Lenguaje inclusivo y estupidez

A más de una de mis compañeras magistradas las he oído opinar en términos tan contundentes sobre esa nueva normatividad lingüística que induce a dar patadas a la gramática tradicional con palabras como “jóvenas” o “miembras”. Muchos sufren en silencio su discrepancia, si bien no se atreven a abrir la boca. Los mandatos de la
The post Lenguaje inclusivo y estupidez first appeared on Hércules.  A más de una de mis compañeras magistradas las he oído opinar en términos tan contundentes sobre esa nueva normatividad lingüística que induce a dar patadas a la gramática tradicional con palabras como “jóvenas” o “miembras”. Muchos sufren en silencio su discrepancia, si bien no se atreven a abrir la boca. Los mandatos de la corrección política están creando una nueva hipocresía social: en público algunos se muestran devotos del lenguaje oficialista; en privado, aliviados, pecan contra la fatwa laica de los guardianes de la revolución verbal. Los políticos se han apresurado a aprender el nuevo idioma. ¿Y los jueces?

Los puristas se imaginan los huesos de Cervantes removiéndose en su tumba. Quizás nos estemos precipitando. Si leemos los textos de siglos atrás, comprobaremos con sorpresa que los antiguos gustaban de esos dobletes léxicos que tanto chirrían ahora: “damas/caballeros”, “mozos/mozas…Frecuente era que los pregones medievales se dirigiesen a todos los “vecinos” y “vecinas” del lugar, lo que, obviamente, carecía de connotaciones feministas. El lenguaje cambia. Y, por muy ridícula que se nos antoje esta moda lingüística, lo cierto y verdad es que hay quien de buena fe la considera bienintencionada, ya que su objetivo último sería evitar la discriminación de las mujeres. Con todo, cada vez que yo dicto sentencia, me empecino en hacer oídos sordos a los requiebros de la nueva lengua. Querido lector, quizás te escandalices figurándote que estás leyendo a un juez machista y te entren irrefrenables ganas de desahogarte evacuando una denuncia ante el Consejo General del Poder Judicial. Pues te equivocas.

Si todo fuese tan sencillo, no se entiende la polémica. Pero, claro está, el problema es cuando hay agenda oculta. Más allá de la lucha contra la desigualdad, se pretende implantar una nueva ideología, la del género fluido. La distinción entre varón y mujer no sería natural, sino fruto de la convención, por lo que, a la postre, cada uno decide sobre su masculinidad o feminidad. Deslizándonos por esta pendiente, el dimorfismo sexual queda en entredicho, de modo que ya no habría dos sexos, sino una infinita gama de transiciones a gusto del consumidor. Por eso, expresiones como “miembros” y “miembras” representan a menudo un punto de partida que desemboca en otras ocurrencias como “miembros”, “miembras” y “miembres.”

Aclárese que respeto todas las ideologías, aunque no las comparta. Reconozco, pese a ello, que ésta del género fluido me resulta especialmente antipática, porque sus formulaciones más extremas han degenerado en la mutilación de niños sometidos a cirugías delirantes. Por eso, hable cada uno como quiera, pero no se nos imponga una neolengua de resonancias orwelianas. ¿Y si es el propio legislador quien lo ordena? Algun(o/a/e)s sueñan con que los jueces tengamos que redactar nuestras resoluciones acatando los dictados de la corrección política. Si ese aciago futuro llega algún día, no me quedará más remedio que cumplir la ley. Ahora bien, eso es una cosa; otra, muy diferente, que vayamos a permanecer callados porque, aunque algunos fanáticos no lo soporten, todavía disfrutamos de libertad de expresión para denunciar las dictaduras. La dictadura lingüística también.

The post Lenguaje inclusivo y estupidez first appeared on Hércules.