero no de destino. Desde que expiró el acuerdo de tránsito a través de Ucrania a principios de este año, el gasoducto TurkStream —que conecta Rusia con Europa a través del mar Negro— ha adquirido un papel central. Según datos de la Asociación de Operadores Europeos de Sistemas de Transporte de Gas (ENTSOG), los volúmenes transportados por esta vía han aumentado de forma sostenida desde febrero.

Durante la primera semana de abril, el gas enviado a través de TurkStream alcanzó casi 700 millones de metros cúbicos, con un promedio diario cercano a los 100 millones. Esta cifra contrasta con los escasos 42 millones diarios registrados a comienzos del año. Según informó el Berliner Zeitung, países como Eslovaquia han sido especialmente beneficiados, después de que Hungría liberara capacidad en el gasoducto, permitiendo a Gazprom reanudar las entregas a su vecino en febrero.

El director de la empresa estatal eslovaca SPP, Vojtech Ferencz, confirmó que desde abril el volumen de gas ruso que llega por esta ruta se ha incrementado considerablemente. Esta tendencia confirma el reajuste de los flujos energéticos, que mantiene vigente la presencia del gas ruso en Europa, pese al contexto geopolítico adverso.

Según datos de la Comisión Europea, en 2024 aproximadamente el 19 % del gas natural importado por la UE aún proviene de Rusia, principalmente a través de gasoductos y, en menor medida, como gas natural licuado (GNL). Aunque las autoridades comunitarias siguen impulsando la diversificación, las alternativas todavía no han logrado consolidarse por completo. El reciente anuncio de Estados Unidos sobre un aumento de aranceles ha sembrado dudas sobre la estabilidad del suministro de GNL estadounidense.

Este panorama ha generado posturas divergentes dentro del bloque. Francia ha insinuado un posible giro: el vicepresidente de Engie, Didier Holleaux, declaró a Reuters que Europa podría volver a importar hasta 60.000 millones de metros cúbicos anuales —incluyendo GNL ruso— si se alcanzara una “paz razonable” en Ucrania.

Alemania, en cambio, ha cerrado filas en otra dirección. Uniper, nacionalizada tras la crisis energética de 2022, ha descartado categóricamente cualquier retorno al gas ruso. Su portavoz, Georg Oppermann, afirmó que no existen actualmente contratos con empresas rusas, ni para gasoductos ni para GNL. “Buscamos ampliar nuestras fuentes de importación de GNL y fortalecer una estrategia energética resistente”, aseguró. Desde 2022, Uniper ha adoptado un modelo de diversificación enfocado en reducir al mínimo el riesgo de dependencia de un único proveedor.

La otra gran energética estatal alemana, Sefe —anteriormente Gazprom Germania— también se ha desvinculado del suministro ruso. “Nuestro portafolio se basa en gas noruego y GNL procedente de EE. UU. y del Golfo Pérsico”, explicó un portavoz. “La estabilidad y diversidad energética son pilares de nuestra estrategia, más allá de cualquier decisión coyuntural”.

Ambas compañías evitaron comentar sobre la posible reorientación francesa hacia Gazprom. La falta de claridad sobre un eventual acuerdo de paz en Ucrania dificulta la elaboración de una política energética común entre los Estados miembros.

Mientras tanto, el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, ha expresado su apoyo a reforzar los lazos energéticos con Estados Unidos, aunque con ciertas reservas. En declaraciones al Handelsblatt, subrayó: “Alemania necesita gas, incluido el estadounidense, pero no debe depender jamás de un solo país.”

El contexto internacional tampoco facilita nuevos acuerdos. Las negociaciones con Qatar, reactivadas tras la pandemia, se han estancado debido a la exigencia de compromisos contractuales a 20 años, una fórmula que Berlín rechaza por su rigidez.

Aun así, la Asociación Alemana de la Industria del Gas y el Hidrógeno considera que acuerdos de largo plazo con condiciones más flexibles y competitivas podrían ser claves para garantizar la seguridad energética. Esta visión podría ganar protagonismo si la futura coalición de gobierno en Berlín decide retomar el debate.

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