El Partido Popular ha conseguido mayoría absoluta consecutiva en las últimas cinco elecciones autonómicas con la oposición del PSOE y el BNG
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Imagen: el líder de Vox, Santiago Abascal I Servimedia
La comunidad gallega continúa resistiéndose a la implantación de Vox. En las elecciones autonómicas celebradas en febrero de 2024, la formación de Santiago Abascal apenas alcanzó el 2,19% de los votos, un porcentaje insuficiente para superar el umbral del 5% que exige la ley electoral gallega para obtener representación parlamentaria. Esta cifra, si bien representa una mínima mejora respecto al 2,05% cosechado en 2020, sigue dejando a Vox fuera del Parlamento de Galicia, un escenario que se ha repetido desde su irrupción en el panorama político nacional.
Con este nuevo revés electoral, Galicia se consolida como la única comunidad autónoma de España donde Vox no ha logrado nunca entrar en la cámara legislativa regional. Mientras en territorios como Castilla y León, Andalucía o incluso Cataluña y el País Vasco la formación ha conseguido al menos un escaño, en Galicia permanece al margen, incapaz de abrir una brecha en el electorado. La resistencia del votante gallego a las propuestas ultraconservadoras, unida a la solidez del Partido Popular en esta comunidad, ha hecho que Vox no solo fracase en las autonómicas, sino que también pierda la escasa presencia que había logrado a nivel local.
Obstáculos estructurales: entre la hegemonía del PP y el sistema electoral
Uno de los factores clave que explican el fracaso de Vox en Galicia es la fortaleza del Partido Popular, que ha dominado la política autonómica de forma casi ininterrumpida desde 2009. Con Alberto Núñez Feijóo primero y Alfonso Rueda después, el PP ha sabido consolidar una mayoría absoluta que abarca desde el centro hasta buena parte de la derecha del espectro ideológico. Esta hegemonía deja escaso margen para otras fuerzas conservadoras, y mucho menos para una opción como Vox, cuyo discurso más extremo no conecta con el estilo político tradicionalmente moderado y pragmático del votante gallego.
Además, el sistema electoral gallego impone una barrera de entrada particularmente exigente. A diferencia de otras comunidades autónomas donde basta con superar el 3% del voto para acceder al reparto de escaños, en Galicia se requiere alcanzar un 5%. Esta exigencia complica aún más las opciones de partidos minoritarios que no cuentan con una estructura territorial sólida ni con candidatos de amplio reconocimiento. Vox, que ha centrado su estrategia nacional en mensajes de confrontación y centralismo, no ha sabido adaptarse a la idiosincrasia gallega, más proclive al consenso, la gestión local y el respeto por la identidad autonómica.
Errores de estrategia y liderazgo débil
A estos obstáculos se suman los errores estratégicos cometidos por el propio partido. En las elecciones autonómicas de 2024, Vox presentó como cabeza de lista por Galicia a Álvaro Díaz-Mella, un perfil desconocido para la mayoría del electorado y sin trayectoria política relevante. La falta de liderazgo fuerte en una comunidad donde la personalización del voto sigue siendo importante terminó por lastrar la campaña. Además, la exclusión de Vox de los principales debates televisivos, unido a su escasa presencia en medios gallegos, limitó su capacidad de movilización y visibilidad.
Internamente, algunas voces del partido reconocieron tras los comicios que la campaña había sido débil y mal enfocada. Aunque desde la dirección nacional se insistió en que los resultados no eran del todo negativos, apelando al ligero aumento de votos respecto a 2020, la realidad es que el balance fue decepcionante. Incluso dentro del partido se asumió la necesidad de revisar la estrategia y el enfoque territorial si se quiere aspirar a algún tipo de implantación en Galicia.
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