El cardenal Burke, trumpista y opositor a las reformas del Papa Francisco

El líder conservador de la Iglesia en EE.UU. es una figura clave en el ala tradicionalista y podría ser decisivo en la elección del sucesor de Francisco
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El cardenal Raymond Burke en el Vaticano // Vatican Pool – Corbis 

Con la salud del papa Francisco deteriorándose y el horizonte de un nuevo cónclave cada vez más cercano, la figura del cardenal estadounidense Raymond Leo Burke resurge con fuerza. A sus 75 años, Burke es uno de los críticos más implacables del pontífice argentino y, aunque pocos creen que tenga posibilidades reales de ser elegido Papa, su influencia dentro del ala conservadora del colegio cardenalicio podría marcar el rumbo de la Iglesia tras la era Francisco.

El azote de las reformas del papa Francisco

Desde el inicio del pontificado de Jorge Bergoglio, el cardenal Burke se ha consolidado como su principal antagonista. Con una interpretación rígida del derecho canónico y una defensa férrea de la liturgia tridentina, se ha opuesto sistemáticamente a las reformas aperturistas impulsadas desde Roma. Fue uno de los cuatro cardenales que presentó los famosos dubia en 2016, cuestionando la exhortación apostólica Amoris Laetitia, que planteaba la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar. Francisco nunca respondió formalmente, lo que desató una tormenta dentro de la Curia.

Para Burke, la liturgia es el corazón de la fe. Por eso, no dudó en criticar duramente al Papa cuando este restringió el uso del rito antiguo en latín. Además, se ha manifestado contra el uso de anticonceptivos, la bendición de uniones homosexuales y cualquier flexibilización doctrinal. En una carta conjunta, incluso llegó a pedir que se detuviera lo que calificó como “la plaga de la agenda homosexual” dentro de la Iglesia, una postura que lo ha hecho blanco de críticas por sectores más inclusivos.

Su enfrentamiento con Francisco no ha sido gratuito. En 2014, fue removido como Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Tres años más tarde perdió su influencia en la Orden de Malta. Y en 2023, el Papa tomó la decisión más drástica: le retiró el salario y la residencia vaticana. Fue una muestra clara del quiebre total en la relación entre ambos prelados, una sanción que nunca antes se había aplicado a un cardenal de su rango.

El candidato trumpista

Burke, originario de Wisconsin, ha expresado en varias ocasiones su sintonía con el expresidente norteamericano, al que apoyó explícitamente durante la campaña de 2016. Según declaró entonces, Trump defendía “los valores de la Iglesia”, especialmente “la defensa de la vida humana desde su concepción”, uno de los principales ejes del discurso provida católico que Burke promueve con vehemencia.

El cardenal ha sido crítico con figuras como Joe Biden, por su postura favorable al aborto, y ha defendido que los políticos católicos que respaldan leyes proabortistas deberían ser excluidos de la comunión. En ese marco, Burke considera que no sancionarlos debilita la fe católica y transmite la idea de que tales posturas son moralmente aceptables.

Esta alineación con Trump, sumada a su rechazo a las reformas impulsadas por Francisco —como la apertura a los fieles LGTBI o el cuestionamiento de la misa tridentina— lo sitúan como una figura de referencia del sector más conservador del catolicismo, que ve en su candidatura una oportunidad para revertir el rumbo progresista de la Iglesia.

Pese a estar formalmente relegado, Burke sigue siendo una figura de referencia para los sectores más reaccionarios del catolicismo estadounidense, por su apoyo a Trump, donde organizaciones como EWTN y el Instituto Napa financian una red mediática y eclesiástica opuesta al Papa. Fue asesor del Instituto Dignitatis Humanae y mantiene vínculos con figuras como Steve Bannon.

El poder oculto del bloque conservador

Con más de 70 cardenales nombrados por Francisco, la mayoría del colegio electoral tiende a una visión pastoral y social de la Iglesia. Eso hace muy improbable que Burke llegue al papado, pero su capacidad de influir como líder del ala conservadora es innegable. Podría ser clave para inclinar la balanza hacia un candidato más tradicional, aunque menos combativo que él.

El conflicto entre Burke y Francisco encarna la división más profunda que atraviesa a la Iglesia hoy: la que separa a los católicos progresistas del sur global y los conservadores del norte, especialmente en Estados Unidos. Para el Papa, los obispos estadounidenses han puesto la ideología por delante de la fe. Y no ha dudado en señalar la existencia de una actitud “reaccionaria, muy fuerte, organizada”.

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