Va por ti, ministro

Sólo espero que el próximo casquete de Ábalos, por lo menos, me lo
dedique
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oy he vivido en primera persona una de esas historias de terror que todo autónomo conoce bien. Ayer, como cada fin de mes, llegó el sablazo de la cuota. Pero, por un simple despiste, la cuenta donde cargaban el importe estaba en números rojos. Error mío, vale, pero la parte divertida viene después.

En cuanto me di cuenta, llamé a mi gestora para arreglarlo. “No te preocupes, ingresamos el dinero y listo”, pensé. Ingenuo de mí. Resulta que no se puede pagar directamente a Hacienda si te lo han intentado cobrar y no había fondos. Su cuenta está bloqueada para ingresos. Sí, como lo lees: el Estado puede sacarte dinero, pero tú no puedes ingresarlo voluntariamente para corregir un error.

Lo absurdo no acaba ahí. La gestora me explicó que, al no poder hacer el ingreso, el sistema automáticamente me imponía un recargo del 10%. Porque claro, Hacienda no te da margen para enmendar tu error sin castigarte. Es un sistema diseñado para que siempre pierdas. ¿Se han equivocado ellos? Mala suerte. ¿Te han hecho una inspección arbitraria y te reclaman dinero que no debes? A pagar y ya luego, si eso, recurres (y pierdes años en los tribunales). Pero si tú tienes un descuido, aunque sea mínimo, la penalización es inmediata.

En mi caso, tuve que correr al banco a mendigar una solución. Tras veinte insufribles minutos de espera al teléfono y con un hilo de voz que transmitía un sentimiento de “por favor, salve mi alma”, por suerte, la persona que me atendió entendió la situación. Me dijeron que intentarían volver a girarlo, aunque no podían asegurármelo. Porque sí, en este país pagar tus impuestos a tiempo no es una cuestión de voluntad, sino de laberintos burocráticos.

Mientras lidiaba con esta situación, me entero de que Ábalos, exministro y maestro del chanchullo patrio, golfo del reino, no solo se echó una novia eligiendo en un catálogo, sino que además cobraba sueldos de empresas públicas sin pisarlas. Ah, y por si fuera poco, tenía a un asistente cuyo cometido era, entre otras cosas, comprarle el tabaco. Imagínate la escena: tú asfixiado para que no te calcen una multa por un error involuntario, y ellos viviendo en una película de Coppola.

Por si fuera poco, cuando compartí mi odisea en redes sociales, lo que me contaron mis seguidores fue aún peor. Un auténtico museo de los horrores fiscales: cuentas embargadas sin previo aviso, multas surrealistas por errores administrativos insignificantes, sanciones por intentar pagar tarde pero pagar al fin y al cabo. No es que Hacienda te persiga, es que te acosa. Y mientras los autónomos nos jugamos el cuello con cada descuido, la casta política vive en una realidad paralela donde los problemas fiscales son solo para los pringados de a pie.

Me pone enfermo. Nos obligan a pagar impuestos confiscatorios, nos fríen a sanciones por minucias y luego vemos cómo despilfarran nuestro dinero en enchufes, redes clientelares y lujos personales. El saqueo es sistemático. Este es el modelo que han creado: los que producimos y trabajamos somos vacas de ordeño, y ellos son los que viven de la leche. Y si te quejas, te llaman insolidario.

Pues nada, sigamos financiando a nuestra aristocracia del enchufe, que al menos ahora sabemos que, además de cobrar sin trabajar, tienen un servicio de Tinder premium cortesía del contribuyente. Porque claro, si Hacienda nos exprime hasta la última gota es por un motivo de peso: que no falten los casquetes ministeriales. Tienen pocas ideas para bajar impuestos, pero una creatividad desbordante para fundirse la pasta. Y mientras nos sablean sin piedad, no falta el sermón de la solidaridad y la justicia social.

En fin, solo espero que el próximo casquete de Ábalos, por lo menos, me lo dedique. Total, ya que lo estoy pagando…

Posdata: Finalmente el banco giró el recibo. Ya os contaré qué ocurre finalmente.

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