India corta el grifo del Indo en su pulso político con Pakistán

India rompe un pacto hídrico histórico con Pakistán tras un ataque terrorista en Cachemira, elevando la tensión entre ambos países. La decisión amenaza la estabilidad regional y el sustento agrícola de millones de pakistaníes
The post India corta el grifo del Indo en su pulso político con Pakistán first appeared on Hércules.  En una decisión sin precedentes desde 1960, el gobierno de la India ha suspendido de manera inmediata el Tratado de Aguas del Indo, un acuerdo fundamental que regulaba el uso compartido del sistema fluvial entre la India y Pakistán. Este tratado, firmado bajo la mediación del Banco Mundial, ha sido la piedra angular de la cooperación hídrica entre ambos países durante más de seis décadas, incluso en tiempos de guerra.

La ruptura fue decidida por el Comité de Seguridad del Gabinete tras un atentado en Cachemira, en el que murieron 25 turistas indios y un ciudadano nepalí. Nueva Delhi atribuye el ataque a grupos terroristas con respaldo de Pakistán, lo que ha desencadenado una serie de respuestas diplomáticas y estratégicas. La medida india incluye también la expulsión de diplomáticos paquistaníes, la declaración de asesores militares como personas non gratas, y el cierre inmediato del paso fronterizo de Attari, el único cruce terrestre habilitado entre ambos países.

El Tratado del Indo asignaba a la India los ríos orientales (Ravi, Beas y Sutlej) y concedía a Pakistán el uso de los occidentales (Indo, Jhelum y Chenab), lo que le daba acceso a cerca del 80 % del flujo total del sistema. Esta suspensión podría tener consecuencias severas para la agricultura pakistaní, altamente dependiente del caudal del Indo para el riego y otras actividades económicas clave.

El gobierno indio ha condicionado la reanudación del tratado a que Islamabad cese de forma “verificable e irreversible” cualquier apoyo a insurgencias transfronterizas. Este paso, considerado extremo, pone en juego no solo el abastecimiento de agua de millones de personas, sino también la frágil estabilidad entre dos potencias nucleares históricamente enfrentadas por Cachemira.

La disputa territorial por Cachemira es tan antigua como la independencia de India y Pakistán en 1947. Desde entonces, ambos países reclaman la región en su totalidad, y han librado múltiples guerras por ella. En 1989, comenzó una insurgencia armada contra el control indio en la región, lo que ha resultado en decenas de miles de muertes. India acusa a Pakistán de armar y entrenar a los grupos insurgentes, algo que Islamabad niega rotundamente.

El atentado más reciente ocurrió el 22 de abril en la pradera de Baisaran, cerca de Pahalgam, una popular zona turística de Cachemira administrada por la India. Hombres armados abrieron fuego contra un grupo de visitantes, matando a 24 ciudadanos indios, un nepalí y un guía local. Otras 17 personas resultaron heridas. Se trata de uno de los ataques más letales contra civiles en la región en los últimos años. Aunque la autoría aún se investiga, Nueva Delhi apunta a grupos respaldados por Pakistán.

El Frente de Resistencia (FRT), un grupo insurgente emergente, se atribuyó la responsabilidad a través de redes sociales, alegando que el ataque respondía a políticas de “colonización demográfica” impuestas por India en Cachemira. Este grupo, aún poco conocido, estaría vinculado con Lashkar-e-Taiba, organización ya señalada en el pasado por actos similares.

En respuesta, el gobierno pakistaní, encabezado por el primer ministro Shehbaz Sharif, convocó una reunión urgente del Comité de Seguridad Nacional (NSC) para el 24 de abril. Allí se evaluarán los pasos a seguir frente a las sanciones y represalias impuestas por la India. El ministro de Exteriores de Pakistán, Ishaq Dar, expresó en redes sociales que la nación “responderá de forma diplomática y proporcional” ante las acusaciones.

Por su parte, el ministro de Defensa indio, Rajnath Singh, declaró que el ataque no quedará impune. Aseguró que se tomarán acciones “firmes y directas” no solo contra los atacantes, sino también contra quienes los financiaron, entrenaron o protegieron. En paralelo, las fuerzas de seguridad indias han intensificado su presencia en Cachemira, con operativos de búsqueda y vigilancia en zonas sensibles.

La situación ha encendido nuevamente las alarmas sobre la fragilidad de Cachemira, sobre todo desde 2019, cuando la India revocó su estatus de semiautonomía y lo integró plenamente como territorio federal. Esta decisión provocó una ola de protestas, restricciones y mayor presencia militar, lo que exacerbó aún más las tensiones con la población local y con Pakistán.

En los últimos años, Cachemira había experimentado un tímido repunte turístico gracias a campañas de promoción y a la belleza natural de lugares como el lago Dal y la ciudad de Srinagar. Sin embargo, este nuevo atentado ha desatado el miedo entre los visitantes, muchos de los cuales comenzaron a abandonar la región de inmediato. El turismo, un sector clave para la economía local, vuelve así a sufrir un duro golpe.

Testimonios recogidos por medios locales reflejan la incertidumbre de los visitantes. “Es un lugar precioso, pero no podemos arriesgar la vida de nuestros hijos”, declaró Monojit Debnath, un turista de Calcuta. Por su parte, Omar Abdullah, exministro principal de Jammu y Cachemira, lamentó el impacto negativo en la imagen del valle, aunque dijo comprender la decisión de los viajeros.

En paralelo, India ha reducido de forma drástica la plantilla diplomática de ambas embajadas. A partir del 1 de mayo de 2025, tanto India como Pakistán tendrán permitido mantener solo 30 funcionarios, frente a los 55 actuales. Esto evidencia un deterioro acelerado de los canales bilaterales de diálogo.

Expertos en política exterior advierten que la suspensión del Tratado de Aguas del Indo podría convertirse en un punto de no retorno en la relación entre ambas naciones. Aunque en el pasado han ocurrido tensiones, nunca se había alterado este acuerdo, considerado intocable debido a su impacto humanitario y estratégico. La decisión representa una clara señal de que India está dispuesta a utilizar todos los recursos a su disposición como presión política.

A nivel internacional, la comunidad diplomática ha mostrado preocupación por el curso de los acontecimientos. El Banco Mundial, garante original del tratado, aún no ha emitido un pronunciamiento oficial. Mientras tanto, Naciones Unidas ha instado a ambas partes a “actuar con responsabilidad” y “evitar una escalada”. China, aliada de Pakistán, y Estados Unidos, socio estratégico de la India, también siguen de cerca los desarrollos.

El futuro de la región parece incierto. Con una crisis humanitaria potencial en el horizonte si el flujo del Indo es interrumpido, y con la retórica bélica en aumento, las posibilidades de un conflicto mayor se elevan. Todo dependerá de si Pakistán decide modificar su postura o si India endurece aún más su estrategia.

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