Noche de reyes

La verdad es que el día de Reyes, y, sobre todo la noche previa, han sido siempre un día especial para casi todos cuando éramos niños, e incluso me atrevería a decir que lo sigue siendo aun ya adultos
The post Noche de reyes first appeared on Hércules.  Una de las grandes ventajas de vivir en un país de tradición católica como España, a pesar de las memeces de cierto progrerío patrio que echa en falta que Lutero no extendiese su Reforma –una más dentro de la corriente de renovación espiritual que recorrió Europa desde el final de la Edad Media- a estas tierras hispanas, es que la Navidad se prolonga una semana más que en la mayoría de países de nuestro entorno, hasta la celebración del día de Reyes. En efecto, una de mis experiencias más desilusionantes como viajero fue llegar un día de Año Nuevo a Londres, con la idea de contemplar la ciudad engalanada con la decoración navideña; apenas pude ver algo en aquella primera fría noche del 1 al 2, y cuando a la mañana siguiente salí de la estación de metro de Westminster, me encontré con la decepción de que estaban empezando a desmontar los adornos de Navidad, comenzando por el abeto situado junto al Parlamento. Por el contrario, nuestros pueblos y ciudades mantienen el ambiente navideño hasta el día 7, de modo que podemos disfrutar de un amplio calendario festivo.

La verdad es que el día de Reyes, y, sobre todo la noche previa, han sido siempre un día especial para casi todos cuando éramos niños, e incluso me atrevería a decir que lo sigue siendo aun ya adultos, si bien aderezado por una pizca de melancolía. En mi niñez era una auténtica noche de vigilia, en la que luchaba contra el sueño para lograr ver a sus majestades de Oriente. La fértil imaginación infantil hacía descubrir en el menor ruido la llegada de alguno de los soberanos, o la exploración previa que sus pajes hacían para asegurarse de que no serían sorprendidos mientras realizaban sus tareas. Casi indefectiblemente, tras una lucha denodada contra Morfeo, llegadas las primeras luces del alba solía caer rendido y ese era el momento justo en el que Melchor, Gaspar y Baltasar se colaban por alguna rendija y depositaban los regalos que, al despertar, abría lleno de ilusión y de alegría. Pasados los años, decido dejar tranquilos en su trabajo a los monarcas, pero agradecido, suelo depositar a los pies del árbol alguna botella de buen whisky o de ginebra para que puedan continuar, estimulados, su labor. Y, siempre, agradecidos, acostumbran a dejar en mis zapatos alguna cosilla.

El día de Reyes es una de nuestras más hermosas tradiciones. Una fiesta que viene de Oriente, donde en los primeros siglos del cristianismo era el equivalente a la Navidad occidental. Su verdadero nombre, Epifanía, significa “aparición”, “manifestación”, haciendo referencia al nacimiento del Hijo de Dios, Jesús, que aparece en el mundo para salvarlo. Con el paso del tiempo, el día de Navidad acentuó el hecho del nacimiento de Cristo en Belén, manifestado al pueblo de Israel representado en los pastores que acudieron a adorarle, mientras que la Epifanía incidía en la universalidad de esa salvación, que ya no se limitaba exclusivamente a los judíos, sino a toda la Humanidad, simbolizada en esos misterioso personajes que, escudriñando las estrellas, descubrieron un signo que les condujo hasta Belén, donde al entrar en la casa encontraron al Niño con María, su madre.

Esta universalidad fue resaltada desde el principio por la iconografía. Las representaciones de los magos en el arte paleocristiano, como podemos observar en diferentes sarcófagos del siglo IV, nos muestran a tres personajes vestidos al modo persa, con pantalones y gorros frigios. Es cierto que la narración del evangelio de Mateo, que es donde se nos cuenta la historia, no nos dice el número de los magos, pero pronto, por asociación con los dones que portaron –oro, incienso y mirra- se estableció el número de tres, aunque en la tradición armenia se llega a hablar hasta de doce. Asimismo se les asignaron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, y así aparecen en el esplendido mosaico de San Apolinar el Nuevo de Rávena –una de las ciudades más extraordinarias de Italia por su espectacular patrimonio en mosaicos-, con la curiosidad de que el más joven es Melchor, y los tres, para escándalo de nuestros wokes locales, son blancos. En realidad lo que esos mosaicos están simbolizando son las tres edades de la Humanidad, la juventud, la madurez, que representa Baltasar, y la ancianidad, con un barbiblanco Gaspar. Con el paso del tiempo, a finales de la Edad Media, ya en el siglo XV, comenzó en el arte flamenco y alemán a representarse a Baltasar como un rey de raza negra, evolucionando la anterior simbología a otra: cada monarca venía de una de las tres partes del mundo conocidas, Europa, Asia y África, en clara alusión a esa salvación que Cristo traía a todos los pueblos, razas y naciones.

Pero no sólo la tradición armenia ampliaba el número trino de los Magos. En el espléndido Belén esculpido por Luisa Roldán, la Roldana, que se puede admirar en el Museo de Escultura de Valladolid, nos encontramos, en la cabalgata de los Reyes, con un cuarto soberano, el rey de Tarsis, vestido, como sus pajes, a la moda española no de la época de la Roldana ni de la corte de Carlos II, sino al modo del XVI. Tarsis era la mítica tierra de la que hablaba la Biblia, identificada con el sur de España –Tarteso- y que los eruditos del siglo XVII situaban en Cádiz, lugar donde nuestra genial escultora talló las figuras; de este modo se lograba una representación simbólica del rey de España, evocando a Felipe II, al que se le consideró un nuevo Salomón, y a que los soberanos españoles incluían, dentro de su amplia titulación, la de reyes de Jerusalén.

Y, cómo no, sin caer en la absurdez de la reinas magas republicanas de Valencia, en la noche de Reyes podemos evocar la poesía de Gloria Fuertes, cuya voz inconfundible también asocio a mi niñez, con aquel delicioso y divertido cuento y obra de teatro titulado Las tres reinas magas, en el que se narraba el horroso viaje, entre la tos del camello y el continuo triquiteo-triquitraque, en palabras de Gaspara, al final del cual ofrecen al Niño sopitas de leche, con pan y escabeche.

Disfrutemos de esta noche de ilusión. Y si hemos sido buenos, gocemos de los regalos…y si no, del carbón.

The post Noche de reyes first appeared on Hércules.