Un Papa norteamericano para mitigar la fiebre evangélica

Condiciones providenciales que con buena voluntad pueden haber traído al Papa que pondrá el torniquete a la sangría de católicos en un continente americano en el que cada vez proliferan más sectas protestantes
The post Un Papa norteamericano para mitigar la fiebre evangélica first appeared on Hércules.  Me enteré que había fumata blanca observando los extractores del Metro. Cogí el tren y con cierto celo apostólico sintonicé las imágenes en directo de la Plaza de San Pedro. Ese pudor tibio se evaporó cuando pentecostalmente los viajeros que me acompañaban recibieron al Espíritu Santo y empezaron a hablar mi mismo idioma, pusieron en sus móviles la misma retahíla sinodal del gentío esperando a que saliera el nuevo Papa. 40.000 personas se congregaron bajo el amparo del abrazo que da la Iglesia a sus fieles en la Plaza del centro neurálgico del catolicismo, un servidor, y otros muchos, en ese vagón, también estábamos presentes. No nos hubiese importado que las vías por las que estábamos circulando nos hubiesen llevado por el camino que siempre lleva a Roma. Nuestro cuerpo estaba en esa catacumba moderna de metal pero nuestra alma estaba en las catacumbas del Vaticano. Esa tarde, bajo el ruido ensordecedor de la catenaria llevando el timón del tren, y sentimentalmente sintiéndonos presentes en el ruido ensordecedor de júbilo que se escuchaba en San Pedro, quedó demostrado que pese a todo, España sigue siendo un país netamente católico. Se percibía la expectación, la intriga. Dos hombres que estaban a mí lado  se afanaban en refrescar el teléfono para no perderse ni un detalle de la inminente salida al balcón del nuevo pontífice. 

Aquellos hombres, que ponían tanto empeño en estar al día de lo que pasaba a miles de kilómetros, intercalaban su santa inquietud con una conversación sobre el ERE de su empresa. Uno le preguntaba al otro que cómo lo iba a hacer teniendo dos hijos, el segundo le preguntaba al otro que ahora que tenía sesenta años cómo se las iba a ingeniar para reengancharse al mercado laboral. Pensé que resultaba perturbador presenciar una situación así mientras uno aguardaba al máximo representante de la religión que pone la esperanza del cristiano en el centro. Providencialmente, el paráclito quiso que esos hombres a los que les acababan de despedir recibiesen un aliento simbólico con la designación del nuevo heredero de Pedro: León XIV. En honor a León XIII y a su encíclica Rerum novarum promulgada en 1891, Robert Francis Prevost quiso poner el acento en la lucha por un trabajo digno y destacó lo pionera que fue la Iglesia en los derechos laborales. Ni el mejor guionista hubiese adivinado ese giro de guión, uno escrito con los renglones torcidos de Dios. Porque así habla el Altísimo al mundo, o mejor dicho, así nos auxilia el Padre de nuestras necesidades.  

Condiciones providenciales que con buena voluntad pueden haber traído al Papa que pondrá el torniquete a la sangría de católicos en un continente americano en el que cada vez proliferan más sectas protestantes. Con el movimiento de conceder al nuevo pontífice norteamericano la bendición espiritual del cónclave se impulsa la permanencia de la Iglesia a largo plazo, ante el riesgo real de que según pasen los años se pueda quedar desfasada. Gracias al carácter misionero y continuista con Francisco, se abre la veda a la evangelización en nuevos lugares y la consolidación en otros dónde la Iglesia no había sabido reaccionar a oleadas que amenazaban con ahogar la hegemonía católica en el fin del mundo. Por no hablar de que poniendo a un norteamericano crítico con Donald Trump y con la nueva derecha, la Iglesia manda un claro mensaje de que el catolicismo reaccionario yankee no es la solución a lo que está mal en el mundo.      

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