Egipto teme por la salud de Debod debido a la negligencia de España

Egipto teme por la salud de Debod debido a la negligencia de España

El templo egipcio se encuentra ubicado en Madrid y los expertos alertan del lamentable estado que presenta como consecuencia de su mala preservación
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Imagen: recreación del Templo de Debod realizada por IA I Twitter

En pleno centro de Madrid, en una colina cercana a la Plaza de España, se alza uno de los tesoros arqueológicos más sorprendentes de la capital: el Templo de Debod. Este monumento egipcio, con más de 2.200 años de historia, no solo es un atractivo turístico, sino también un símbolo de la cooperación internacional en la preservación del patrimonio cultural.

A finales de febrero de 2020, el egiptólogo Zahi Hawass mostró su preocupación por el mal cuidado del templo y afirmó que, si España no protege y valora este grandioso regalo, debería devolverlo. “En las últimas décadas el templo ha sufrido más que en toda su vida, más de 2000 años“, añadió el arqueólogo.

Más recientemente, la polémica se ha desatado en Twitter después de que el historiador Miguel Ángel Cajigal Vera analizase las condiciones en las que Egipto y la Unesco realizaron la donación del templo. Durante el hilo, el experto asegura que el país ha incumplido una de las clausulas de los documentos firmados, en donde se expresaba la necesidad de salvaguardar el monumento dentro de un espacio cerrado, siempre con la finalidad de protegerlo del clima.

Un regalo con historia

El origen del Templo de Debod se remonta a la época del faraón Ptolomeo IV Filópator, aunque su construcción fue impulsada principalmente por el rey nubio Adijalamani de Meroe, en torno al 200 a.C. Dedicado a los dioses Amón e Isis, el santuario fue posteriormente ampliado durante el periodo ptolemaico y la dominación romana (siglo I a.C. – siglo II d.C.).

Su ubicación original estaba en la región de Nubia, al sur de Egipto, una zona repleta de templos ancestrales que corrían el riesgo de desaparecer bajo las aguas tras la construcción de la gran presa de Asuán. Ante esta amenaza, la UNESCO lanzó en la década de 1960 un llamamiento internacional para salvar estos monumentos históricos. España, junto con otros países, respondió al llamado con una contribución significativa a la causa.

En agradecimiento por la ayuda brindada, Egipto decidió donar cuatro templos a diferentes naciones. Estados Unidos recibió el templo de Dendur, que hoy se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York; Italia fue obsequiada con el templo de Ellesiya, albergado en el Museo Egipcio de Turín; los Países Bajos acogieron el templo de Taffa, expuesto en el Rijksmuseum van Oudheden de Leiden; y España recibió el Templo de Debod.

El proceso de traslado y reconstrucción fue un desafío arqueológico y técnico. En 1968, piedra a piedra, el templo fue desmontado y enviado a Madrid, donde se reensambló en su actual ubicación en el Parque del Oeste, junto al paseo del Pintor Rosales. Se procuró mantener su orientación original, de este a oeste, tal como estaba en su emplazamiento egipcio.

Imágenes: templos donados a Estados Unidos, Italia, Países Bajos y España

Primer contacto con Debod

La primera referencia detallada del Templo de Debod en Europa se remonta a 1813, cuando el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt documentó su existencia mientras realizaba una expedición para la Asociación Africana Británica. Años más tarde, el célebre egiptólogo Jean-François Champollion, conocido por descifrar la piedra de Rosetta, también visitó el templo, dejando una breve mención en sus escritos.

A lo largo del siglo XIX, el santuario atrajo la atención de numerosos exploradores y arqueólogos que, además de describirlo en sus diarios y estudios, evidenciaron su progresivo deterioro. Entre ellos se encontraba el orientalista ruso Joseph Ssenkowsky, profesor de lenguas orientales en la Universidad de San Petersburgo, quien en la primavera de 1821 plasmó en su diario una imagen del templo,

El siglo XX marcó el inicio de un periodo de decadencia para el templo. En 1907, la construcción de la primera presa de Asuán cambió drásticamente su entorno: el templo pasó a estar sumergido bajo las aguas del Nilo durante nueve meses al año, lo que ocasionó graves daños. La inundación constante borró gran parte de su policromía, erosionó la piedra arenisca y deterioró los relieves esculpidos en sus muros. A esto se sumaban los efectos de un fuerte terremoto en 1868, que ya había dejado cicatrices visibles en la estructura.

Preocupadas por la conservación del monumento, las autoridades egipcias encargaron su restauración al arquitecto Barsanti, quien llevó a cabo una intervención de emergencia. Posteriormente, en un esfuerzo por documentar su estado, el arqueólogo alemán Günther Roeder realizó un exhaustivo estudio que incluyó fotografías, planos y descripciones detalladas. Un siglo después, su trabajo sigue siendo una referencia esencial para los investigadores.

La construcción de la nueva presa de Asuán en 1961 selló el destino del Templo de Debod y de muchos otros monumentos nubios. Para evitar su desaparición bajo las aguas, un equipo arqueológico polaco desmontó piedra a piedra la estructura, localizando en el proceso vestigios de épocas anteriores, como inscripciones de la época de Seti II (dinastía XIX). Las piezas fueron trasladadas a la isla de Elefantina, donde permanecieron hasta que se decidió su destino final.

El templo llegó a España tras un proceso diplomático largo y complejo, lleno de negociaciones entre instituciones, gobiernos y organismos internacionales. Aunque la versión oficial presenta la cesión como un gesto de amistad y gratitud por la ayuda española en la preservación de Abu Simbel, investigaciones recientes, como las del historiador Jambrina, sugieren que las conversaciones estuvieron marcadas por presiones políticas y económicas que hasta hoy se mantienen en segundo plano.

Así, tras siglos de historia a orillas del Nilo, el Templo de Debod emprendió un último viaje que lo llevaría a un nuevo hogar en Madrid, donde hoy es un símbolo de la cultura egipcia en España.

Un templo con más de dos mil años

La construcción del templo se remonta aproximadamente al siglo II a.C. Su núcleo más antiguo se cree que fue edificado por el faraón Ptolomeo IV Filópator (221-204 a.C.), aunque la estructura principal fue promovida por el rey nubio Adijalamani de Meroe entre los años 200 y 180 a.C. Adijalamani mandó esculpir relieves en la capilla principal del templo, dedicándolo al dios Amón de Debod (conocido en Nubia como Amani) y a la diosa Isis, una de las deidades más veneradas en la región.

En los siglos posteriores, el templo fue ampliado y reformado por diferentes gobernantes de la dinastía Ptolemaica y por emperadores romanos, quienes, tras la anexión de Egipto al Imperio Romano en el año 30 a.C., mantuvieron y enriquecieron el culto en los templos egipcios.

El templo estaba situado en Debod, una pequeña localidad en la Baja Nubia, a orillas del río Nilo, a unos 15 kilómetros al sur de Asuán. Era parte de un conjunto de templos construidos en Nubia para difundir el culto egipcio entre las poblaciones locales, quienes tradicionalmente adoraban a sus propios dioses, pero que con el tiempo incorporaron a Isis y Amón en su panteón.

Además, tenía una función estratégica, pues formaba parte de una red de templos nubios construidos a lo largo del Nilo para fortalecer la presencia egipcia en la región y consolidar su dominio sobre Nubia.

Con la llegada del cristianismo y la prohibición de los cultos paganos decretada por el emperador Teodosio I en el siglo IV d.C., este lugar, al igual que muchos otros santuarios egipcios, fue abandonado. Durante siglos quedó en ruinas, expuesto al deterioro y a los saqueos.

Una misión arqueológica y diplomática

En 1960, España puso en marcha un grupo especializado en la preservación de los monumentos nubios, en respuesta al llamamiento de la UNESCO para salvar el patrimonio egipcio amenazado por la construcción de la presa de Asuán. Bautizado como el Comité Español, este equipo fue dirigido por el arqueólogo Martín Almagro Basch, quien participó activamente en excavaciones en Nubia, tanto en Egipto como en Sudán.

Sin embargo, el trabajo en el yacimiento donde se encontraba el Templo de Debod no estuvo a cargo del equipo español, sino que fue responsabilidad del Servicio de Antigüedades de Egipto y de un grupo de arqueólogos polacos. Paralelamente, la UNESCO encomendó a los egiptólogos François Daumas y Philippe Derchain la tarea de copiar las inscripciones grabadas en los muros del templo antes de su desmontaje.

Tras ser desmontado en 1961, el templo fue trasladado a la isla Elefantina, cerca de Asuán, donde permaneció almacenado durante casi una década. En abril de 1970, las piedras volvieron a ponerse en camino, esta vez hacia Alejandría, desde donde emprendieron su viaje definitivo a España.

El 6 de junio de 1970, el carguero Benisa zarpó con los bloques a bordo, arribando al puerto de Valencia el día 18 del mismo mes. Desde allí, las piezas fueron transportadas en camiones hasta Madrid, donde quedaron almacenadas en el solar del antiguo Cuartel de la Montaña, un enclave con un fuerte simbolismo histórico debido a su papel en la Guerra Civil española.

Una reconstrucción llena de desafíos

El trabajo de los arqueólogos españoles no estuvo exento de dificultades. La información proporcionada por el Servicio de Antigüedades de Egipto era escasa: contaban únicamente con un plano básico, un croquis del alzado y algunas fotografías sin referencias claras. Además, de las 2.300 piezas que componían el templo, más de un centenar habían perdido su numeración, y muchos bloques llevaban marcas que no coincidían con el esquema original.

Pese a estos obstáculos, la reconstrucción del templo siguió un proceso de anastilosis (método arqueológico que permite la restauración de un monumento utilizando sus elementos originales). En esta labor, se logró reerigir la fachada hipóstila, desaparecida desde el siglo XIX, y se cerró el mammisi por su lado oriental.

Finalmente, tras dos años de trabajo, el 18 de julio de 1972, el Templo de Debod abrió sus puertas al público en Madrid. Años antes, el periodista Pedro Lozano Bartolozzi ya había adelantado esta posibilidad en un artículo publicado el 1 de enero de 1964 en el Diario de Navarra, donde sugería que España podría recibir “un templo faraónico entero como donación de las Naciones Unidas a la Misión Española”.

Debate político y compromisos previos

Actualmente, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido no cubrir el Templo de Debod, tras concluir que el monumento se encuentra en un estado de conservación adecuado. Esta determinación se basa en estudios realizados entre 2021 y 2022, que indican que, aunque existen problemas inherentes a su naturaleza e historia, no es necesario ni recomendable instalar una cubierta protectora.

Durante una reciente comisión de Cultura, Turismo y Deportes, el concejal socialista Jorge Donaire instó al Ayuntamiento a asumir su responsabilidad y adoptar medidas inmediatas para la protección del templo. Recordó que, en febrero de 2020, el reconocido arqueólogo egipcio Zahi Hawass alertó sobre el deterioro del monumento, afirmando que había sufrido más en Madrid en pocas décadas que en sus más de 2.000 años de existencia. En respuesta, la directora general de Patrimonio Cultural, Elena Hernando, enfatizó que los estudios mencionados no recomiendan la cobertura del templo y que las herramientas tecnológicas actuales permiten su adecuada conservación sin necesidad de encerrarlo.

Hernando subrayó que el Templo de Debod es más que una estructura física; es un elemento icónico y único en el paisaje urbano de Madrid. Comparó su relevancia con monumentos como la Cibeles o la Puerta de Alcalá, destacando que “encerrar un monumento para protegerlo de las incidencias climatológicas es la mejor forma de preservar la integridad de sus materiales. Pero un monumento como éste… es mucho más que sus materiales”. Además, enfatizó que el templo forma parte integral de la vida social y cultural de la ciudad, manteniendo su valor histórico y cultural tanto para los madrileños como para los visitantes.

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