La guerra personal de Netanyahu contra Irán: de la amenaza nuclear al cambio de régimen

Netanyahu lidera una campaña histórica contra Irán y su programa nuclear, en una escalada que podría redibujar el mapa de Asia Occidental
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Mientras gran parte de la comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos, se enfocaba en los acuerdos de paz con los palestinos, Netanyahu dirigía su atención hacia el programa nuclear iraní. En sus discursos, entrevistas y comparecencias ante foros internacionales, advertía insistentemente sobre lo que describía como una inminente amenaza nuclear por parte de Irán, incluso cuando ese discurso no encontraba eco global.

Una obsesión que trasciende gobiernos

A comienzos del nuevo milenio, mientras el entonces primer ministro Ariel Sharon centraba sus esfuerzos en contener la Segunda Intifada, Netanyahu alertaba sobre la creciente capacidad nuclear iraní. Sharon consideraba a Irán un problema global que debía ser abordado colectivamente, pero Netanyahu proponía una estrategia más agresiva y unilateral.

Desde entonces, el líder del Likud ha manifestado de forma constante su deseo de pasar a la historia como el primer ministro que detuvo el programa nuclear de Irán. Esta ambición personal se transformó en una línea estratégica constante del aparato de seguridad israelí, independientemente del color político del gobierno de turno.

El intento frustrado de 2010

En 2010, Netanyahu y su entonces ministro de Defensa, Ehud Barak, ordenaron al ejército israelí que se preparara para ejecutar ataques directos contra instalaciones nucleares en Irán. Además, se planteó el asesinato selectivo de científicos iraníes involucrados en el programa atómico. Sin embargo, la operación fue bloqueada por la cúpula militar y de inteligencia: el jefe del Estado Mayor, Gabi Ashkenazi; el director del Shin Bet, Yuval Diskin; y el jefe del Mossad, Meir Dagan, consideraron que Israel no contaba con la capacidad suficiente para actuar sin el respaldo de Estados Unidos.

La era Trump y el relanzamiento de la confrontación

Durante el mandato de Donald Trump, Netanyahu encontró una oportunidad para revivir su ofensiva. En 2018, logró que Washington se retirara unilateralmente del acuerdo nuclear, tras presentar supuestas pruebas obtenidas del “archivo nuclear iraní”, que —según Israel— confirmaban intenciones encubiertas de desarrollar armas atómicas.

En paralelo, ordenó al ejército israelí intensificar las operaciones encubiertas. Ciberataques, sabotajes y asesinatos selectivos fueron parte de esta campaña. En 2020, el científico Mohsen Fakhrizadeh, una figura clave del programa nuclear iraní, fue asesinado en las afueras de Teherán. Según informes, el Mossad lo tenía en su lista de objetivos desde al menos 2009.

El mensaje era claro: la confrontación ya no era solo una hipótesis; estaba en marcha.

El expediente iraní como política de Estado

Incluso cuando Netanyahu dejó temporalmente el poder en manos de una coalición liderada por Naftali Bennett y Yair Lapid, la política hacia Irán no cambió. Bennett llegó a declarar que Israel debía aplicar “mil puñaladas” contra “la cabeza del eje”, en referencia a Irán y su red de aliados en la región.

La visión estratégica de Netanyahu se ha institucionalizado dentro del sistema político israelí. Hoy, ningún primer ministro puede permitirse ignorar el “expediente iraní” sin pagar un alto costo político y de seguridad.

De las sombras al choque directo

La guerra encubierta entre Israel e Irán dio un giro con la Operación Inundación de Al-Aqsa, lanzada por Hamás en octubre de 2023. Esta ofensiva provocó una respuesta múltiple de Israel, que activó frentes simultáneos en Gaza, Líbano, Siria, Yemen y, de forma indirecta pero progresiva, en territorio iraní.

Con las defensas aéreas sirias debilitadas y nuevas rutas operativas a través de Irak, Israel ha logrado atacar con mayor profundidad. El conflicto, anteriormente manejado bajo la lógica de la negación plausible, ha entrado en una fase abierta.

Según fuentes de inteligencia citadas por medios israelíes, la actual Operación Coraje del León tiene objetivos claros: científicos nucleares iraníes, instalaciones del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), y emplazamientos militares estratégicos. La intención es debilitar las capacidades del Estado iraní en el largo plazo.

Cambio de régimen: la verdadera ambición

Más allá de neutralizar el programa nuclear, analistas y think tanks israelíes apuntan a un objetivo más ambicioso: provocar un cambio de régimen en Irán. La idea es desmontar la República Islámica, debilitar su aparato militar y sustituir su liderazgo por un gobierno más alineado con Occidente.

Algunos expertos israelíes consideran que la inminente sucesión del líder supremo Ali Jamenei podría abrir una brecha en el sistema político iraní. De allí que se barajen estrategias radicales, como ataques directos contra la cúpula del poder y la infraestructura energética, para generar inestabilidad interna.

El riesgo es considerable, pero en Tel Aviv prevalece la percepción de que se trata de una “ventana de oportunidad histórica”.

Una guerra que ya no es encubierta

Por primera vez, Israel ha admitido públicamente su implicación directa en ataques dentro del territorio iraní. Esta escalada ha provocado respuestas igualmente directas desde Teherán, lo que eleva el riesgo de una confrontación regional de gran escala.

Las potencias occidentales han manifestado su respaldo al Estado israelí, mientras que Irán cuenta con el apoyo, explícito o tácito, de actores como Rusia, China, y la red de fuerzas no estatales conocidas como el Eje de la Resistencia, que incluye a Hezbollah, Ansar Allah en Yemen, y milicias en Irak y Siria.

Un nuevo equilibrio de poder en Asia Occidental

La actual escalada entre Israel e Irán no es solo el desenlace de una disputa bilateral, sino la expresión más clara de una lucha por la reconfiguración del poder en Asia Occidental. Netanyahu busca asegurar una hegemonía israelí respaldada por Washington, mientras Irán se presenta como la punta de lanza de un eje multipolar que desafía el orden regional establecido tras la Guerra Fría.

Aunque Israel confía en su capacidad para absorber represalias iraníes, desestabilizar a la República Islámica y redefinir el mapa de poder de la región, la realidad es mucho más compleja. Irán ha demostrado resiliencia y capacidad de respuesta, incluso bajo fuertes presiones.

La gran obsesión de Netanyahu

Netanyahu ha convertido la cuestión iraní en el eje de su legado político. Durante más de tres décadas, ha intentado evitar que Irán se convierta en una potencia nuclear y ha empujado a Israel hacia una confrontación progresiva con Teherán. Ahora, esa confrontación es abierta, estratégica y potencialmente transformadora para toda la región.

La pregunta que queda en el aire es si Netanyahu logrará su cometido sin desatar una guerra regional a gran escala o si, por el contrario, su apuesta histórica resultará en una sobreextensión que redibuje el equilibrio de poder… pero no necesariamente a su favor.

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