Tras el 11S y los atentados en España y Londres, Occidente blindó sus fronteras para hacer frente a la amenaza yihadista
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Imagen: trenes tras el atentado I EP
El 11 de marzo de 2004, Madrid sufrió uno de los ataques más devastadores de su historia: la explosión de trenes en la red de cercanías dejó 193 muertos. Aunque este atentado se ha analizado principalmente desde una perspectiva española, debido a su impacto electoral y social, también tiene una dimensión internacional significativa. Tres días después del ataque, José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones, lo que rompió la coalición internacional liderada por Estados Unidos en la invasión de Irak. Este giro político tuvo repercusiones no solo en la política española, sino también en la dinámica geopolítica mundial, especialmente en la relación de Occidente con el mundo árabe y el yihadismo.
Al Qaeda y su cambio de estrategia
El atentado fue un éxito táctico para Al Qaeda, que hasta entonces centraba su lucha contra Estados Unidos y sus aliados. Sin embargo, tras el 11M y otros atentados de gran escala, como el 11S y los ataques en Londres en 2005, Occidente intensificó sus medidas de seguridad, lo que llevó a Al Qaeda a modificar su enfoque. En lugar de atacar directamente a los países occidentales, la organización terrorista redirigió su atención a regiones como el norte de África y Oriente Próximo, lo que facilitó la expansión de su rival, el Estado Islámico (Dáesh). Este cambio estratégico debilitó la capacidad de Al Qaeda para perpetrar ataques masivos en Europa.
Impacto en la política exterior y la islamofobia
En la política exterior española, marcó un punto de inflexión. Bajo el gobierno de José María Aznar, España apoyó la invasión de Irak, lo que la convirtió en un blanco prioritario para los yihadistas. Sin embargo, el ataque no fue una represalia directa por la guerra en Irak, sino parte de una estrategia más amplia de Al Qaeda. Tras los atentados, el gobierno de Zapatero retiró las tropas españolas de Irak, lo que supuso un cambio en la política exterior. A nivel global, otros ataques terroristas alimentaron la islamofobia y contribuyeron a una confusión creciente entre el islam y el terrorismo, exacerbada por el discurso de los neoconservadores.
La guerra contra el terror y sus consecuencias
El 11M también aceleró el endurecimiento de las políticas de seguridad en Europa, especialmente en el ámbito de la migración y la lucha contra el terrorismo. La Unión Europea adoptó medidas más estrictas de control en el transporte y la inmigración, lo que contribuyó a un ambiente de creciente islamofobia. La cooperación entre España y Marruecos se intensificó, debido a la participación de ciudadanos marroquíes en los atentados y la amenaza constante de radicalización en la región. Sin embargo, estas políticas también han tenido un coste en términos de derechos humanos y relaciones diplomáticas, especialmente en casos como el conflicto del Sáhara Occidental, donde España ha cedido en favor de mantener buenas relaciones con Marruecos.
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